Llueve la cerveza, y no es metáfora. Cae de arriba, espumosa y refrescante, merced a un martillazo que un señor ataviado para la ocasión le da a la estaca y al barril, con los bríos de quien estuvo esperando un año entero el acierto.
El ritual se llama “Espiche”, y marca el inicio oficial de la Fiesta Nacional de la Cerveza. Uno de los eventos más convocantes del país que en Villa General Belgrano, el máximo referente de la colectividad alemana en Argentina, se celebra a lo grande. Son testigos las montañas verdes y mansas de las sierras cordobesas.
En particular las de Calamuchita, valle que desde su seno, 85 kilómetros al suroeste de la capital provincial, invita con una jarra hasta el tope de alegrías.
La 51a. edición arranca el viernes 3 de octubre, y se extenderá de forma ininterrumpida hasta el lunes 13 (feriado por el Día del Respeto a la Diversidad Cultural). Serán 11 días y 11 noches de brindis y encuentros, de algarabía y saltitos cortos y muchos, como los que da uno cuando anda con el corazón lleno de serpentinas.
Todo, al son de miles y miles de litros de cerveza de muy variada gama, de desfiles y de música en vivo, cortesía de agrupaciones venidas de 10 provincias argentinas, de Brasil y del Uruguay, y que representan a base de ritmos, danzas y trajes, el folklore de 17 naciones. Entre ellos, Alemania acumula los honores. No podía ser de otra manera, con tanto Oktoberfest dando vuelta.
Lo plural de la propuesta
El contexto es bien cómplice de la fiesta. Un pueblo que roza los 10 mil habitantes, donde la cultura germánica se desenvuelve a gusto. Y no sólo en el quehacer social, cantidad de descendientes cultivando usanzas del centro de Europa (en general son puntuales, correctos y hasta parcos los locales, sobre todo en comparación al resto de los cordobeses y su usual desfachatez), sino también en las acuarelas del terreno.
La calle exhibe arquitectura repleta de ligazones con la Bavaria rural, nexo que se revela a su vez en la cartelería: por disposición municipal, todos los establecimientos deben realizar sus letreros en madera (incluso los bancos y supermercados tienen el suyo). Combina con el asunto el rededor próspero en reminiscencias alpinas; cerros, arroyos y bosques de pinos y cipreses así lo hacen saber.
Allí, en ese plano hecho a imagen y semejanza de las tierras teutonas, se encienden los impulsos. Vibra el Parque Cervecero, ubicado en pleno centro, con las decenas de stands dominados por las fábricas de cerveza, las chicas y las grandes, las que están buenas y las que están mejores. Venga la rubia tradicional y la artesanal, la de trigo, la negra y la roja. Venga la ahumada, la con miel y la de frambuesa.
Y venga la música, que no da respiro al escenario, con un promedio de 20 números diarios.
Melodías y bailes típicos del Centro de Europa (encarnados en Alemania, Suiza, Austria y Polonia), y del resto del mundo, en un baño de internacionalidad que incluye el folklore de Armenia, Siria, Paraguay, España, Palestina, Grecia y Escocia, por sólo nombrar algunos países.
También la gastronomía tiene su festín. Comida germánica, obvio, en función a títulos como Schnitzel mit Champignon (milanesa de cerdo con salsa de champiñones), Gulash mit Spätzle (estofado de carne acompañado de fideos artesanales), Apfestrudel (tarta de manzana) o las clásicas salchichas con chucrut.
Así de abundante el cuadro, pasa al lado un tipo disfrazado con short cortito de cuero, camisa blanca, tiradores y gorro puntiagudo con pluma, y de la mano de una jarra helada y una salchicha baila ritmos celtas, árabes, del Tirol y lo remata con tarantela. No le importa nada al hombre, el sol o la luna brillando, la gente sonriendo, el colorido reinando. Qué le va a importar.
Célebres desfiles
La fiesta palpita todos los días, pero a la cumbre llega los fines de semana. Entonces el valle entero explota de visitantes (un fenómeno del que beben localidades cercanas como Santa Rosa, Villa Rumipal y La Cumbrecita), y la grilla ofrece los mejores alicientes. En ese sentido, hay que destacar los célebres desfiles, que se llevan a cabo antes de los espiches de los viernes 3 y 10 (a la noche), y de los sábados 4 y 11, domingos 5 y 12, y lunes 13 (al mediodía). Una marcha de carrozas por las calles en la que vuelven a ser protagonistas los trajes, la música, la épica teutona… y la cerveza.
Información extra
El parque cervecero abre sus puertas a las 11 de la mañana y la programación artística da inicio al mediodía (salvo del lunes 6 al jueves 9, que comienza a las 16), finalizando a la madrugada. Las entradas generales tienen un valor de $ 100 ($ 150 para los días sábado 11 y domingo 12, y gratis el lunes 6, martes 7 y jueves 9). Los menores de 12 años no pagan ingreso.
Nazismo y polémica
Si bien el perfil centroeuropeo de Villa General Belgrano se empezó a delinear desde la fundación del pueblo, en 1932, fue a partir de 1940 que aquello adquirió ribetes definitivos. Entonces, la aldea hamacada entre los placeres de Calamuchita arropó a un importante contingente alemán que se había quedado sin suelo, Segunda Guerra Mundial mediante. Eran algunos de los tripulantes del Admiral Graf Spee, una enorme embarcación del ejército nazi hundida por los británicos un año antes, en las costas de Montevideo.
Aunque muchos de los recién llegados eran jóvenes sin una postura ideológica del todo desarrollada, se dice que varios simpatizaban con el régimen de Adolf Hitler. Eso se desprendería, por ejemplo, de un supuesto episodio ocurrido en 1941: en el medio de una serie de polémicas por la actuación del Gobierno Nacional (que en ese entonces todavía se declaraba neutral respecto al conflicto), un grupo de ex marineros alemanes habría prendido fuego una bandera argentina en pleno centro de la villa. La controversia fue tal, que los mismos dirigentes provinciales decidieron zanjar el asunto bautizando al lugar con el nombre del creador de la enseña patria.
Hoy, incluso cuando el rechazo hacia cualquier tendencia nazi o de otro tipo de racismo es unánime entre la población, sobreviven fantasmas que alimentan el debate.
El caso más puntual se dio algunos años atrás: el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), denunció la venta de artículos del Tercer Reich en dos negocios de la localidad serrana. El primero, una tienda de antigüedades, exhibía una estatua vestida con uniforme del ejército nacionalsocialista, medallas y otros elementos relacionados con el movimiento. El segundo, llamado “Bismarck”, presentaba en la vidriera camisetas decoradas con esvásticas.