Guerra de civilizaciones
En “El Choque de Civilizaciones”, Samuel Huntington dice: “El tema central de este libro sostiene que la cultura y las entidades culturales, que en su nivel más amplio son identidades civilizacionales, están configurando las pautas de cohesión, desintegración y conflicto en el mundo de la posguerra fría”.
Esto significa que, por primera vez en la historia, la política global es a la vez multipolar y multi-civilizacional. Además indica que el equilibrio de poder entre civilizaciones está cambiando. Occidente pierde influencia relativa mientras que las civilizaciones asiáticas están aumentando su poder económico, militar y político, y el Islam experimenta una explosión demográfica de consecuencias desestabilizadoras para los países musulmanes y sus vecinos. Las civilizaciones no Occidentales reafirman por lo general el valor de sus propias culturas.
Evaluaba Huntington que, en definitiva, está surgiendo un orden mundial basado en la civilización. Asimismo, las pretensiones universalistas de Occidente colisionan cada vez más con otras civilizaciones, de forma más grave con el Islam y China, de lo que se deduce que la “supervivencia de Occidente depende de que los estadounidenses refirmen su identidad occidental y los occidentales acepten su civilización como única y no universal, así como es necesario que se unan para renovarla y preservarla frente a los ataques de culturas no occidentales”.
Que unamos esfuerzos, me parece excelente, pero no bajo la férula de los EEUU, por no ser suficientemente representativo de lo que entendemos como valores de la cultura occidental.
Diferencias culturales entre Oriente y Occidente
La cultura oriental nos lleva una gran ventaja por el apego a sus valores tradicionales, por los que están dispuestos a dar la vida. Además asoma (a flor de piel, en cuanto rascamos un poco), un tenaz resentimiento y enemistad por la explotación de que fueron víctimas por parte del mundo occidental.
A este rosario podemos agregar un par de cuentas más como, por ejemplo, una actitud de respeto disciplinar por la autoridad, el orden establecido, las jerarquías, etc., tanto en las relaciones sociales como en lo cultural y laboral, con un fuerte sentido de compromiso con la empresa como con la comunidad que integra.
Valores y principios muy diferentes del modo de vivir hedonista, con un grado muy bajo de compromiso con su cultura y sus valores, con ideologismos débiles y no integristas y credos religiosos lo menos comprometidos posible, débiles y que requieran poco, siendo más figurativos (aparentar) que otra cosa. Mientras, se rinde culto a los nuevos dioses: el dinero, el desarrollo físico y no espiritual de las personas, el sexo y la diversión en todas sus formas. (incluyendo la drogadicción).
No es de extrañar entonces que, del otro lado, aprovechando esas debilidades del mundo occidental, surjan cosmovisiones fundamentalistas e integristas que aspiren con basamentos religiosos, pero con objetivos políticos, a dominar el mundo.
Así, luego de la desaparición del socialismo real con la caída de la URSS, el integrismo islámico tuvo un extraordinario desarrollo que la ceguera de la plutocracia del mundo occidental no advirtió y en muchos casos favoreció su derrotero para el logro de sus mezquinos intereses políticos y económicos.
Esto llevó a la creación de monstruos que muy pronto escaparon de sus designios para pelear por sus propios objetivos. Tales son los casos de los talibán en Afganistán; Al Qaeda en su sede central de Arabia Saudita y del más feroz y sanguinario Estado Islámico con territorio “propio”. Al igual que en el caso de Afganistán, donde la CIA reclutó y armó a los talibán, después del atentado del 11-S, contra las torres gemelas y el Pentágono. Pero ciertas teorías que circularon en todos lados no coincidían con la versión oficial de los hechos. Una consideraba como únicos culpables a Bin Laden y a Al Qaeda, mientras que las versiones que circularon hacían extensiva la responsabilidad al gobierno de los EEUU y a la CIA. Además negaban que se hubiera estrellado un avión en el Pentágono (Meissan,Therry. "La terrible impostura" Buenos Aires, Ateneo, 2002).
Territorio propio es un decir, porque el vasto espacio de que disponían era fruto de la usurpación. Es decir, del robo u ocupación violenta de territorios de países, con serios problemas internos, tales los casos de Siria envuelta en una dolorosa guerra civil e Irak, que vivía los estertores de una desoladora anarquía.
El poseer un espacio territorial propio lo habilita para constituir un Estado. Sin territorio no hay posibilidad de que la nación acceda a Estado; el ejemplo más emblemático lo constituye el pueblo kurdo. Otro es el caso de Polonia, que perdió su carácter estatal cuando su territorio fue ocupado por potencias enemigas, en distintas oportunidades.
El fundamentalismo islámico
Volviendo sobre los temas centrales de esta nota, fijemos nuestra mirada sobre el papel que juegan Arabia y el Estado Islámico, en este damero de la política internacional.
Arabia, gobernada desde la “prehistoria” por la familia Saudí, dispone de grandes yacimientos hidrocarburíferos, que la convierten en la principal productora y exportadora de petróleo, lo que le asigna una singular importancia en la geopolítica de los recursos, por la existencia de grandes reservorios tanto en la parte emergida como sumergida del continente. Esta ventajosa posición les permitió acumular una gran riqueza y una posición de privilegio en la región.
Dijimos con anterioridad que la fuerte imbricación existente entre la política exterior de estos países y su matriz religiosa, imprime un carácter muy especial a su quehacer en materia geopolítica. Arabia Saudita pertenece a la rama sunnita del Islam y dentro de ella a un sector ultramontano del fundamentalismo islámico, de los primeros tiempos de la expansión de este culto. Es la secta denominada Wahabismo. ¡Qué curioso resulta que tanto uno como otro de aquellos grupos terroristas, se nutran de los principios religiosos del culto oficial de Arabia! Esta rama está progresando con fuerza en el mundo islámico.
En numerosos documentos oficiales de los EEUU se destaca que el financiamiento de Al Qaeda y otros grupos terroristas provienen de los petrodólares de Arabia Saudita. Esto más, la confirmación que de los 19 terroristas que concretaron el ataque del 11-S, 15 eran saudíes no ha impedido que EEUU siga considerando a Arabia y a Paquistán -otro de los implicados- como sus principales aliados en la región.
Es que pueden estar asustados por el Frankenstein que ayudaron a crear, pero no es mucho lo que pueden hacer.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes.