El obrero que nunca se rinde

Di María jamás se entregó, aún cuando no encontraba los caminos limpios para desequilibrar. Chocó una y otra vez contra los jugadores suizos, pero su perseverancia tuvo premio. Al final se convirtió en el gran héroe de la victoria.

El obrero que nunca se rinde
El obrero que nunca se rinde

Optimista. Inclaudicable. Siempre dando un poco más, hasta cuando las piernas empezaban a pesar cada vez más en el suplementario.

Nunca bajando los brazos, aún en los tramos donde muchos de sus compañeros flaqueaban y miraban el piso.
  Con alma, corazón (una marca registrada a la hora de festejar las conquistas) y gol, Ángel Di María se convirtió en el héroe de los argentinos. El hombre que hizo delirar a todo un pueblo, en Brasil y en nuestra tierra.

Fideo, sustentado en su enorme confianza, sabía que alguna iba a tener para no depender de la lotería que significan los penales. Por eso no dudó un segundo para acomodar su pie izquierdo, recibir una bola extraordinaria de Messi y clavarla lo más alejado posible del - hasta el momento- invulnerable arquero suizo.

Sí. Ángel lo quería ganar, sí o sí. No se permitía tanto sufrimiento y quedarse con las manos vacías. Levantó la bandera de la presión a los defensores, fue y fue hasta que encontró el lugar exacto para liquidar la historia.

Seguramente se le puede reprochar que durante casi todo el desarrollo chocó una y otra vez con los defensores europeos, y así perdió precisión en cada toque, corto y largo, que pretendía dar en la zona donde se gestaban los ataques. Desperdició una contra en el final del tiempo reglamentario cuando tenía dos opciones válidas para definir, lo que podría haber significado el triunfo en los noventa minutos.

En la única acción con espacio y claridad para resolver- antes del gol- pudo sacar un gran remate que Benaglio sacó al córner sobre el ángulo.

Fideo empezó en su sector habitual (el izquierdo), pero como ocurre varias veces en el Real Madrid, también se movió por derecha y enganchó hacia adentro para su perfil más adecuado. Este movimiento está en su naturaleza y muchas veces saca diferencia.

Cuando ya se venían los disparos desde los doce pasos, su figura lo encontraba en la izquierda, pero en una ráfaga cambió y aguardó la asistencia de la Pulga.

Tuvo la lucidez necesaria para saber ubicarse y meter ese disparo que pone a la Selección en cuartos.

El pibe de las 40 pelotas

De chico Ángel ayudaba a su padre Miguel en la carbonería que tenía éste y luego su mamá lo llevaba en bicicleta a los entrenamientos del club Torito, de donde cuenta la leyenda fue transferido a Rosario Central, uno de los clubes grandes de la ciudad, a cambio de 40 pelotas. Di María se siente muy orgulloso de sus orígenes y así lo demuestra un tatuaje que lleva en el antebrazo izquierdo y que reza “Nacer en El Perdriel fue y será lo mejor que me pasó en la vida”, en homenaje a la calle donde creció. Debutó en primera división a los 17 años de la mano de mítico Angel Tulio Zof, histórico entrenador del Canalla.

En julio de 2007 fue vendido al Benfica, donde continuó su progresión obteniendo una liga y dos copas portuguesas, al tiempo que daba sus primeros pasos con los juveniles de la selección de su país. Esto le abrió las puertas para el fichaje del Real Madrid, con el que ha ganado una liga, dos Copas del Rey y una Supercopa de España, además de la reciente Liga de Campeones europea.

Con la celeste y blanca, Di María ya suma dos títulos de prestigio: el Mundial Sub-20 de Canadá-2007 y el oro olímpico en Pekín-2008, donde marcó el único gol en la final ante Nigeria. Fideo ya no es solo un volante ofensivo con una extraordinaria gambeta en velocidad, sino también un jugador más experimentado y dispuesto a sacrificarse por el equipo.

Pocho Lavezzi: un actor de reparto

Fue el centro de atención en la previa del duelo ante Suiza. Mucho se habló de Ezequiel Lavezzi, a la hora de pensar en el reemplazante de Agüero y su función en el equipo. Aunque en un  momento asomó Maxi Rodríguez para jugar, el Pocho tenía todas las fichas para ser titular.

Y finalmente saltó al campo de juego, arrancando como un volante derecho adelantado, sabiendo que su tarea implicaba un desdoblamiento muy marcado: debía atacar y también ser el hombre que ayudara  con su retroceso a Fernando Gago y Pablo Zabaleta, en labores defensivas.

El rendimiento no fue el mejor, y sus minutos en cancha resultaron intrascendentes. No gravitó de ninguna manera. Antes de la media hora de la primera etapa, Sabella lo cambió de  banda y pasó a moverse por izquierda (Di María pasó a su sector). Sólo un desborde profundo hasta dentro del área que terminó en córner, marcó lo más positivo de Pocho.

Después deambuló entre ir a fondo y dar una mano a los volantes. Su salida por Palacio estaba cantada.  Parecía que era su momento como gran protagonista de la historia,pero terminó siendo sólo un actor de reparto sin grandes luces.

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