El papa Francisco escribió por primera vez una carta dirigida a todos los católicos del mundo prometiendo que la Iglesia no encubrirá nunca más los escándalos por casos de abusos sexuales cometidos durante muchos años por sacerdotes y otras personas vinculadas al clero.
El pronunciamiento fue realizado poco antes de su visita a Irlanda, un país de fuerte raíz católica que, sin embargo, fue muy sacudido por las constantes revelaciones de violaciones que contaron con total impunidad por encubrimiento de las jerarquías eclesiásticas.
Además, un reciente informe reveló que en Pensilvania, Estados Unidos, en los últimos 70 años unos 300 sacerdotes de ese Estado abusaron de más de 1.000 menores.
Se suman en el escándalo el caso del cardenal australiano George Pell, que enfrenta en su país un juicio vinculado con delitos sexuales, y la turbulenta realidad de Chile, donde renunció una treintena de obispos involucrados en miles de casos que desprestigiaron a la Iglesia como pocas veces se ha visto en un país de esta región.
Nuestra provincia, con la tristísima situación que salió a la luz en el Instituto Próvolo, se sumó a la larguísima lista de comunidades afectadas por los hechos que develan el costado oscuro de la comunidad católica.
Con esta carta, fue la primera vez que el jefe de la Iglesia escribe a la totalidad de los católicos de todos los continentes, puesto que con anterioridad se había expresado solamente con relación a los países afectados puntualmente.
En su potente mensaje, el Papa expresó a los creyentes católicos "vergüenza y arrepentimiento" para asumir "que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud del daño que se estaba causando en tantas vidas".
Acotó el Pontífice que "nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado".
Y lamentó que la Iglesia haya "descuidado y abandonado a los pequeños", los principales destinatarios de los hechos aberrantes que golpean a la institución.
La expresión de Francisco generó aprobaciones y críticas por igual y también advertencias vehementes, como las del arzobispo de Dublín, donde el Papa estará este fin de semana, quien opinó que "no es suficiente con pedir disculpas".
"Debe hablar claramente de nuestro pasado, pero también de nuestro futuro. Tenemos necesidad de una Iglesia que inspire confianza".
Lo más triste es que distintas versiones aseguran que en el Vaticano se sabía de casos masivos de abusos sexuales en el mundo desde hace varias décadas.
No obstante, más allá de algunas objeciones a la actitud del Papa por la carta difundida recientemente, es indudable que Francisco busca preservar su liderazgo y mantener la estabilidad de la institución a su cargo.
Conforme a dichos y acciones anteriores, el Pontífice puede tener a raíz de esta coyuntura la oportunidad de impulsar una sana y necesaria renovación del catolicismo, que creció y se extendió universalmente durante el prolongado reinado de Juan Pablo II sin llegar a erradicar este tremendo flagelo que se multiplicó a la par.
Los abusos crecieron junto a la misión del catolicismo, como la cizaña lo hizo con el trigo, según el relato de una de las parábolas evangélicas.
Y así como esa maleza fue claramente separada y destruida, tal vez haya llegado la hora de que la Iglesia separe con mano firme a los portadores de un mal que la corrompe y destruye.