En política, como en el ajedrez, pensar de un modo estratégico y adelantar jugadas es una práctica que podrá salir bien o mal, pero es inevitable si se quiere sobrevivir con la esperanza de volver al poder. Quienes dicen integrar el llamado peronismo republicano, vienen construyendo desde hace tiempo una serie de coincidencias sobre las cuales van a definir su estrategia para los próximos dos años.
Aunque quieren marcar diferencias con el Gobierno, son los que no plantean una oposición intransigente, aspiran a que Mauricio Macri termine su mandato y buscan convertirse en una alternativa seria para 2019.
Sin cargo formal, uno de los más activos, que podría ser equiparado a un “administrador” de ese sector, es el senador Miguel Pichetto, titular de la bancada del PJ y -hasta ahora y solo por ahora-, también del Frente para la Victoria. Lo avalan nada menos que los gobernadores peronistas, legisladores, intendentes y dirigentes de todo el país enrolados en esa línea que desde hace más o menos tiempo ha dejado de reconocer el liderazgo de Cristina Kirchner.
La semana pasada se sucedieron reuniones que tuvieron como enunciado principal la unidad del peronismo y en las cuales la convocatoria incluyó a quienes acompañan desde ese pensamiento a Sergio Massa, a las conducciones gremiales afines y a movimientos sociales. En todos los casos, el límite es Cristina, La Cámpora y el kirchnerismo en su versión más radicalizada.
La movida se da justo cuando la expresidenta, necesitada de votos para el domingo 22, reitera ante los medios que ella no es kirchnerista sino peronista. “Lo hace para la gilada, sabemos muy bien que ella desprecia al peronismo”, asegura uno de los operadores políticos comprometidos con una unidad partidaria que no la incluya ni a ella ni a sus seguidores.
Motivos sobran
Ese sector en el que Pichetto es un eje indiscutido descuenta, al igual que el Gobierno, que dentro de 15 días Macri obtendrá un fuerte respaldo en la sumatoria de votos de todo el país y que Cristina saldrá segunda en la provincia de Buenos Aires. Con eso le alcanzará para obtener su banca de senadora y comenzará allí otra historia en la que deberán dirimirse habilidades políticas más explícitas.
En esta columna hemos reflejado hace algunas semanas la opinión de un ex compañero de banca de Cristina en el Senado, que conoce de cerca cómo reacciona ella ante distintas circunstancias. “No va a formar de entrada un bloque propio en la cámara. Se va a querer incorporar al que preside Pichetto porque buscará que la echen. De esa manera tendrá motivos para victimizarse y seguir reivindicándose peronista”, afirmó.
¿Cuál será el argumento de Pichetto para no admitirla en el bloque, más allá de los rencores personales? Fuentes de ese sector coinciden en que no es solo uno sino varios.
El primero es que Cristina decidió irse del PJ y formar otro partido llamado Unidad Ciudadana, es decir que entrará al Senado con su propio sello.
Otro argumento es que ella no representa a los gobernadores peronistas, que son en definitiva quienes necesitan mantener la gobernabilidad y no desfinanciar a sus provincias combatiendo al gobierno de Macri.
Además, ese sector quiere establecer el fin de una época marcando diferencias políticas gruesas en estilos y pensamiento. “No compartimos un peronismo que no debata, ni el apoyo ideológico a Nicolás Maduro en Venezuela, entre otras muchas posiciones”, dicen desde allí.
Piensan también en la unidad peronista sobre una construcción más horizontal del liderazgo, sin la concepción mesiánica de Cristina, para disputarle de manera legítima el poder a Macri cuando finalice su mandato.
Más profundo
Cuando la ex presidenta llegue al Senado, además de estas cuestiones se plantearán otras igualmente importantes. En la actualidad, hay un grupo de siete legisladores que le son incondicionales y que hasta ahora aceptaban la conducción de Pichetto pero votaban en contra de la mayoría del bloque en distintos temas. Nunca se propusieron formar una bancada kirchnerista propia porque hubiesen perdido espacios de poder como son los cargos en las comisiones.
En las entrañas del peronismo republicano aseguran que sus planes no tendrán marcha atrás, que el liderazgo de Cristina es cada vez menor y que han sido sus propios errores los que la llevaron a malgastar el inmenso poder que tuvo. “Ella fue siempre protegida de Néstor, su esposo, que sí era un gran armador político”, reiteran desde ese sector, para responsabilizarla de la derrota de 2015 cuando decidió las fórmulas Scioli-Zannini para presidente y vice y Aníbal Fernández-Sabbatella para gobernador y vice bonaerenses.
Pero quizás el punto más delicado que se va a plantear en la relación entre el peronismo y el cristinismo aparecerá si la Justicia decide en el futuro pedir el desafuero de la nueva senadora por alguna de las causas que se están tramitando. No sería el mismo caso de Julio De Vido en Diputados, cuando los propios legisladores pidieron su apartamiento, sino que se trataría de una solicitud de los jueces.
Una importante fuente consultada en este sector que representa a los gobernadores peronistas aclaró que opinaba a título personal, pero creía que, llegado ese caso, “habría que avanzar, no deberíamos respaldar la impunidad”. De ser así, Cristina sentiría definitivamente el aislamiento.
Todas estas especulaciones políticas sobre el futuro del peronismo dependen, en más o en menos, de los resultados que arrojen las urnas dentro de dos semanas. Pero, por las dudas si llueve, los paraguas ya se van abriendo.