El tipo sale de su casa apurado porque se despertó tarde y se le acerca inexorablemente el horario de entrada al trabajo y cuando está a varias cuadras de su casa se da cuenta de que se ha olvidado de su teléfono celular.
Es una de las peores cosas que le puede ocurrir al tipo. El teléfono celular ya forma parte de su modo de ser y sin él se encuentra desamparado, como desprendido del mundo. Es terrible.
Olvidarse de los lentes es otro inconveniente mayúsculo porque no va a poder desarrollar sus actividades plenamente ya que, en algún momento del día, le va a tocar escribir algo o leer algo y sin los lentes tales actividades son impracticables.
Diariamente nos olvidamos de cosas, cosas que pueden ser realmente inconvenientes como que se olvide de apagar la hornalla de la cocina, como que se olvide de pagar la boleta del gas y le corten el gas, como que se olvide de llevarse un abrigo en pleno invierno.
Pero hay circunstancias del olvido que son realmente nefastas, como por ejemplo, olvidarse del cumpleaños de alguno de su familia, u olvidarse del aniversario de su primer (o segundo, o tercero) casamiento. Esto puede originar rencores que no son fácilmente superables y ocasionar varios días de disgusto hasta que el afectado se olvide de la afrenta.
El olvido anda de la mano de nosotros diariamente y son pocos los días en que nos olvidamos de algo. Dice un amigo melonudo que la agenda es indispensable para saber hoy de todo lo que nos olvidamos de hacer ayer.
Hay métodos para no olvidarse de las cosas, como cambiar el lugar del reloj pulsera o el anillo, cosa que provoca incomodidad pero la incomodidad implica el recuerdo.
Claro que hay cosas que son realmente graves en este asunto del olvido: “Me olvidé de ser feliz”, dijo una vez uno de nuestros grandes pensadores y eso es una cuestión que no se arregla con solo cerrar los ojos; el alma no puede cerrarse, funciona las 24 horas del día.
Sin embargo el olvido tiene su lado positivo. Porque si no contáramos con él recordaríamos muchas cosas que nos hicieron daño. El olvido repara esa incomodidad y nos permite encarar la vida con cierto sentido de optimismo. Sería insoportable recordar todas las veces en que hemos metido la pata o le hemos fallado a la vida, o que la vida nos ha golpeado. Andaríamos con una pesada carga encima.
Hay un bolero bastante conocido en le época en que el bolero era conocido que dice: “ Dicen que la distancia es el olvido”. Y hay muchos que se van para emprender una nueva vida y olvidarse de los malos momentos que la vida les ha procurado en su lugar de origen. Sin embargo uno “extraña” y extrañar significa no olvidar del todo, aferrarse a algún lugar o alguna anécdota del pasado y empezar a transitar los caminos de la melancolía.
O sea que el olvido tiene su lado positivo y su lado negativo. Nos puede ocasionar disgustos realmente insoportables o nos puede hacer olvidar de esos disgustos y lo insoportable que fueron.
El olvido limpia el pensamiento y lo predispone a pensamientos nuevos, esa es su ventaja. Las deudas del pasado quedan encerradas en un cajón de indiferencia y entonces uno puede encarar la vida sin la pena que significa haber sido tan imperfecto.