El oro o el bronce - Por Roberto Azaretto

Los kirchner quisieron sumar para sí la riqueza, el control del estado y encima el hálito de redentores sociales.

El oro o el bronce - Por Roberto Azaretto
El oro o el bronce - Por Roberto Azaretto

En 1910 la Argentina en su centenario demostraba al mundo que su dirigencia había logrado en una sola generación convertir un desierto en una nación moderna y la región más pobre del Imperio Español en la más rica de Iberoamérica.

Como parte de las celebraciones de la gesta de mayo vino al país la infanta Isabel en representación de la monarquía española. El programa de festejos  incluyó una visita a la cabaña San Juan de Leonardo Pereyra Iraola a la que concurrió acompañada por el presidente José Figueroa Alcorta, quien no era estanciero, como sí lo fueron Roca, Yrigoyen o Roque Sáenz Peña.

En el establecimiento, que hoy es el parque Pereyra Iraola, se presentó a la princesa los planteles de reproductores  Durham, se sirvió un asado con cuero y desfilaron los peones con sus atavíos tradicionales. El presidente le dice a la infanta: "Observe alteza mi estancia, mis rebaños", y doña Isabel responde sonriendo: "Como si yo no supiera que usted es un pobrete". El presidente Figueroa Alcorta retruca: "¡Pobrete!  Es el sintético elogio y el más hermoso calificativo a que puede aspirar un gobernante en un país pletórico de riquezas".

Hoy en este país que sufre una larga crisis, que ha sido ya superado por varios Estados de la región en su PBI tanto global como per cápita, con un tercio de la población pobre y casi la mitad de los  jóvenes en esa situación, gran parte de la dirigencia política argentina no puede demostrar el origen lícito de sus patrimonios que en algunos casos alcanzan cifras escandalosas en dólares.

Un pueblo empobrecido, clases medias enflaquecidas y una oligarquía de políticos y empresarios corruptos,  con la complicidad de la justicia federal han logrado la decadencia del país y comunicadores que gozaban  de pautas publicitarias oficiales o empresarias para ocultar los hechos o ningunear a los que se atrevían a decir las cosas.

Con el pretexto de financiar la política, se montó un sistema de complicidades basada en especial en la patria contratista, una de las dos nefastas herencias del régimen de Onganía. La otra fue la ley de obra sociales que sirvió para convertir en archimillonarias a las mafias sindicales que además con sus extorsiones impiden la modernización del país.

Hay otros nichos de corrupción, financiamiento ilegal de la política y enriquecimiento personal de los dirigentes que es el cáncer del juego. El juego que explota la desesperanza de los pobres que dejan sus pocos pesos en las máquinas tragamonedas que deberían ser prohibidas.

Desde los años noventa ese fenómeno degradante se ha extendido, siendo también la herramienta para lavar el dinero de la corrupción, del delito, del narcotráfico.

Por eso, lo que hoy está ocurriendo con los juicios  a la corrupción puede ser un antes y después en la Argentina. El presidente ha dejado de proteger, aunque la investigación afecte a familiares. Su origen le hace  pertenecer al viejo esquema que debe fenecer, pero puede ser el Suárez argentino que conduzca la transición hacia una Argentina fundada en el respeto a las instituciones y que recupere los valores  que nos legaron conductas ejemplares como la sanmartiniana  y la de los presidentes argentinos probos.

Hubo actos de corrupción en otros tiempos pero eran hechos puntuales.  El problema de estas últimas décadas es que se fue montando un sistema consistente en sacarle recursos al Estado en beneficio de empresarios prebendarios incapaces de competir en un capitalismo en serio.

El que esto escribe no está sorprendido, no sólo lo sospechaba sino que ya denunció al grupo Roggio en 1990 y a toda la Cámara de la Construcción en 1998 por las concesiones de peaje otorgadas por Dromi en el gobierno de Menem, uno de los más escandalosos casos de corrupción de ese tiempo. Y hace pocos años denunció la relación de Julio de Vido con las obras provinciales como es el caso de Santiago del Estero donde el gobernador Zamora ha sido uno de los cómplices más notorios de De Vido y sus festival de sobreprecios. Porque para acrecentar la infamia, lo hicieron en la provincia  con los peores  índices de pobreza del país.

Hay un peronismo que se autocalifica de republicano que ahora tiene la oportunidad de demostrarlo comenzando por rescatar al Senado de ser el aguantadero de la corrupción.

El senador Pichetto fue cómplice de la permanencia de Oyarbide cuando el justicialista César Arias y el radical Eduardo Avalovich, en 1999, promovieron su destitución. Y fue cómplice del saqueador del Banco de Mendoza, Raul Moneta. No obstante ahora tiene Pichetto la oportunidad de mostrarse distinto.

Es la manera de evitar salvadores de la patria que pueden ser peores.

Una vez un dirigente me dijo que en política se elegía entre el bronce y el oro, ya que no se podían tener las dos cosas.

La familia delictiva que vino de Santa Cruz pretendió en su desmesura el poder total, como las dinastías de Medio Oriente. Pero sumar en uno solo la riqueza, el control del Estado y encima el hálito de redentores sociales, era un imposible para cualquiera y aún peor para gente de tan baja condición, primitivos, toscos, incultos, guarangos.

Pensaron que todo era posible y si hay una certeza humana es que todo es finito.

Cristina tenía una obsesión con la historia de la que sin embargo ignoraba mucho. Pero a su modo lo ha logrado: entrará en la historia junto a Néstor. 
Sólo falta Jorge Luis Borges para incluirla en la historia universal de la infamia.

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