El ombligo - Por Jorge Sosa

El ombligo - Por Jorge Sosa
El ombligo - Por Jorge Sosa

El Perich, el célebre humorista catalán, escribió hace tiempo que “el cuerpo humano, puesto a tener cosas tan inútiles como el ombligo, bien podría tener bolsillos”. El ombligo es una marca de fábrica. Todos los tenemos y no es mucha la importancia que le damos.

Aproximadamente reside en la mitad del ser humano, que se divide en ombligo para arriba y ombligo para abajo.

Simpáticamente llamado “pupo” es un lugar obligado del baño para eliminar las pelusitas que pudiera juntarse en él.

Es la cicatriz que queda tras la rotura del cordón umbilical en el bebé y suele ser una depresión en la piel, un pozo de carne que no sirve ni siquiera para guardar las monedas.

Por su posición ha dado lugar a numerosas comparaciones: cuando alguien quiere decir que es el centro de un acontecimiento, un lugar o un acción se refiere al ombligo. 
"Cusco", por ejemplo, es ombligo en quechua, y le dio nombre a esa ciudad que fue el centro del imperio de los Incas, el lugar donde todo se decidía.

El ombligo trajo controversias entre los dibujantes del pasado ligados con la religión, porque dudaban de representar a Adán y Eva con ombligo. No debieron tenerlo porque fueron concebidos de manera nada frecuente en estos tiempos.

Algunos le dan al ombligo connotaciones eróticas, más en esta época donde el calor aprieta y las mujeres muestran gran parte de su superficie epitelial.

Entonces el obligo es mostrado y eso alimenta la apetencia sexual de todos los hombres que se encuentran con un ombligo de frente.

Pero no tiene actitud fisiológica, es más una fantasía masculina.

En la Edad Media se cuidaba mucho de la perfección del ombligo, aunque con los trajes abultados que usaban en la época era muy embromado que el ombligo se viese. Pero se tomaban precauciones para esa perfección y entonces se los envolvía a los querubines como si fueran momias y se les colocaban pesas en la cicatriz del cordón umbilical para obtener un hermoso y profundo ombligo. Se ve que no tenían inflación de qué preocuparse en la Edad Media, porque ocupaban el tiempo en cada güevada...

A veces el ombligo fue objeto de adoración y culto, u ocupó la mitología de los pueblos milenarios. Los Unmatjera, una tribu de origen australiano, cuyos miembros creían en los “muris” o “gérmenes de los niños” se escondían tras las rocas y los árboles esperando entrar a las mujeres por el ombligo y embarazarlas. Estaban un poco equivocados los muchachos, yo no sé como lograron procrear de esta manera.

La cuestión es que el ombligo no ha pasado desapercibido para los intelectuales, muchos de los cuales, los tomaron como motivos para sus trabajos, ahí están los libros “El ombligo del mundo”, de Ramón Pérez de Ayala o “Todos los ombligos son redondos”, de Álvaro de Laiglesia, entre otros.

Sin embargo no mucha importancia más le ha dado el ser humano a este hoyito que puebla la mitad de nuestra anatomía. Salvo lo dicho, cuando las mujeres lo muestran como si fuera un orificio de tentación.

Se viene el ombliguerío del verano y seguramente provocará suspiros en los labios masculinos, en los femeninos no, porque hay gordos entre los hombres donde el ombligo es algo más desagradable que otros orificios que no quiero nombrar porque afearían esta nota. Parecen el Pozo de las Ánimas de nuestra desierta anatomía.

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