Con un caudal de 1,3 millón de votos, Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio, el Podemos chileno, se ha convertido en un actor clave en el nuevo escenario político que dejaron las elecciones del domingo.
“Es el remezón más grande que ha tenido la política chilena desde el retorno de la democracia” en 1990, dice el analista Mauricio Morales, de la Universidad de Talca.
Esta joven formación nacida en marzo e integrada por movimientos de izquierda y algunos de los líderes de las protestas estudiantiles pretende atraer a los críticos de la política tradicional -en su mayoría jóvenes- y a los desencantados de la izquierda que apuntaló al gobierno de la socialista Michelle Bachelet.
Tras estas elecciones, el poder de negociación es muy fuerte para esta formación con vistas a la segunda vuelta, dice el analista René Jara, de la Universidad de Santiago.
El Frente Amplio “está obligado a negociar” si quieren que no se repita lo que ocurrió en 2009, cuando la derecha de Sebastián Piñera ganó la elección frente al demócrata cristiano Eduardo Frei, que no logró el apoyo de Marco Enriquez-Ominami (izquierda), dice el analista.
“Si no, serán los responsables de una vuelta de Piñera” al poder, que el domingo se quedó con 2,4 millones de votos, un resultado muy inferior al que auguraban las encuestas.
El multimillonario empresario no tiene ahora más remedio que echarse a los brazos de José Antonio Kast, que reivindica el legado de la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990) para tratar de capitalizar el medio millón de votos que obtuvo el domingo.
Guillier, el candidato de la Nueva Mayoría, que se enfrentará en el balotaje con Piñera, no se demoró en hacerle un guiño a Sánchez y a la candidata de la Democracia Cristiana, Carolina Goic, cuyos apoyos serán vitales para una victoria de la izquierda el 17 de diciembre.