El Papa beatificó a 124 mártires coreanos

Ante unos 800.000 fieles, Francisco honró la memoria de los cristianos víctimas de persecuciones desde la introducción del catolicismo en 1784. También se reunió con minusválidos.

El Papa beatificó a 124 mártires coreanos
El Papa beatificó a 124 mártires coreanos

El papa Francisco beatificó ayer en Seúl a 124 mártires surcoreanos en presencia de una multitud calculada en 800.000 fieles, a los que interrogó sobre el sentido del sacrificio en un mundo desgarrado entre la abundancia material y la miseria.

Primer Papa que visita Asia desde 1995, Francisco llegó a la ceremonia en un pequeño auto Kia descubierto, especialmente fabricado para la ocasión, para celebrar una misa solemne en memoria de los primeros cristianos del país.

Puentes, rutas y estaciones de subterráneo en los alrededores de la plaza fueron cerradas y tiradores de élite fueron desplegados en los tejados de los edificios para garantizar la seguridad del Papa y de un millón de peregrinos que asistieron a esta beatificación.

En la misa, el Santo Padre presentó la fe y el sacrificio de Jesucristo como un camino de salvación frente a lo que presentó como el deterioro de los valores humanos.

“Los mártires nos llaman a reubicar a Jesucristo por encima de todo y a ver todo en este mundo relacionado con Él y Su reino eterno. Esto nos lleva a preguntarnos si hay alguna cosa por la que estaríamos dispuestos a dar nuestra vida”, dijo en su tercer día de visita al “país de la mañana tranquila”.

El ejemplo de los mártires coreanos, que aceptaban “la igual dignidad de todos los bautizados” y privilegiaban “una forma de vida fraternal que desafiaba a las estructuras sociales rígidas de su época”, tiene mucho que decir “en una sociedad donde, al lado de inmensas riquezas se desarrolla la más abyecta pobreza, donde raramente el grito de los pobres es escuchado”, añadió.

El catolicismo fue introducido en Corea del Sur por laicos letrados, iniciados en esta nueva “sabiduría” por las enseñanzas recibidas de los jesuitas en la vecina China, y no por los misioneros europeos.

En la misa, en un gran escenario dominado por una enorme cruz y con el palacio Gyeongbokgung de la dinastía Joseon como fondo, el obispo de Roma beatificó a Pablo Yun Ji-Chung y los otros 123 mártires, ejecutados a partir de fines del siglo XVIII.

Pablo y su primo fueron martirizados por haber querido organizar un funeral católico para su madre, sin respetar los ritos del confucionismo.

Todos los nuevos bienaventurados eran laicos, con excepción de un sacerdote, James Mun-mo, llegado desde China.

Según la Iglesia, no menos de 10.000 coreanos murieron violentamente durante el siglo posterior a la introducción del catolicismo en 1784.Generalmente, eran conducidos a la Puerta Gwanghwamun o a la de Seosomun, donde el verdugo realizaba su oficio.

Para rehabilitar a estos mártires, el Sumo Pontífice recorrió ayer a la mañana el camino inverso.

Una Iglesia influyente

Repartidos por diócesis, centenares de miles de hombres y mujeres aguardaron pacientemente desde las primeras horas de la madrugada, ataviados con gorras de cartón de diversos colores.

En un gran recogimiento y con una disciplina muy surcoreana, repitieron cánticos en latín, rezaron y escucharon música de piano.

El Papa argentino, de 77 años de edad, comenzó su jornada bautizando, en la nunciatura de Seúl donde se hospeda, al padre de un chico víctima del naufragio del ferry Sewol, en abril pasado.

Un gesto altamente simbólico en un país en el que unas 100.000 personas son bautizadas en el catolicismo cada año.

En la jornada, Francisco se trasladaba a Kkottongnae, a un centenar de kilómetros de Seúl, para visitar un centro pastoral y social de la Iglesia. Allí se encontró con minusválidos, miembros de las comunidades religiosas y laicos voluntarios.

El Papa acostumbra, en cada uno de sus viajes, consagrar parte de su tiempo a visitar centros sociales y a encontrarse con fieles de las bases.

Después de la misa, el Papa fue a visitar un gigantesco centro católico para enfermos y discapacitados en Kkottongnae, a unos 80 kilómetros de Seúl, donde ofreció sus bendiciones.

Tras esta visita, Francisco se detuvo para rezar en un memorial por los niños abortados, hecho con cientos de cruces pintadas simbólicamente de blanco.

En misión evangelizadora

El Papa inició el jueves una visita de cinco días a Corea del Sur, donde alrededor del 10% de la población, de unos 49 millones de habitantes, es católica.

Uno de los objetivos del viaje de Francisco -el primero de un Papa a Asia desde 1995- es apoyar los esfuerzos de evangelización en el continente.

Hoy, el Papa se reunirá con obispos asiáticos y celebrará una misa con los jóvenes en un monumento a los mártires en Sosan.

La misa de cierre de su gira mañana en la catedral de Myongdong, en Seúl, estará dedicada a pedir por la paz y la reconciliación entre las dos Corea, con la que concluirá su visita histórica.

Una condena silenciosa al aborto y la discriminación

Francisco evita por lo general aludir a cuestiones culturales espinosas como el aborto, aduciendo que la doctrina de la Iglesia Católica sobre la santidad de la vida es bien conocida.

Pero ayer formuló una intensa aunque silenciosa declaración contra el aborto, deteniéndose a orar frente a un monumento para bebés abortados en una comunidad dedicada a cuidar de pacientes con severas incapacidades genéticas que suelen argüirse como justificación para abortar.

Francisco inclinó la cabeza para orar frente al monumento y habló con un activista antiaborto sin brazos ni piernas.

También pasó una hora bendiciendo a docenas de coreanos incapacitados que viven en la comunidad de Kkottongnae, fundada por un sacerdote en los años 70 para recoger a niños y adultos incapacitados abandonados por sus familias.

Todavía existen un tremendo estigma y discriminación en Corea del Sur en perjuicio de los incapacitados.

Francisco acarició y abrazó a cada uno de los residentes de la comunidad y pareció conmovido cuando una de las ancianas con parálisis cerebral, Kim Inja Cecilia, le entregó un origami en forma de cigüeña que ella misma había hecho con sus pies.

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