Siempre existe el planteo de que en edificios viejos no debería invertirse y ceder paso al progreso. "¿Para qué gastar en arreglarlo si es antiguo y ya no sirve?", se escucha decir, en el colmo de la desidia y en las puertas del olvido de la historia y el valor trascendente de consolidar lo que somos.
La apreciación con la que abrimos este comentario y que por supuesto no compartimos en nada, como seguramente les pasará a los lectores también, surge con motivo de la investigación realizada por este diario y que presenta una complicada y negativa realidad: hay en el Área Metropolitana del Gran Mendoza (Capital, Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras, Maipú y Luján de Cuyo) más de un millar de bienes culturales que no están protegidos, es decir que no poseen declaratoria de ningún tipo, ya sea nacional, provincial o municipal. Así lo reveló un amplio trabajo de investigadores del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa)-Conicet.
Detonantes fueron en los últimos tiempos las demoliciones de inmuebles que pertenecieron al abogado y político comunista Benito Marianetti, en la calle Perú de ciudad, y del gran músico y compositor Tito Francia, en Manuel A. Sáez al 400.
Cuanto se podría haber hecho en esos edificios de haber contado el Estado con los recursos para adquirirlos y haberlos preservado como hitos culturales y de enseñanza para generaciones que no conocieron a los antiguos titulares de esas propiedades.
Ahora se vuelve sobre el tema con la venta y posible demolición del monasterio del Buen Pastor, un complejo levantado hace 117 años en la calle Martín Zapata.
Lamentablemente por el camino que vamos y ante la voracidad de los negocios inmobiliarios, tememos que otras expresiones arquitectónicas del pasado pueden correr el mismo destino y caer bajo la piqueta de la destrucción.
Vemos una intención plausible en la actual gestión de la Dirección de Patrimonio, que ha integrado un grupo de estudio y trabajo con representantes de municipios e instituciones, para tratar la problemática de la conservación del patrimonio arquitectónico y el paisaje de nuestras ciudades y gestionar la incorporación del patrimonio y paisaje urbano en los planes de ordenamiento territorial.
No obstante, creemos que un punto de atención importante debe ponerse en la gestión municipal.
Se le atribuye a la Provincia toda la responsabilidad sobre la pérdida de patrimonio, pero es en los municipios donde se deben encender las primeras alarmas y constituirse allí la inicial escala de intervención que puede colaborar en su preservación y terminar en final feliz.
Un ejemplo de este punto de vista favorable lo constituye, entre otros aunque no muchos casos, el proceso de restauración de la Sociedad Cristóforo Colombo, de la calle Antonio Tomba de Godoy Cruz, obra en plena ejecución, que pronto se convertirá en un centro patrimonial artístico, de importancia para el departamento y la provincia.
Acá fue importante, y puede servir de modelo, el acto de expropiación del inmueble a valor fiscal, lo que permitió posteriormente la puesta en marcha del proyecto recuperatorio.
Entonces, está muy bien inventariar bienes y hacer la teoría, pero hace falta un engranaje que articule a todos los actores que trabajan sobre el patrimonio y quebrar la inercia de larga data en la que toda la carga la tiene el Estado provincial.
Al reactivarse desde hace un par de años Consejo Provincial de Patrimonio, los municipios deben militar pasa salvar su patrimonio verdadero y digno de ser amparado.
