El papa Francisco le transmitió a la ahora ex canciller Susana Malcorra que se mantendría “prescindente y muy al margen” del proceso electoral, pero algunos de sus últimos gestos y expresiones han puesto en duda esa declamada abstracción de la campaña para las legislativas de octubre.
Las cartas a la dirigente piquetera kirchnerista Milagro Sala, presa en Jujuy, y a la presidente de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, más un comentario fuerte sobre la realidad del país a obispos latinoamericanos, plantearon interrogantes en ambientes políticos y llevaron a preguntar: ¿qué pretende Jorge Bergoglio?
Los obispos de la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que no tiene argentinos en la actual integración, revelaron que el Papa expresó su preocupación por “la problemática social y política” en Brasil, Argentina, Colombia y Venezuela, durante la audiencia que mantuvieron con él la semana pasada en el Vaticano.
A los prelados les llamó la atención que el pontífice pusiera la situación de su país natal a la misma altura de un Brasil sumido en un escándalo de corrupción que golpea al poder político, una Venezuela al borde de una guerra civil con muertes y represión en las calles, y una Colombia con un proceso de paz endeble con la guerrilla de las FARC que pone en jaque a la administración de Juan Manuel Santos.
Lo cierto que no es la primera vez. El año pasado, más o menos para la misma fecha, y también frente a obispos del Celam, Francisco mostró preocupación por los “conflictos sociales y económicos” en la Argentina, Venezuela, Brasil y Bolivia.
El intercambio epistolar que el Papa tuvo con Milagro Sala, jefa de la organización Tupac Amaru, también causó revuelo político. En particular por los términos en que se dirigió el pontífice a la dirigente detenida en Jujuy por distintas causas en su contra, entre ellas acusaciones por extorsión, asociación ilícita y fraude a la administración pública.
Francisco manifestó en la carta que espera que su situación se resuelva “bien y pronto” y dijo comprender el “dolor y sufrimiento” de Sala, quien es considerada una “presa política” por la ONU, la OEA y organismos de derechos humanos, que además sostienen que su detención es “arbitraria”.
La vicepresidenta Gabriela Michetti fue una de las voces del gobierno de Cambiemos que reaccionó ante el gesto del Papa, al afirmar que le costaba “muchísimo entender” el respaldo a la jefa de la Tupac Amaru. “No entiendo la lógica”, dijo, y atribuyó esa posición a que recibe “información distorsionada” de la realidad del país.
Idéntica reacción provocó en el entorno del presidente Mauricio Macri, la carta manuscrita que Francisco le remitió a Bonafini en respuesta a otra que le había enviado la referente de los derechos humanos, y en la que afirmó que tiene por ella “respeto y cercanía”.
En la misiva, difundida el mismo día en que la dirigente era procesada por el desvío multimillonario de fondos destinados a viviendas sociales del programa “Sueños Compartidos”, Bonafini le advertía al Papa: “La estamos pasando muy mal, el país parece una montaña que se cae a pedazos como cuando sucede un terremoto”.
Pero el malestar de la Casa Rosada por los gestos de Bergoglio se sopesó, de algún modo, con el intercambio epistolar entre el Papa y Macri por los festejos del 25 de Mayo.
DyN