Apenas pasadas las 13, más de mil personas ya se hacían sentir en el Obelisco porteño brindando desde lejos su aliento hacia el seleccionado argentino de fútbol, con bombos y las tradicionales vuvuzelas.
En un mediodía de domingo distinto para el microcentro porteño, habitualmente despoblado, cientos de argentinos, vestidos con los colores celeste y blanco, buscaban un lugar para almorzar y disfrutar la final de la Copa del Mundo.
Incluso, se veía a turistas extranjeros con camisetas albicelestes (no las originales), que en distintos puestos de la calle Florida se podían adquirir entre 200 y 300 pesos. Las banderas y bufandas, en tanto, arrancaban desde los 100 "argentinos".