La ciudadanía, en las pasadas elecciones, terminó la primera etapa de la transición del cambio cultural que atravesamos, al hacer desaparecer el "cristinismo", en su capacidad para influir masivamente en la política real.
Ese día empezó la segunda etapa de esta transición cultural, que trae consigo un desafío mayor: que el peronismo se convierta en lo que nunca fue: un partido y un sindicalismo con una ideología y práctica política nueva. Este proceso le puede llevar muchos años, dado lo lejos que está de lograrlo, a partir de su historia y práctica política concreta.
El peronismo ha sufrido la derrota electoral más grande, perdiendo en todos los centros urbanos importantes y sólo ganando en provincias donde coexisten altos índices de pobreza, gobernadas a través de clanes familiares, amigos y entenados políticos, con un clientelismo extremo donde la apropiación del Estado es total, la Justicia está cooptada y son históricas las prácticas electorales más cuestionables.
Si bien se viene anunciando la muerte del peronismo desde 1955 pasando por 1974, 1983 y 2002, lo que muestra que siempre resucitó, en esta etapa histórica la situación sociocultural del país es inédita por lo que las exigencias de cambio, luego de sesenta y dos años, son estructurales, situación que nunca estuvo en juego en aquellas oportunidades.
Hoy la dirigencia peronista, cuestionada, está esperanzada en encontrar El Líder, al que busca desesperadamente para "encolumnarse", junto a la necesidad de lograr la famosa "unidad", pasando por rescatar la "solidaridad partidaria" visitando a sus presos.
Su cuestionamiento apunta a replantear su esencia e implica una profunda transformación y no otra "renovación" de las tantas que ha realizado en estos sesenta años.
Así, están cuestionados su modo de entender la práctica política, su visión del poder y la forma de concretarlo.
Su crisis está en el modo de entender la representación política, el sentido del Estado, la Justicia, el bien común, lo nacional y lo foráneo, la riqueza y su producción, la solidaridad y la equidad social, el valor de lo propio y lo ajeno, la redistribución de la riqueza, etc.
La crisis hoy está instalada en nuestra sociedad, que eclosionó en 2001 y que ahora se está empezando a cerrar, dieciséis años después.
Esta crisis se llevó al radicalismo que hasta ahora no ha podido recuperar su fuerza nacional, generó al PRO y al peronismo que sobrevivió hasta ahora; finalmente, está seriamente cuestionando.
La crisis no es económica sino política y cultural: el pasado vs el futuro.
Veamos ahora los hechos respecto de cómo, el peronismo, se movió durante las elecciones y cómo se está moviendo.
Durante la campaña se propusieron como "serios y confiables" cuando han gobernado durante 24 años. Se presentaron como las "nuevas conducciones" con caras que vemos hace veinte años o más. Prometieron que van a "cumplir", etc. y todo esto afirmado como si hubieran dejado al país convertido en un mar de riquezas.
Para muestra, basta ver cómo quedó la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral del país donde, según datos aportados por Carlos Pagni, viven 12 millones de personas, de las cuales 34% son pobres. Entre ellos, 71% vive en hogares con padres sin trabajo, 27% vive cerca de un basural y 55% no tiene cloacas ni agua corriente.
En el peronismo, la formación de cuadros nuevos terminó en La Cámpora: jóvenes a los que incorporaron pensamientos de la Argentina de hace cincuenta años y que resultó ser una mejor agencia de colocación de personal en el Estado.
El sindicalismo peronista, porque en nuestro país es peronista por definición gremial, está más preocupado en que no lo investigue la Justicia, en buscar la forma de sobrevivir en tanto "atletas de la supervivencia" del poder que, a su vez, carga con un desprestigio social terminal y está siendo corrido en las fábricas por izquierda.
La frase del negociador del peronismo en desbandada, Miguel Pichetto: "El peronismo no puede reconstruirse con los actores que formaron parte del gobierno anterior" en realidad debería decir: "el peronismo no podrá sobrevivir conducido por la dirigencia de los últimos treinta años, que es en definitiva la que lo trajo hasta acá y nos dejó el país que dejó".
Gioja, Pichetto, Massa, Randazzo y una lista interminable de personajes de los últimos cuarenta años, que resucitan luego de cada elección, son "los hombres con experiencia política" que se proponen hacer esta transformación. Esa larga experiencia política hoy ya no sirve, porque no se puede construir futuro; lo nuevo y conducir un verdadero cambio de cultura política, usando los esquemas mentales, prácticas y estructuras políticas del pasado.
"Haciendo más de lo mismo sólo se obtiene más de lo mismo". Cuanto más hacen, más se alejan del futuro al que no pueden ver ni imaginar. ¿Qué significa lograr un peronismo "transformado"?: ser capaz de formar parte de una nueva clase política con un nuevo modo de entender y hacer política, que termine con los "ideologismos" que tanto daño le han hecho y le hacen hoy a la sociedad. Ser un fenómeno de centro izquierda, basado en la formación de cuadros políticos con valores basados en una ética republicana, con capacidad real para conducir estratégicamente al Estado y administrarlo con capacidad y eficiencia. Crear equipos interdisciplinarios, terminar con el poder territorial del voto cautivo que cada vez existe menos y, entre otras cosas más, terminar con la tradición del líder y la hegemonía autoritaria.
Conclusiones
Hoy la transformación del peronismo depende más de los éxitos o fracasos del Pro y Cambiemos, que de su propia autocrítica y capacidad de cambio.
Si no logra transformarse, sufriremos nuevamente la experiencia nefasta, vivida en estos doce años, de ausencia de una oposición real.
Esto será negativo para Cambiemos, para la república y para nuestra sociedad.
Determinará que la concreción de una verdadera república en el país, será un fenómeno socio político de centro derecha, por ausencia de un poder que equilibre desde la centro izquierda.