Algunos llegaron en los primeros años y su tarea diaria es indispensable para el funcionamiento del edificio. El ejemplo de dos trabajadores de los más antiguos del hospital.
Para que una institución pública como el Hospital Notti sea eficaz, no sólo hacen falta buenos médicos y enfermeros. Un grupo humano de trabajadores va detrás de cada tarea específica, para que el centro brinde la atención necesaria y cumpla con la gran demanda.
Personal administrativo, de mantenimiento y seguridad son parte de ese engranaje cotidiano. Y en cada sector hay una historia para descubrir; cada uno desde su lugar abrazó al hospital como parte de su vida y hoy, son protagonistas de 25 años de historia en la comunidad mendocina.
Carlos Navarro es uno de los encargados de recibir cientos de llamados desde la central telefónica del centro asistencial. Es uno de los empleados más antiguos del Notti y durante 12 años trabajó como guardia y en el servicio de cocina en el Hospital Emilio Civit. Con la apertura del Hospital Pediátrico, su tarea cambió y hoy es el telefonista más conocido por todo el personal y quien sabe todo acerca del sistema de comunicación interno.
“Al comienzo fui telefonista nocturno. En el Emilio Civit estuve siete años en el turno noche, y acá doce. Luego pasé a la mañana. La parte de la comunicación telefónica adentro del hospital es un tema importante, porque se recibe de todo. Desde las emergencias, hasta cuando hay llamados de la policía por un accidente; la comunicación de los médicos con otros profesionales de afuera. Es el complemento de una cadena. Creo que, como todo, hay que tener experiencia, porque en momentos difíciles hay que ser cautos”, confiesa Carlos quien desde el ´92 se abocó al servicio de comunicación en el Notti.
Los cambios tecnológicos y en el sistema no le fueron ajenos en sus años de trabajo y, junto con sus compañeros, tuvo que adaptarse a los tiempos. “Ahora el sistema es moderno, especial, se trabaja con rapidez, no se puede cortar la comunicación. Hay guardias pasivas y todas las áreas están comunicadas. Además, la mayoría de los teléfonos son satelitales”.
Pese a realizar una tarea poco visible, Carlos disfruta de su trabajo con la responsabilidad que requiere y siente un apego especial por el Hospital. “Me gusta el trabajo, me siento cómodo. En la actualidad hay un grupo muy grande de personas en mantenimiento y otras áreas. Yo me responsabilicé desde el primer día de trabajo y lo tomo como algo propio. Siempre con la predisposición que se merece”.
Desde los cimientos al mantenimiento
Ángel Maldonado conoce a la perfección el edificio construido en Guaymallén. En 1984 llegó a través de la empresa constructora encargada de continuar la obra del hospital y nunca más se fue. En la actualidad es parte del personal con más años de servicio y es la palabra autorizada cuando se requiere un trabajo de plomería.
“Llegué como obrero contratado e hice todas las instalaciones de plomería y cloacas durante ocho años. Cuando abren el hospital, contratan a la misma empresa para hacer el mantenimiento y de ahí el hospital contrató a la gente. Fuimos doce personas que nos quedamos desde esa época”.
Y como Ángel afirma, cuando se rompe un caño, no hay aviso previo. Por eso hay que estar disponible en el momento menos pensado para resolver el problema. La experiencia y la predisposición son claves para que un desperfecto en el edificio, no altere el trajín diario del hospital. “Siempre me gustó trabajar en esta área y aquí aprendí el oficio. Hay muchas complicaciones e incluso fallas en el diseño. En la parte de neonatología se cambió el sistema de desagüe, lo mismo que en los quirófanos. Los primeros diez años yo era el único plomero; no había sábados, domingos ni feriados. Ahora soy una especie de asesor y ayudo a mis compañeros en el mantenimiento. Cuando me llaman siempre digo que soy el doctor plomero (ríe). El trabajo no es pesado, pero no a todos les gusta”.