El oro de Pareto es el espíritu olímpico de Del Potro, Ginóbili y Messi

La presea dorada de la Peque simboliza el esfuerzo de los grandes deportistas argentinos de todos los tiempos sin medir su nivel de riqueza.

El oro de Pareto es el espíritu olímpico de Del Potro, Ginóbili y Messi

Por Fabián Galdi  - editor de MÁS Deportes digital -

Confundir el llamado espíritu olímpico en oposición al deporte súper profesional a partir del metro patrón de la retribución en dinero es un error de apreciación que nada tiene que ver con la realidad. El deportista que participa de Río 2016 representa a su país de origen y vive de su actividad antes y después de la magna competencia. Que recibe dividendos económicos sea cual fuere la situación es un hecho tan innegable como felizmente entendible: es un trabajador del deporte y como tal tiene derechos y obligaciones. De otra manera no podría dedicarse de lleno a su disciplina y su nivel de performance iría decreciendo conforme a la complejidad de las etapas a superar. Ayer, hoy y mañana, lo mejor ha sido blanquearlo para evitar lo que en otros tiempos se denominaba amateurismo marrón. Este eufemismo se utilizaba para negar que la moneda pasaba a manos de los deportistas por debajo de la mesa, tal como si fuera un ílicito que se supiera que los practicantes podían vivir del producido de su esfuerzo.

La medalla dorada que conquistó Paula Pareto vino acompañada de un premio de 75.000 dólares, conforme a la escala dispuesta por el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo. Por este mismo cánon, las preseas plateadas serán retribuidas por 35.000 dólares y las bronceadas por 25.000 dólares. Si las competencias son por equipos, entonces las recompensas del ENARD son de 350.000 dólares (oro), 250.000 dólares (plata) y 200.000 dólares (bronce). En el caso de los  entrenadores´de los deportistas con podio, el monto a recibir en la moneda norteamericana será de 18.750, 8.750 y 6.250, respectivamente.

Para la judoca, la cifra implica un cambio importante en el caudal que pudiera guardar su cuenta bancaria. Para estrellas consagradas como Juan Martín del Potro, en cambio, la suma implica poco y nada de acuerdo con las ganancias suculentas que otorga el circuito ATP. Ni hablar de si la Generación Dorada también pudiera contar con la esfera metálica colgada del cuello: Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni, Carlos Delfino y ahora Facundo Campazzo jamás verían alterado el alcance de sus ganancias, especialmente las de quienes fueron y son referentes en la NBA.

Más allá de las relaciones asimétricas entre los integrantes de la delegación, si es que la vara se midiera exclusivamente por los ingresos económicos, lo cierto es que las diferencias entre los millonarios, los de buen pasar y los de sueldo que cubre necesidades básicas desaparecen a la hora de la alta competencia. Y si algo ratificó #Río2016 es que los atletas argentinos se concentraron en rendir al límite de sus posibilidades en cualquiera de los deportes. Es más, ni siquiera perdieron la intensidad de la entrega a pesar de que en la mayoría de los casos contaron con un doble antagonismo: el de sus adversarios ocasionales en la práctica y el de las continuas manifestaciones de desaprobación del público brasileño.

Hay casos de resonancia mediática que se mantienen a lo largo de temporadas enteras y sucesivas. El básquet, el tenis y el vóleibol, por ejemplo, pero marcadamente más en varones que en mujeres. En menor medida, la métrica también alcanza a Los Gladiadores o La Garra en el balonmano, a atletas como Germán Chiaraviglio, Brian Toledo y Germán Lauro, a nadadores tales como Federico Grabich o Virginia Bardach y a la cada vez más instalada dupla de beach volley formada por Ana Gallay y Georgina Klug. Desde ya, el caso especial con Las Leonas en el hockey sobre césped femenino o ahora la irrupción de Los Leones en el masculino. El auge de las transmisiones televisivas fue abriendo un espacio que hoy día no sorprende con la atención puesta en el deportista argentino que se intenta abrir camino en el máximo nivel competitivo del mundo. Sin ir más lejos, Santiago Lange (quien superó un cáncer) y Cecilia Carranza en vela, quienes también alcanzaron una chance cierta de coronar su producción con una medalla.

Está instalado, también, un debate de raíz falsa respecto de que el deporte olímpico se contrapone con el fútbol regido por la #FIFA. Es más, por más radicalización que se busque con esta mirada de corto alcance, lo cierto es que el deporte más popular entre los argentinos cosechó cuatro medallas: dos doradas (Atenas 2004 y Beijing 2008) y dos plateadas (Amsterdam 1928 y Atlanta 1996). Es cierto que en el hincha promedio futbolero, los logros en olimpismo quedan disociados de los máximos lauros del profesionalismo, tales como los mundiales 1978 y 1986, pero tampoco puede negarse que la base del subcampeón olímpico '28 fue la que logró idéntico puesto en la primera Copa del Mundo - Uruguay 1930 - apenas un par de años después. Los uruguayos, en cambio, le dan un valor semejante, al punto que en el escudo de la camiseta celeste figuran cuatro estrellas del mismo tamaño (dos de los JJOO y dos de los mundiales 1930 y 1950). Aquí, en cambio, las victorias ocupan un lugar menor en la consideración general, más allá de que hayan dado la vuelta olímpica figuras como Lionel Messi, Juan Román Riquelme, Javier Mascherano, Sergio Kun Agüero, Ángel Di María o Carlos Tévez, entre otros, y que los equipos hayan sido dirigidos por Marcelo Bielsa (2004) y Sergio Batista (2008).

No faltaron las comparaciones en cuánto ganaba Pareto por su oro en la categoría hasta 48 kilos y cuánto percibió Gonzalo Higuain por su transferencia desde el Nápoli hacia la Juvent.

El espíritu olímpico no se mancha ni se manchará mientras se tenga claro que representar a la Argentina es ya un premio en si mismo, independientemente de los resultados finales. Quien así no lo entienda se sentirá sobrepasado por el peso de la historia, mucho más contundente que el peso como unidad monetaria.

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