El Papa, sus detractores y la Argentina

El estilo de Francisco tampoco lo hace profeta en su tierra, a la que no ha vuelto desde su elección pontificia y cuya fecha de regreso sigue siendo incierta.

El Papa, sus detractores y la Argentina

“Habemus Papam...” Aquel anuncio paralizó al mundo el 13 de marzo de 2013, cuando Jorge Bergoglio se convirtió en el primer papa argentino, latinoamericano y jesuita de la historia de la Iglesia. Cuatro años después, el programa renovador de Francisco sigue vigente, pese a resistencias cada vez más evidentes.

Desde el inicio de su pontificado, el plan del Papa fue claro y sin entrelíneas: salir a las calles, a las periferias existenciales y geográficas, para estar cerca del pobre, del excluido, del que sufre. Un programa fundamentado en el servicio y sobre la base de dos lecturas evangélicas desafiantes para los cristianos: las Bienaventuranzas y Mateo 25 (parábola de los talentos y el Juicio Final).

Ese programa revolucionario de Francisco en pos de una Iglesia más inclusiva y misericordiosa resistió en este tiempo los embates de sectores internos y externos que fraguaron campañas de desprestigio contra Bergoglio, en un intento para que renuncie como su antecesor Benedicto XVI.

¿Qué le achacan al Papa argentino sus detractores?

Que haga demasiado hincapié en el diálogo interreligioso, al tener una cercanía “manifiesta” con la comunidad judía o al defender a los musulmanes, muchas veces acusados de violencia extrema. “Ninguna religión es terrorista”, ha sostenido Francisco.

Que avance hacia un “ecumenismo sin límites” para lograr la unidad de los cristianos, y que para hacerlo reivindique a Martín Lutero, quien hace 500 años provocó un cisma en la Iglesia y es considerado el “peor de los herejes”, o que se encamine hacia un “desaconsejable” acercamiento a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Pero el mayor punto de choque con los grupos “ultraconservadores” y vinculados a “ortodoxia vaticana” es la decisión del pontífice, surgida tras dos sínodos sobre la familia, de dar la comunión a los divorciados en nueva unión tras un discernimiento caso por caso del obispo.

También por lo que estos sectores consideran “tolerancia excesiva” a los homosexuales, porque el Papa ha dicho que no es quien para juzgarlos.

En el mundo, en tanto, Francisco es considerado uno de los líderes más influyentes. Su encíclica “Laudato si'” se constituyó en un modelo a seguir para cuidar el medio ambiente y defender la ecología humana. Sus críticas al sistema económico mundial son escuchadas, pese a que sectores lo tildan de “marxista”, mientras sorprende por su apoyo a los movimientos populares, a los que alienta a luchar por sus derechos sintetizados en 3T (Techo, Tierra y Trabajo).

Con su estilo pastoral, Bergoglio se ha ganado también el mote de “populista”, lo que obligó a los teólogos argentinos -el sacerdote Carlos Galli y el arzobispo Víctor Manuel Fernández- a diferenciar esa posición “demagógica” de ostentar el poder, del concepto superior de pueblo como “sujeto colectivo, que debería estar en el centro de las preocupaciones de la Iglesia y de cualquier poder”, en el que apoya su prédica el pontífice.

El estilo Francisco tampoco lo hace profeta en su tierra, a la que no ha vuelto desde su elección pontificia y cuya fecha de su regreso sigue siendo incierta y atacada a que mejoren las “condiciones” internas.

Condiciones nunca reveladas por el Papa, pero al parecer fundamentadas en su relación distante con el presidente Mauricio Macri y un escenario del país complejo: pobreza e indigencia en alza, despidos, avance “sin control” de las drogas y el narcotráfico, una reconciliación entre argentinos que se demora y la falta de diálogo para alcanzar consensos sobre políticas públicas, más allá de intereses cortoplacistas y electoralistas.

Una parte de la dirigencia argentina acusa a Francisco de “interferir” en la política doméstica, y razones no le faltan. Bergoglio ha contribuido, o al menos alentado, a la unidad del movimiento obrero y su integración con las organizaciones sociales.

Al Papa también se le atribuyó en las últimas horas un llamado a Buenos Aires para “frenar” una marcha en su nombre, y en reclamo por la instrumentación de la ley de Emergencia Social, que estaba prevista para el lunes en coincidencia del aniversario del inicio de su pontificado.

Francisco ha dicho que se ha sentido “usado” por los políticos argentinos que van al Vaticano a sacarse una foto, pero sigue recibiéndolos.

Aunque con mayor reserva que en los primeros años, en los últimos días estuvieron en la casa Santa Marta, donde reside el Papa, el ministro de Trabajo Jorge Triaca, la gobernadora María Eugenia Vidal y el dirigente kirchnerista Florencio Randazzo.

DyN

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