La irrupción del nuevo coronavirus ha marcado un verdadero quiebre en muchos planos asociados a las conductas pero en particular hizo surgir -o profundizar- una mirada del otro percibido como amenaza.
Del riesgo que podría implicar un posible portador del virus hay que resguardarse tras sendas barreras: distancia mínima, barbijo, las paredes de la vivienda. Se instaló el miedo asociado a la posibilidad de poner en riesgo la salud e incluso la vida y a partir de él se habilitaron mecanismos de control individual en pos de la protección colectiva.
Un estornudo cercano comenzó a generar incomodidad, el que no cumple las medidas preventivas dispuestas es cuestionado e incluso se ha llegado a casos de verdadera discriminación y violencia contra portadores del virus, familiares y personal de salud.
Un caso emblemático en la provincia fue lo sucedido con la familia del segundo fallecido local por el virus, que vivía en el barrio Municipal de Las Heras. Fue "escrachada" en las redes e incluso trascendió que vecinos amenazaron con apedrear la casa.
También han llegado noticias de trabajadores de la salud que han sido discriminados, sobre todo en Buenos Aires donde hay más circulación. Quienes viven en inmediaciones a su domicilio les han dejado notas o solicitado de otro modo que se muden porque ponen en riesgo a todos, apelando incluso a métodos violentos.
Un médico mendocino relató que recibió la solicitud de sus parientes de no acercarse a una de sus familiares cercanas adulta mayor. En tanto, uno de los recuperados locales contó a Los Andes que perdió algunos de sus clientes y ha notado cambios de conductas en compañeros de trabajo, aunque tratan de disimularlo. Aclaró que si bien dio positivo fue asintomático y que de todas formas la actitud más común que notó en la gente y cercanos fue acompañamiento y preocupación.
El miedo
"El otro se volvió una amenaza, pero no es una novedad", sostuvo Alejandra Olaiz, profesora de Filosofía , quien explicó que la pandemia profundizó algo preexistente.
"Tenemos un otro que discriminamos siempre, ahora porque no te pusiste el barbijo", mencionó.
Remarcó que siempre está lo normal y lo anormal, el yo y lo otro y hoy lo anormal es patológico.
"Se ha generado esa psicosis que se suma a esto de que no sabemos por cuánto será: hay una peligrosidad latente y hay una utilización política de estas decisiones", mencionó.
El licenciado Mauricio Estrada, presidente del Colegio de Psicólogos de Mendoza, también habló de algo preexistente que se va conformando de acuerdo a un momento sociohistórico determinado. "Esa idea del otro peligroso ha estado atravesada desde lo político, religioso, étnico y hasta por el género", resaltó.
"Pensar que el otro es un peligro es un mecanismo de defensa de este yo, que viene a demostrar mi intolerancia a la diferencia", subrayó.
La pandemia ha venido a trastocar seguridades y eso genera incertidumbre, asociado a ella aparece el miedo que para el profesional no está mal que se manifieste.
"Los miedos se han expresado en diferentes sentires, uno de ellos es el temor a la muerte, esto que era extraño lo termino depositando en el otro como peligroso pero es parte de un proceso", detalló.
Y continuó: "El miedo lleva al sálvese quien pueda". Frente a esto hay dos alternativas, quedarse en el miedo paralizante o apostar al lazo social entre el yo y el otro diferente.
La mirada inquisidora
El cuerpo del otro que se volvió un riesgo habilitó el control en el espacio público y en el privado. Afuera, las fuerzas de seguridad ganaron presencia para controlar los movimientos. Adentro, en el espacio privado, pasaron a regularse las conductas determinando pautas. En ese marco, se hizo un llamado a la comunidad a que denunciara a quien incumpliese lo señalado y habilitó la conducta policíaca en los ojos del vecino.
"Esto de mirar al otro desde una mirada de acusación, mirando la paja en el ojo ajeno, hace que se esté atento al otro y a lo que hace y habilitó esa mirada policíaca que todos llevamos dentro", resaltó Olaiz.
Dijo que por otra parte, esa mirada inquisidora lleva a la sensación de que se invade la libertad y se pierde el rango que lo que se debe hacer y lo que no.
Paradojas
La situación no deja de expresar contradicciones y paradojas. Por un lado, el otro que se vuelve amenaza es al mismo tiempo indispensable para sobrellevar la situación con el mayor éxito posible.
Estrada lo advierte: "Se suele dar una cuestión paradójica, el que se suele señalar como peligroso o enemigo a ese otro que es también quien puede salvarme".
Atenuar el contagio se ha señalado como una cruzada solidaria en la que se requiere del compromiso mancomunado, es decir: del otro. Que esto se logra entre todos, que "vamos bien", que nos alejemos para cuidar a quienes amamos.
Asimismo, el personal de salud que se mira de reojo es justamente el mismo que se ha aplaudido tantas noches a las 21, que se destaca por estar en primera línea de atención, en contacto con personas infectadas, poniéndose en riesgo, es el que cuida y de quien depende la vida.
Además, el plasma de un convaleciente, el de los recuperados que algunos prefieren bien lejos, es justamente el recurso de una de las primeras líneas de investigación para tratar pacientes infectados y evitar que lleguen a instancias críticas de la enfermedad.
Nuevas normas de protección y cuidado colectivo
Drásticamente y en tan sólo dos meses y medio hubo que adaptarse a una nueva forma de vida y el cimbronazo no pasará sin dejar huella.
"Se juega una sociedad utópica, la urgencia de esta realidad, ha sido un parar la pelota, y tengo que pensar cómo voy a hacer el pase - dijo la filósofa Alejandra Olaiz- y hemos tenido esos pequeños tiempos para reflexionar".
En ese plano señaló que cambiaron las condiciones materiales, se ha podido pasar más tiempo con la familia e incluso actividades que antes no se compartía. Todo llevará a pensar que otro modo de vida es posible. El teletrabajo, el tiempo perdido en gestiones, la cercanía con la escuela son parte de lo que cambió y entre ello la manera de cuidarse.
Pero además remarcó que la violencia hacia las mujeres y niños ha crecido mucho y la situación está enrostrando con las realidades más crudas. Asimismo han surgido estallidos sociales y reclamos, más fuertemente en Brasil y Estados Unidos pero Argentina no estuvo exenta: muchos se han unido para pedir el fin del aislamiento, por sus fuentes de ingreso y sus condiciones laborales. En el marco del abrupto traslado de las relaciones sociales a la virtualidad las redes fueron la calle que no pudo pisarse.
"Esa relación de tensión va a estar presente", consideró.
Para el licenciado en Psicología Mauricio Estrada se trata de un aprendizaje y una oportunidad. "No considero que le corresponda al ciudadano ocupar ese papel de fiscalización sino que estamos convocados a participar como ciudadanos en la construcción de un nuevo orden social", consideró.
Para él las normas de protección de la población y cuidado colectivo vienen a constituir una nueva cotidianidad .