La tensión entre el Gobierno y las centrales obreras por el primer paro contra la política económica de la administración de Mauricio Macri echó por tierra la prédica del Papa Francisco en pos de la cultura del encuentro y la resolución de conflictos mediante el debate de ideas y propuestas.
El insulto, la violencia, el bloqueo de accesos, la represión, evaporaron ese diálogo poliédrico, con facetas, al que aspira el Pontífice para buscar acuerdos y consensuar políticas públicas de mediano y largo plazo, que trasciendan la inmediatez electoral.
La pelea se enardeció y no hubo medias tintas en los discursos de los unos y los otros. La confrontación pasó a ser la nota sonante del 6A, jornada en la que, según se evaluó desde la Iglesia, la dirigencia política y sindical descuidó dos derechos ciudadanos básicos: hacer paro y decidir trabajar.
Macri redobló la apuesta tras la movilización ciudadana del 1A y aseguró que “no hay plan B en la economía”. “Se aferran a un pasado que no dio respuesta a la pobreza”, planteó, y aseveró que el país “no paró” el jueves.
Antes de la medida de fuerza, el primer mandatario había advertido que no se pueden aceptar más los “comportamientos mafiosos” y “desestabilizadores” de algunos sectores, entre ellos el sindicalismo.
La CGT y las CTA respondieron en consecuencia: “Contundente”, “No es una extorsión. ¿Es un paro que tiene un fin político? Sí, tiene un fin político porque queremos que cambie la política económica”, “Expresión de unidad y solidaridad de las tres centrales en rechazo de las políticas de ajuste de Mauricio Macri”.
En ese contexto de puja de intereses y de demostrar quién ostenta más poder, nadie escuchó a Jorge Bergoglio, que esta semana volvió a denunciar una “dramática desigualdad entre quien tiene demasiado y quien no tiene nada; entre el que descarta y el descartado”; pidió que se apliquen “modalidades justas de reparto”.
La dirigencia argentina no escuchó que el Papa alertó sobre sectores que pretenden “imponer un mercado global”, y exhortó a buscar modelos prácticos de integración social.
“Todos tienen una aportación que dar al conjunto de la sociedad; todos tienen una peculiaridad que puede servir para vivir juntos; ninguno es excluido de aportar algo para el bien de todos”, sostuvo ante referentes mundiales de la Pastoral Social.
El planteo papal es considerado “antimercado” en ciertos sectores, “populista” para algunos, y hasta “peronista” y “comunista” para otros. Pero, en realidad, es Doctrina Social de la Iglesia en la más pura esencia.
Doctrina que Bergoglio hace pública sin rodeos ante los líderes del mundo y clama que se “encarne” en el sindicalismo y otros ambientes.
Francisco alienta, en tanto, la unidad del movimiento obrero argentino y arenga a los dirigentes a que no sólo representen a los trabajadores registrados sino también a los movimientos sociales, a los desocupados, a aquellos en situación irregular y a los jóvenes que no consiguen su primer empleo.
Doctrina Social de la Iglesia que, en su compendio, subraya que la huelga es un “recurso inevitable”. Plantea que “aunque parezca un ultimátum debe ser siempre un método pacífico de reivindicación y de lucha por los propios derechos” y advierte que “es inmoral cuando está acompañada de violencia”.
Doctrina que Juan Pablo II transmitió a unos 300.000 trabajadores reunidos en el Mercado Central por Saúl Ubaldini y el obispo Rodolfo Bufano el 10 de abril de 1987, en el marco de la segunda visita del Papa polaco al país.
“No pueden aceptar que los mayores esfuerzos del asociacionismo laboral se esterilicen en inoperantes litigios políticos, que en ocasiones instrumentalizan sus anhelos con el fin de alcanzar posiciones ventajosas. Es justo que exista una noble contienda sindical, pero encaminada a conseguir los objetivos propios del mundo laboral, dirigida a fortalecer la solidaridad y elevar el nivel de vida material y espiritual de los trabajadores”, reclamó.
Treinta años después, aquella exhortación de Karol Wojtyla todavía resuena en los oídos de la dirigencia sindical argentina, aunque la olviden o esquiven al afrontar las urgencias de coyuntura.
Doctrina Social vigente en un mundo que construye más muros que puentes. Doctrina perdurable como la encíclica Populorum Progressio, de Pablo VI, que hace 50 años presentaba la necesidad de promover el desarrollo integral de los pueblos.
Agencia DyN