Algunos mendocinos amantes de nuestro Parque General San Martín aún recuerdan las palabras del ingeniero Guillermo Padín, ya fallecido, cuando manifestó que “el Parque es para pasear, no para pasar”.
Efectivamente, en un principio el parque fue pensado y diseñado para pasear, pero sobre todo como un pulmón necesario para mejorar el aire seco y polvoriento que llegaba desde el piedemonte. Hace 120 años el Parque era el límite oeste de la Ciudad, más allá solo el desierto.
Corrieron los años y con ellos el progreso que fue envolviendo y colonizando poco a poco el preciado Parque. Surgieron clubes, construcciones deportivas, instituciones como Don Orione, la Universidad Nacional de Cuyo, Vialidad provincial, Obras Sanitarias, la escuela Eva Perón, el Estadio Mundialista y la Villa Olímpica, varios cafés.
Y, a su vez, fue surcado por vías por donde hoy circulan velozmente automóviles, colectivos y camiones. Tremenda realidad arroja por tierra con los iniciales objetivos de su creación ya que el ruido de los vehículos y los gases de combustión de sus motores contaminan y hacen del parque un lugar menos placentero y hasta peligroso. Entonces necesariamente nos preguntamos si en algún momento cesará esta insolente y paulatina degradación y se rescatarán los valores primigenios del Parque para beneficio de la calidad de vida de los mendocinos.
En los planes de ordenamiento territorial el Parque sigue ausente como parque, pareciera ser que seguirá siendo parte del laberinto vial de la Ciudad en lugar de ser rescatado como un real oasis donde la naturaleza siga brindando condiciones óptimas para el desarrollo de las actividades físicas, sociales, culturales y espirituales propias del mismo. ¿Estará condenado a ser un lugar por el que pasamos tan rápido como sea posible sin verlo y sin disfrutarlo?
El trazado actual del Parque se ve atravesado en todas direcciones por calles que lo cortan en pedazos. De este a oeste está partido por la avenida del Libertador, vías laterales permiten la circulación transversal. Bien podrían redimensionarse estas arterias desarrollando una circulación perimetral para comunicar los barrios que lo circundan, dejando solo posibilidades de ingresar por varios puntos pero que las personas prefieran bordearlo a intentar cruzarlo de lado a lado tal como ocurre actualmente. Sería como un inmenso y agradable laberinto que nos invite a permanecer, que aquiete nuestras urgencias, que nos acaricie con sus colores, con sus aromas, con el canto de sus aves, que nos retenga con la fresca sombra de sus árboles.
Carlos Thays, Emilio Coni, Emilio Civit, Cornelio Moyano, y otros forjadores del Parque seguramente coincidirían con la importancia de reinventar este tradicional y emblemático paseo para salvarlo del avance del urbanismo que lo fracciona y sofoca cada vez más.
El Parque General San Martín para quedarse, pasear, vivirlo, disfrutarlo, quererlo… o ¿tan solo para pasar?