El país necesita el liderazgo del Presidente

Nadie discute que nuestro país está atravesando una situación económica y política compleja.

El país necesita el liderazgo del Presidente
El país necesita el liderazgo del Presidente

Frente a los problemas económicos que parecen no tener fin, en cierta parte de la opinión pública comienza a crecer la idea de una nueva oportunidad perdida, que la esperanza de encaminar la Argentina hacia aquello que se denominó "un país normal", se va esfumando. La crisis cambiaria, la recurrencia al FMI, estimulan estas sensaciones nada positivas.

A  veces el gobierno parece desorientado, con reacciones lentas, como si los acontecimientos lo sorprendieran. Los cambios en el BCRA, en el gabinete no parecen suficientes para revertir las cosas, crear nuevas expectativas positivas. Parece reproducirse  el ciclo que hace dos décadas  J. J. Llach llamó "de la ilusión al desencanto".

En esta situación, como siempre ocurre, en la realidad se entremezclan factores económicos y políticos, relativamente objetivos, con climas psicológicos o anímicos, más difíciles de descifrar y  menos aún de mensurar su incidencia en los anteriores. Lo cierto es que en este contexto que estamos viviendo desde fines de abril, no extraña que sociólogos y politólogos destacados hayan ensayado reflexiones sobre la cuestión de liderazgo del gobierno y del Presidente en particular.

El liderazgo es una percepción que la población entiende su existencia por intuición y experiencia. Liderazgo es, en esta perspectiva, capacidad de conducir grupos humanos, de organizarlos y guiarlos en la búsqueda de un objetivo considerado deseable. Ocurre desde la política al deporte o la religión; recordemos los grandes papados de los últimos 50 años y la figura de Juan Pablo II.

Argentina tiene una organización político institucional con fuerte rol del Presidente de la Nación. Ya lo explicaba Juan Bautista Alberdi, padre de la Constitución. A lo largo de la historia hemos pasado por distintos tipos de liderazgos políticos. Desde el que ejercieron los caudillos en la dolorosa etapa de las guerras civiles, en el siglo XIX a los que, con notable trascendencia, ejercieron en las presidencias fundadoras, Urquiza, Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Igualmente se destacan las dos Presidencias de J. A. Roca y, aún, el corto paso por el cargo de C. Pellegrini. En el siglo  XX (antes de el largo periodo democrático iniciado en 1983) H. Yrigoyen, J. D. Perón, A. Frondizi y A. Illia, a su manera ejercieron  esa función de liderazgo, de conducción, de orientación de la sociedad hacia un rumbo definido.

Por cierto hemos tenido deformaciones del liderazgo presidencial, lo que se ha llamado hiper presidencialismo, situación que en realidad degrada el rol y valor de las instituciones, para dejar a la vista la desmesura del personalismo autoritario, dañino para ellas. El matrimonio Kirchner y especialmente Cristina Fernández  en sus dos periodos de gobierno son arquetipos.

Así las cosas, el triunfo de Cambiemos y la asunción de Mauricio Macri como presidente crearon la expectativa de un liderazgo moderno, menos personalista, desde luego nada autoritario. Un liderazgo republicano, respetuoso y recreador  de aquella tradición del siglo  XIX. Así pareció ocurrir, con altos y bajos, en la primera parte de su gobierno, hasta las elecciones de octubre pasado. Sin embargo una sucesión de errores propios y avatares externos han ido desdibujando aquel inicio, sensación que se percibe en quienes apoyan al gobierno, al presidente en particular.

Ciertamente, los acontecimientos económicos, la escalada del dólar, la pérdida de reservas, la necesidad de recurrir al FMI han contribuido al clima descripto. Pero justamente frente a esos hechos ha faltado la palabra orientadora, con definiciones claras del Presidente.

En nuestra sociedad, afortunadamente, en amplio sectores arraiga un profundo y sano sentimiento nacional, patriótico. Esos sectores, que atraviesan toda la sociedad, quisieran escuchar de boca del Presidente palabras más convocantes que la economía. Que exprese claramente su voluntad de incluir a todos en  un definido proyecto de Nación, como hicieron muchos de sus antecesores.

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