Contrarreloj, el oficialismo busca cerrar de aquí al miércoles el voto del diputado demócrata Marcos Niven que le asegure la media sanción que necesita el proyecto de ampliación de la Suprema Corte de 7 a 9 miembros que busca el Ejecutivo, so pretexto de “agilizar la Justicia”. O de lo contrario, esperar mejores vientos para la iniciativa.
Su resistencia, y en gran medida la de su partido, han puesto al borde del nocaut a Cornejo en una cruzada que el gobernador considera central para su política de Seguridad; y que de paso, supone también atenuar tanto una perspectiva jurídica como el alineamiento informal de los supremos que hasta ahora han sido contrarios a sus deseos en temas clave.
Si finalmente el diputado aliado rechazara el proyecto, el histórico partido provincial podría embarcarse en una crisis interna que aparecería en un momento inoportuno.
En los últimos años, el PD fue perdiendo predicamento entre los electores, y por ende, en la representación legislativa y de los Concejos Deliberantes.
Cuando parecía casi extinguido de la Legislatura, el Frente Cambia Mendoza, la ingeniería electoral que armó Cornejo para llegar a la Gobernación, le permitió obtener una banca que ahora hace valer en una discusión que -argumenta- es muy cara a sus principios fundantes y a su doctrina republicana.
Sin embargo, no es unánime este criterio entre sus filas. Y de hecho, hay quienes le reprochan al presidente partidario, Carlos Balter, que estas actitudes lo hacen retomar la senda política que fue haciendo languidecer a los demócratas.
Su evidente y escaso feeling con los radicales no tiene sin embargo total aceptación en el partido, donde con otra postura, hay quienes creen que la experiencia de Cambiemos a nivel nacional y de Cambia Mendoza son expresiones que le han permitido al PD tener una posibilidad de resurrección política.
De hecho, no son pocos los ex gansos que en los últimos años abandonaron el barco y se sumaron directamente al Pro, un poco cansados de cierto anacronismo y otro poco seducidos por el pragmatismo de Macri: el mismo Omar De Marchi, el también diputado Pablo Priore y Carlos Aguinaga, entre otros. Más atrás, el referente de la Coalición Cívica local, Gustavo Gutiérrez o el ahora massista Jorge Difonso son hombres que ya habían dado el mismo paso de salida del partido.
En una línea de equilibrio entre la tradición y la cintura política,se expresó un dirigente respetado como Diego Arenas, quien además advirtió el “daño” político que un bochazo ganso le produciría al gobernador.
Y luego fue el ex titular partidario, Richard Battagion quien sumó argumentos históricos y legales al considerar que la expresión de la discordia, ese “7 por lo menos” de la composición de la Corte que detalla el artículo 143 de la Constitución Provincial que ahora se pretende cambiar al modificar la ley 4.969, fue acuñado en la reforma constitucional de 1965 “durante la gobernación del ingeniero Gabrielli” y cuya convención -agrega- fue presidida por otro demócrata, Mario González.
Anécdotas al margen, el PD formó parte de una coalición electoral que sin embargo no terminó de plasmar en una coalición de gobierno, y que -precisamente- en asuntos estructurales, el espinel oficialista cruje.
Pese a ello, hay demócratas que son funcionarios de Cornejo (algunos en sitios más que estratégicos como Josefina Canale en el Casino), y hasta un emblemático médico como Oscar Sagás, está expectante en la definición de la sucesión de Claudia Najul en el Ministerio de Salud, cuya revelación es inminente.
La posibilidad cierta que apareció en las últimas horas sobre un cambio de actitud del Cuarto Piso que evite ese “No” y que a su vez deje conformes a los demócratas, es una instancia que sólo la política puede conducir a través de la negociación.
De lo contrario, la frustración de Cornejo también puede acarrear puertas adentro del PD discrepancias que nadie desea, o más diásporas que nadie asegura que no sigan produciéndose en el futuro.