El Papa busca el triunfo de la oración donde fracasaron las negociaciones

El Papa busca el triunfo de la oración donde fracasaron las negociaciones
El Papa busca el triunfo de la oración donde fracasaron las negociaciones

Francisco regresó de su recorrido de tres días por Tierra Santa con la típica bolsa de regalos ceremoniales, incluyendo, de los niños de campos de refugiados de Belén, una supuesta credencial de identidad en nombre de Jesús que enumera como familiares a Mohandas K. Gandhi, Nelson Mandela, Yasser Arafat y Martin Luther King Jr.

Sin embargo, el Papa también llevó consigo una promesa de los presidentes de Israel y de los palestinos, de una visita en próxima fecha (el 8 de junio venidero) al Vaticano para una plegaria conjunta de paz, esfuerzo sin precedente para dar impulso espiritual a un desesperado atolladero político. La reunión no generará un tratado, por supuesto, pero, ¿al menos pudiera llevar a las partes de nuevo a la mesa de negociaciones?

Aquí en Jerusalén siempre es peligroso apostarle a los avances, o siquiera a los sucesos positivos. Sin embargo, el papa Francisco ciertamente demostró un diestro toque durante su visita. Él no es un líder carismático. Su rostro estuvo prácticamente oculto por documentos mientras leía sus discursos en voz baja. No hubo multitudes de fieles clamando por capturar un atisbo de su comitiva motorizada por las calles. Sin embargo, él es un líder humano, y con gestos magnánimos e íntimos se las ingenió para navegar uno de los campos minados más complejos en política y escapar de la región sin haber parecido que ofendía.

Estuvo su parada no programada para rezar en la barrera de concreto de Belén que los palestinos aborrecen, por considerarlo un símbolo de las restricciones sobre sus vidas impuestas por la ocupación israelí; luego una meditación similar en un muro israelí que conmemora a las víctimas del terrorismo. Se las ingenió para rendir homenaje a ambas partes del inmanejable conflicto incluso al tiempo que las compadecía un poco.

Estuvo además su caminata instintiva descendiendo cuatro escalones para bendecir a una mujer en silla de ruedas en Jordania, en vez de hacer que la cargaran a donde él estaba sobre el escenario. Además, en Yad Vashem, el monumento del Holocausto en Jerusalén, mostró la misma agilidad al inclinarse para besar las manos de sobrevivientes, en vez de que fuera al revés.

“Los gestos más auténticos son aquellos en los que no pensamos, los que vienen a nosotros, ¿no creen?”, dijo el Papa a reporteros mientras volaba de vuelta a Roma.

El mismo papa Francisco tiene cuidado de no sobrevender la próxima reunión para rezar. “Será un encuentro para orar, no para propósitos de mediación”, dijo en el avión. “La oración es importante. Ayuda”.

Abundantes escépticos ya descartaron la reunión cumbre para rezar por considerarla una maniobra publicitaria sin peso político, particularmente debido a que Israel estará representado por Shimon Peres, quien tiene programado abandonar su puesto -mayormente ceremonial- en julio, en vez de por el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien controla la política israelí hacia los palestinos.

Sin embargo, incluso personas que no buscan la intervención divina dijeron que veían gran promesa en el plan, dado el espectacular colapso del mes pasado de la enésima ronda más reciente de pláticas de paz mediadas por EEUU. “Yo no creo en milagros”, dijo Ghassan Jatib, vicepresidente de la Universidad de Birzeit en Cisjordania y uno de los ex portavoces del gobierno de la Autoridad Palestina, “pero esto pudiera tener otros valores”. 

Cualquier imagen de líderes israelíes y palestinos juntos pudiera mitigar la profunda desconfianza entre sus bases populares. La conducción del popular Papa humilde podría reconcentrar la atención en Europa y entre los 1.200 millones de católicos romanos y apostólicos sobre un conflicto que ha sido opacado por la conmoción en el mundo árabe y en Ucrania. Y tras años en los cuales los extremistas en ambas partes han explotado la religión para bloquear resoluciones, algunos analistas israelíes y palestinos dijeron que una constructiva dosis de fe pudiera al menos brindar inspiración.

“Es prueba del fracaso de todo cuando empezamos a recurrir a la oración, pero el gesto significa más que la sola oración”, dijo Raja Shehadeh, escritor y abogado palestino. “Él está reconociendo a Palestina como una identidad y la está equiparando con Israel al unir a los dos jefes, y eso no carece de importancia (...) El poder del papado está ahí”, prosiguió. “No puede determinar las cosas para nosotros y para Israel, pero tiene peso y todo parece indicar que él está usando ese peso en la dirección correcta”. 

Yossi Klein Halevi, escritor israelí nacido en Estados Unidos, dijo que durante cierto tiempo pensó que “lo que nos está faltando a la mesa de negociaciones son capellanes (...) Me gustaría reemplazar algunos de los diplomáticos con genuinos líderes religiosos, personas que entiendan que este conflicto es principalmente sobre intangibles y no una línea sobre un mapa”, dijo Halevi, miembro del Instituto Shalom Hartman en Jerusalén. “El problema está en cómo separas política de rezos, cómo logras que el rezo influya sobre la política en vez de que la política invada el rezo”.

El obispo auxiliar William Hanna Shomali del Patriarcado Latino de Jerusalén notó que la invitación había llegado “en momentos de un atolladero en el proceso de paz”, cuando “el clima político es tenso”.

“En este espacio vacío -ni paz, ni guerra- el Papa llega con otra voz, porque este Papa cree en el dramático efecto de la oración intensa”, destacó Shomali. “Él cree que la paz llega solamente como un don divino, no como el fruto del trabajo de un político”. Prosiguió: “El problema es que, en general, pensamos en hacer clic en un ratón y tener una respuesta inmediata, pero el Señor no es Google. Nosotros tenemos que hacer clic y esperar”.

A lo largo de un programa de tres días en Jordania, Belén, Tel Aviv y Jerusalén, el papa de 77 años de edad, quien perdió un pulmón a causa de una infección largo tiempo atrás, a menudo se veía exhausto.

Pronunció cuando menos una docena de discursos, en italiano. No sonreía mucho, con excepción de cuando le dio serenata un grupo de niños. En Belén, algunos refugiados cantaron “Tenemos sed de paz” en italiano y en árabe, y en la residencia de Peres, niñas de blanco cantaron en hebreo: “Déjalo ser, déjalo ser, todo lo que pedimos, déjalo ser”.

Casi a cada giro, el Papa fue fotografiado parado, solo, en puntos ricos en simbolismo. (Un periodista israelí bromeó en Twitter diciendo que alguien debería susurrar al oído del Papa que él no tiene que “rezar en cada muro de Oriente Medio”.)

El rabino David Rosen, el director internacional de asuntos interreligiosos en el Comité Judío Estadounidense con base en Jerusalén, dijo sobre el Papa: “El estatus de superestrella tiene más que ver con nosotros que con él. Para nosotros -explicó Rosen- el hecho de que él sea un tipo de persona que no se anda con rodeos, sencillo y modesto, así como de gran integridad, en una posición tan alta, un simple y genuino 'mensch' (buena persona), eso resuena en las personas muy profundamente”.

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