El Parque: más riego, menos cemento

Es preciso reformular el plan de riego e insistir en que la principal meta para el lugar debe ser defender su parquización.

El Parque: más riego, menos cemento
El Parque: más riego, menos cemento

El Parque General San Martín es el monumento natural más importante de la Provincia y uno de los más destacados del país. Se sostiene con razón que "el parque caracteriza gran parte del ambiente de Mendoza y también de los usos y costumbres de sus habitantes".

Hemos valorizado la puesta en valor que la actual gestión desarrolló en el paseo con tareas de pavimentación y reconstrucción de calles, acequias, veredas y sendas peatonales. Por ello, el Parque luce bien en materia de infraestructura, pero su estado es declinante en lo que concierne a su cubierta vegetal y a la salud y desarrollo de sus prados, y sus más de 300 especies vegetales.

Lo sostienen ingenieros agrónomos y representantes de entidades ambientalistas que permanentemente recorren las avenidas y calles del "pulmón" de la ciudad:  Que continúa sin definitiva solución uno de los falencias recurrentes del área, que  es brindar abundante y saludable riego a la masa verde que compone el conjunto, de unas 354 hectáreas.

Al recorrerlo se aprecia la falta de un buen trabajo de riego y los contrastes son notorios. Hay puntos donde el agua desborda y erosiona caminos y veredas, mientras que en otros se nota marcadamente la carencia del imprescindible líquido. Pensamos que hay suficiente disponibilidad de agua, pero no se cuenta con un buen manejo del recurso.

Para comprobarlo basta recorrer el sector del teatro Pulgarcito, el bosquecillo frente al Club de Regatas, el mismo Rosedal o el espacio entre los clubes Independiente Rivadavia y Mendoza Tenis Club, o el talud del costado Oeste del lago. Por allí se multiplica la sequedad.

Es verdad que en el paseo del Rosedal se han plantado rosales y se ha recuperado el riego por aspersión, pero en el mismo, se aprecian sectores inundados por culpa, presumimos, de un sistema de aspersión deteriorado, con roturas de caminos por la fuerza erosiva de la corriente líquida. Y hasta se advierten canteros totalmente desérticos. Ocurre, a juicio de agrónomos, por una falta  de manejo del suelo, del riego, de las malezas, y hasta de los rosales, que se secan en días de intenso calor.

El paisaje de abandono se repite en otros prados con enormes ejemplares totalmente secos que no han sido retirados, poniendo bajo riesgo a los paseantes y a quienes trabajan en el Parque. Eucaliptus, coníferas, acacias, ligustros, una palmera Washingtonia filífera, solo por mencionar los más destacados. Igualmente lucen muy deteriorados los plátanos ubicados sobre el costado oeste de la Avenida de los Plátanos, a metros de la Dirección del Parque. Aún persisten viejos y maltrechos olmos debido a la falta de tratamientos contra el cascarudo o vaquita del olmo (Galeruca luteola) en varios sectores.

Se aprecia falta de personal tanto en calidad como en cantidad, así como un deficiente manejo técnico-agronómico tanto de las plantas como en el uso del agua de regadío.

Es valioso el gasto de millones de pesos en baldosas, cemento y pavimento, pero no se ha invertido nada en el recurso humano, imprescindible para tener un parque como el que soñaron sus creadores, esa trilogía de visionarios compuesta por Emilio Civit, el médico higienista Emilio Coni y el proyectista Carlos Thays.

La actual administración del Parque debe abocarse a un plan de riego integral y efectivo que vigorice y recupere en forma urgente prados y arboledas, afectando más personal para la distribución del riego y la limpieza de los espacios, porque el problema no parece ser la falta de agua.

Sintetizando, se ha facilitado y mejorado el tránsito automotor pero debe priorizarse la meta ambiental del parque y de esa forma ayudar a que siga prestando sus inapreciables servicios para la salud pública y el esparcimiento de la población. La parquización debe ser lo primero.

También sugerimos que uno o más legisladores decididos elaboren una ley que impida  se construya ni un centímetro cuadrado más de estructura de concreto e hierro; en una palabra, terminar con esa irracional "colonización" que durante décadas ha sufrido nuestro principal paseo.

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