Perdidos en la capital italiana entre las reliquias que regala en cada esquina, el viajero no dejará de sorprenderse al desembocar de golpe en la Rotonda, la exquisita plaza adoquinada con una fuente en el centro y el magno Panteón de Agripa, dominando la escena.
Algunos soldados romanos para la foto, carruajes para salir a recorrer la Eterna y una decena de cafecitos en derredor del círculo de piedra desde donde el imponente frente de esbeltas columnas atrae como imán.
El Panteón no es un monumento más. Es el edificio mejor conservado de la antigua Roma. Fue en tiempos de Adriano, en el año 126 d.C. cuando se erigió (las marcas de fábrica de los ladrillos están fechadas en los años 123–125) sobre las ruinas del que levantó Agripa hacia el 27 a. C..
De ahí que haya permanecido el nombre del primero y de hecho la leyenda del friso en el pórtico sigue rezando: Marco Agripa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, (lo) hizo.
Su fachada asemeja las de los enclaves griegos. Ese gran pórtico de 16 columnas monolíticas de granito egipcio y base de mármol, divide el espacio en 3 naves y conduce a la planta circular en la cella, un modelo arquitectónico que resultó muy novedoso en sus días, puesto que siempre los templos habían tenido base rectangular.
En el interior la armonía se percibe más allá de conocer o no los números que la sustentan.
La cúpula de 43,30 metros de diámetro es lo que sorprende, con el óculo en el centro -8,92 metros- por el que entra luz solar creando una atmósfera fascinante. Esta importante abertura según la creencia romana, permitía un íntimo contacto entre los fieles y sus dioses.
En la actualidad también lo sugiere. El mismísimo Miguel Ángel habría definido al diseño de Il Pantheon como angélico más que humano.
Las proporciones del templo de todos los dioses dan cuenta de la perfección de su construcción: la altura del piso al techo es igual al diámetro de la cúpula; las paredes laterales tienen exactamente la mitad de la altura de aquella.
El pesado casquete merece atención -no fue realizado en travertino sino en hormigón precisamente para disminuir peso y permitir la resistencia de la mayor cúpula del orbe- aún más grande que la de San Pedro.
Está apoyada en un muro cilíndrico de 6 metros de espesor que alberga una especie de festoneado con bóvedas y arcos que trasladan el peso hacia los puntos de mayor resistencia.
En su interior se ven cinco filas de casetones, que decrecen en tamaño hacia el centro, hacia ese gran agujero que torna tenue la iluminación ambiental.
El magno templo pasó a ser católico en el siglo VII porque los ciudadanos decían que el sitio estaba invadido por demonios. Ésta fue su salvación ya que la Iglesia lo protegió hasta nuestros días.
De hecho el suelo de mármol y el revestimiento de las paredes son originales. En los nichos laterales se encuentran enterrados reyes, como Vittorio Emanuelle II y el genial artista Rafael.
Otros datos
Debería llamarse el Panteón de Adriano ya que fue él quien lo mandó a construir. Sin embargo el emperador era humilde y nunca quiso colocar su nombre en las obras de su gestión.
El espacio interno de la rotonda está constituido por un cilindro cubierto por una semiesfera. Ese cilindro tiene una altura igual al radio, y la altura total es igual al diámetro, por lo que se puede inscribir una esfera completa en el espacio interior.
El diámetro de la cúpula es de 43,30 metros, la mayor erigida en hormigón en masa de la historia. La de San Pedro es de 41,47 metros.
Las técnicas de construcción romanas fueron eficaces pues, 19 siglos después, podemos admirar esta hermosa nave circular.
Más información
Horarios: En verano está abierto de 8.30 a 19.30. La entrada es libre y gratuita.
Imperdibles: tomar un café en la Piazza de la Rotonda o un helado en la heladería que se encuentra en una esquina a la derecha del templo.
A pocos metros hacia la Piazza della Minerva está la Fuente del Elefante, de Bernini.