El nuevo aluvión zoológico y los nuevos gorilas

El nuevo aluvión zoológico  y los nuevos gorilas

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

El 7 de agosto de 1947, en una sesión del Congreso Nacional, el diputado radical Ernesto Sanmartino se salió de las casillas y pronunció la siguiente frase acusando de animales a los peronistas: “El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga maullando, que a mí no me molesta”.

En 1955 el escritor Exequiel Martínez Estrada publicó “Qué es esto” donde opinaba que el peronismo era la suma de todos los males argentinos desde antes del nacimiento de la patria y calificó así la aparición de las masas peronistas en la historia: “El 17 de octubre... parecía una invasión de gentes de otro país hablando otro idioma... y sin embargo eran parte del pueblo argentino... ese pueblo bajo, ese miserable pueblo... Eran nuestros hermanos harapientos, nuestro hermanos miserables”.

A los cuales endilga las siguientes adjetivaciones: “hurgadores de tachos de basura, residuos de todas las actividades nacionales, la hez de nuestra sociedad y de nuestro pueblo, muchedumbre zaparrastrosa, majadas electorales”.

Sin embargo, esas multitudes que Martínez Estrada creyó que con la caída del gobierno peronista volverían a las catacumbas, a los subsuelos de la patria dedonde  nunca debieron salir, lo primero que hicieron fue calificar a los antiperonistas también con un término animal. Los llamaron “gorilas” y desde entonces no se cansaron de llenar plazas y calles de la Argentina en pos del regreso de Perón. Lo siguieron haciendo cuando Perón volvió y también desde que murió hasta hoy.

Los Sanmartino y los Martínez Estrada eran hombres sorprendidos por la aparición de esa otra parte del país que desconocían y por eso reaccionaron con horror, como que les estuvieran quitando la patria que hasta ese momento creyeron exclusivamente suya. Unos vieron a los otros como animales y los otros respondieron igual.

Luego de mucho tiempo de intolerancias, esas tajantes divisiones de odio parecieron calmarse. La democracia renacida en 1983 fue atemperando aún más los ánimos y, como en sus 33 años y medio de existencia el peronismo gobernó durante 24 años y medio, su cultura de movilización popular se institucionalizó, se hizo respetable, tanto que incluso otros partidos la imitaron.

Sin embargo, como siempre suele aparecer un aprendiz de brujo, los gobiernos kirchneristas tuvieron un profundo interés en reflotar conflictos perimidos tratando -por claros intereses políticos de ocasión- de dividir nuevamente a la sociedad en dos cuando ya no lo estaba.

Y, aunque no lo lograron del todo porque jamás se vuelve al pasado, de alguna manera lo lograron. Particularmente cuando durante los gobiernos de Cristina Fernández, sectores no peronistas comenzaron a salir a las calles con otras formas, otros estilos, otras tradiciones y otras culturas, pero tan masivamente como los peronistas y generando efectos políticos contundentes.

Ahora, con otro gobierno de signo distinto al peronista, se acaba de gestar la manifestación del 1A que sigue esa otra lógica de peticionar o reclamar que en principio no debería ser mejor ni peor a la peronista sino sólo diferente, tan respetables las unas como las otras porque para una democracia, que la gente, el pueblo, los ciudadanos o como se quiera llamarlos salgan pacíficamente a la calle para en comunidad expresar sus aspiraciones, debería fortalecer al sistema y no debilitarlo ni dividirlo.

Pero ocurre que como pasó en los años del primer peronismo, hoy como ayer hay quienes se sienten dueños de la Argentina y desprecian al resto. Con lo que lo único nuevo en este país que nunca se renueva es que los dueños han cambiado de signo: ahora son los peronistas los que repudian que salgan a las calles y ocupen plazas e incluso gobiernos los que no son peronistas. Y lo hacen con argumentos similarísimos a los de Sanmartino y Martínez Estrada, como si los que salieron el 1A y sus precedentes, no sean humanos sino más bien animales, gente que debe seguir permaneciendo en el subsuelo para que la patria siga siendo peronista y la Plaza, como decía el loco de Cinema Paradiso, siga siendo sólo mía, mía, mía.

Hoy los nuevos “gorilas”, los que desprecian al nuevo “aluvión zoológico”, son peronistas como el periodista Horacio Verbitsky (ese que piensa que el periodismo es la continuación de la guerra por otros medios) y el ensayista Horacio González (director K de la Biblioteca Nacional que intentó censurar a Vargas Llosa en la Feria del Libro). Ellos son hoy las nuevas almas bellas, los patrones, los amos culturales de la Argentina que no están dispuestos a aceptar que nuevos plebeyos de “derecha” se metan en los espacios que consideran propios e incompartibles.

Así Verbistky llama a los que convocaron al 1A, “zombies electrónicos”, vale decir muertos vivos que salen de la red o de la televisión, quizá sin saber que entre ellos se encontraban personas tan respetadas como Luis Brandoni, Juan José Campanella o el fiscal Pablo Lanusse.

Pero lo del periodista combatiente es nada comparado con lo que podría llamarse el gran manifiesto político de nuestra época, la nota aparecida en Página 12 de Horacio González llamada “La multitud desnuda”, donde se reiteran todos los argumentos del aluvión zoológico pero hoy aplicados a los no peronistas. Desde una posición aristocratizante y elitista aunque ideológicamente nac y pop, el seudoBorges del peronismo dice las siguientes cosas de los que participaron en el 1A: “Son hologramas, no ciudadanos reales. Provienen de un subsuelo entumecido que de repente estaban allí con sus carteles reivindicando el terrorismo de Estado. Son la Nada originaria. Son una Muchedumbre desnuda poseída por el ascetismo agresivo y por la militarización de los sentimientos. Su propio Corazón está machucado por servilismos. Desnudos de sentido, vienen a reclamar una nueva forma de terror. Su libertad es ilusa. Están desnudos y aparateados. La movilización del 1A es hija de la gran desestabilización de la que acusan a los demás. Repudian el choripán pero surgen del pochoclo de los cines de shopping. Son una multitud atomizada y sustraída, que salió de las tinieblas de un televisor. Expresan una democracia vacía, con sentido reaccionario, pseudoprimitivo. Vuelven con un odio arcaico. Al salir a la calle revelaban su profunda incultura”.

Para finalizar, recordemos con qué palabras sintetizaba Martínez Estrada su arenga de odio contra los peronistas: “Eran la barbarie contra la civilización”.

No casualmente, Horacio González sintetiza así su arenga de odio contra los no peronistas del 1A: “Eran una forma de la barbarie, bajo el dudoso rostro de creerse una forma de civilización”.

Es que, como dicen los que saben, la Argentina es el país donde siempre desvestimos a unos santos para vestir a otros, pero siempre nos olvidamos de la humanidad que anida en unos y en otros.

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