El país pasa por un momento tremebundo que la muerte sospechosa del fiscal Nisman ha evidenciado en plenitud. La crisis institucional viene de lejos pero este hecho ha enfadado a la sociedad civil y provocado una reacción en la dirigencia.
Tanto la sociedad como las dirigencias han estado demasiado tiempo aletargados ante la paulatina degradación de la república que se inicia a principios de los noventa, con la colonización de la Corte Suprema por parte del menemismo y la designación de los jueces federales de la servilleta. La recuperación de los servicios públicos y los beneficios de la estabilidad provocaban indiferencia en amplias capas sociales ante suicidios misteriosos y escándalos de corrupción encubiertos por fiscales que no investigaban y jueces complacientes y venales. La sociedad de entonces no reaccionó cuando un fiscal ejemplar como Pablo Lanusse fue agredido físicamente por investigar la mafia del oro. Tiempos de voto, cuota y viajes a Miami.
En 2003, con la nueva configuración de la Corte Suprema, la remoción del jefe corrupto de la Policía Federal por parte del entonces ministro de Justicia y Seguridad Gustavo Beliz y sus propuestas de reformas judiciales y de seguridad parecía que retornábamos a los carriles institucionales que el pueblo argentino eligió en 1983, cuando clausuró el ciclo del partido militar, reasumiendo la tradición republicana argentina que nos legaron los padres fundadores.
Gustavo Beliz planteó a Néstor Kirchner la necesidad de terminar con la SIDE -institución degradada, refugio de rufianes que nunca sirvieron para nada y muchos de ellos torturadores en los setenta- y señaló a Stiuso. Néstor Kirchner optó por Stiuso para espiar a opositores y también a los suyos con su concepción perversa del poder que tomó, como un jeque petrolero, para su familia.
Los servicios de inteligencia estuvieron a disposición de las canalladas del oficialismo y ahora quieren borrar las pruebas.Esos son los hechos más allá de las palabras, por cierto devaluadas ante la alteración de las mismas y, lo que es peor, de su significado.
Gustavo Beliz tuvo que soportar embates judiciales por parte de fiscales que responden a los servicios y fueron calumniados los jueces probos que preservaban las garantías del juicio. También tuvo que comer el pan del exilio, por una larga década, porque nadie se atrevía a darle trabajo.
Otro hecho fue la cobardía social que facilitó que una familia sin cultura, primitiva, resentida e ignorante de la historia y del lugar y rango que debe ocupar la Argentina en el mundo haya podido avanzar todos los días, paso a paso, en el sometimiento de las instituciones a sus caprichos y a sus intereses personales.
Es que la dirigencia política no estuvo a la altura de las circunstancias, el ex ministro no fue acompañado, recién ahora surgen reconocimientos desde distintos sectores, hacia la personalidad que en noviembre del 2003 advertía a la Nación sobre el peligro de que el país se convirtiera en una narco democracia. ¿Tenían miedo a los carpetazos? O estaban ocupados en sus pequeñas querellas parroquiales.
Hoy los hechos son claros, el narcotráfico se extiende por todo el país y eso sólo es posible cuando hay complicidades políticas y corrupción en las fuerzas de seguridad. ¿Para qué sirven organismos de inteligencia que no anticiparon los ataques terroristas de los noventa ni ayudaron a esclarecerlos?
Lo peor es que colaboraron con la impunidad de los atentados terroristas contra la Embajada de Israel y la AMIA, que ayudaron a tapar escándalos como el estallido en Río Tercero o la venta de armas a Ecuador.
La disolución de la SIDE ahora anunciada es otra farsa a las que nos tiene acostumbrados la querulante que ejerce el poder ejecutivo. No es otro caso que un cambio de nombre y darle el poder de las escuchas a Gils Carbó, la procuradora que desjerarquiza su cargo al actuar como una simple empleada y encubridora de los desaguisados del gobierno K.
El general Milani mantiene su poder violando las leyes como la inteligencia política que hace la Policía Federal con antecedentes siniestros en la violación de los derechos humanos.
Los legisladores nacionales del oficialismo se comportan como cadetes de oficina, sumisos a los caprichos histéricos de la titular del Poder Ejecutivo en vez de asumir el rol de congresistas y los gobernadores no son otra cosa que delegados del poder central.
Las imágenes fueron muy claras, superan a las palabras, vimos a la dirigencia feudal e ilícitamente enriquecida del justicialismo aprobar sin debate el papel que traía un burócrata de la presidencia; vimos días después a los gobernadores en un acto humillante de sometimiento, a cambio de unas lentejas, en la Casa Rosada en clima de jolgorio mientras se enterraba a un fiscal de la República.
El Gobierno ha optado por la mentira, por proponer reformas que no cambian nada, por rodearse de totalitarios y de gente con las manos manchadas de sangre, por consagrar la impunidad y ahora por traspasar todos los límites ante la muerte de un fiscal de la República y buscar el alineamiento internacional con dictadores y corruptos como los gobernantes de Rusia, Siria, Venezuela o Nicaragua.
Corremos el riesgo de convertirnos en un “Estado Fallido”. El asesinato de un fiscal que tramitaba una de las causas más importantes del país con diez agentes de custodia muestra el descalabro del Estado argentino; nadie está seguro en nuestro país.
La Presidente quiere mostrarse como si ella fuera la víctima, tal cual lo hiciera en otras tragedias de esta década signada por la inoperancia y la degradación de las instituciones, como sucedió con Cromañón o los descarrilamientos de Once y el candidato oficialista se dedica a festivales y calesitas en Mar del Plata.
La Argentina fue y pretendió ser un gran país, no merecemos esta decadencia Se requiere que otra vez surja el espíritu que inspiró a los forjadores de esta nación a colocar pilares fuertes basados en el derecho, la libertad y la igualdad y que en algún momento nos distinguieron en la región.
La presidente ha soñado entrar a la historia; probablemente, si Jorge Luis Borges viviera la incluiría en "La Historia Universal de la Infamia".
Por cierto ha perdido toda legitimidad moral.