La crisis por el programa nuclear de Irán, que llevó a los actuales y complicados acuerdos de dicho país con EEUU y otras naciones de Occidente, nos permite reflexionar sobre el peligro de la proliferación. Ante todo digamos que el común de la gente -con un nacionalismo medio- reconoce lo diabólico de las armas nucleares, no obstante lo cual para unos pocos gobiernos obtener un arsenal nuclear sigue siendo una herramienta de poder internacional.
La respuesta a nuestro interrogante es que la no proliferación es lo más seguro para todos. Parece obvio pero ¿por qué? Nuestro razonamiento debe ir de lo ideológico y axiológico, a lo concreto y verificable. Digamos entonces que el “status quo” en la materia es estable y previsible.
Las potencias nucleares han demostrado “responsabilidad” en la gestión del arsenal, no obstante las graves crisis internacionales sucedidas. Esos pocos países han constituido un régimen internacional en lo formal, con tratados, mecanismos de control y confianza mutua, etc, pero en lo real sostenido por un “equilibrio de poder”, entendido en términos de paridad (para los EEUU y Rusia), que conlleva a la disuasión mutua.
Constituyen un grupo reducido, una élite celosa de la proliferación, desconfiado de nuevas membresías. En este asunto, proliferación es inversamente proporcional a seguridad. Más aún, se verifica una lenta reducción del arsenal nuclear (así por ej. Tratados Start I y II entre EEUU y la ex URSS).
La historia contemporánea demuestra la estabilidad y previsibilidad del régimen nuclear internacional. Salvo Hiroshima y Nagasaki (1945) no se ha usado el arsenal. No lo usó EEUU en Vietnam ni la URSS en Afganistán; tampoco Israel a pesar de su continuo estado de guerra. Es más, no lo usó Gran Bretaña cuando el conflicto por las Malvinas, y así otros ejemplos.
Dos factores inhibieron la guerra nuclear: primero durante la Guerra Fría (1948-89) las superpotencias sabían que luego de su utilización, el “día después” sería “la nada”. Esa tensión y disuasión simultánea se aseguraba con la “paridad nuclear” y se hablaba de “destrucción mutua asegurada” (MAD por sus siglas en inglés).
Segundo, los sistemas políticos abiertos y pluralistas de unos (Occidente) y la fuerte burocracia política de otros (bloque soviético) hicieron imposible una “aventura” o decisión apresurada. Hoy el mayor peligro para todos (la supervivencia en términos existenciales) está “por fuera” de ese grupo, donde no existe paridad ni disuasión.
¿Cómo disuadir a un grupo terrorista que no tiene entidad estatal o superficie territorial? ¿Cómo detener a un país que se siente agredido o movido por una “cruzada” determinada? ¿Cómo controlar a un país poco relevante y empobrecido de sus amenazas nucleares?, etc. Por ello, para todo el orbe es conveniente el mantenimiento de la situación actual en la materia, por sus antecedentes y su proyección.