“Tus hijos no son tus hijos, son los hijos de la vida”, reza la famosa frase de Khalil Gibran, poeta libanés que en su libro “El profeta” expone el siguiente fragmento: “Vuestros hijos no son vuestros hijos, son los hijos y las hijas del ansia de la vida por sí misma,vienen a través vuestro, pero no son vuestros...”.
Un mensaje elocuente que se convierte muchas veces en una frase continua para quienes atraviesan el síndrome del “nido vacío”: cuando los hijos crecen y se van de la casa familiar a hacer su vida.
Sin embargo, la actualidad y sus transformaciones sociales, económicas y generacionales estimulan cambios en las conductas “migratorias” de los “pichones” jóvenes, que se toman su tiempo a la hora de dar el gran vuelo para dejar el nido.
Como explica la médica psiquiatra, y docente universitaria, Gabriela Prats: “de alguna forma antes, el ‘nido vacío’ estaba descripto en la bibliografía como asociado al mismo tiempo en que los papás se jubilaban, con la consiguiente aparición de los diferentes aspectos o problemáticas como crisis vitales, o achaques físicos. Hoy no es tan frecuente este sentimiento porque la dinámica familiar ha cambiado”.
- ¿En qué consisten los cambios?
- “Aún puede verse que prevalece el síndrome de ‘Peter Pan’”, acota la profesional.
Este síndrome se emparenta con un trastorno del desarrollo de la personalidad, donde el sujeto se niega a asumir el paso del tiempo y desempeñar un rol de adulto. En este caso el retraso en la ida del hogar se vincula también con las grandes transformaciones psicosociales.
“El adulto joven no se termina de ir, o de independizar, de la casa de los padres. Aparece mucho menos esa necesidad de independencia que muchos otros jóvenes sí pueden tener o que se daba antes”, explica Prats.
- ¿Qué variantes generan esto?
- El joven de hoy, en general, no es el mismo de antes. Se toma el tiempo para sus decisiones, no quiere casarse de manera inmediata, sino que desea llevar a cabo otras cosas en su vida.
De hecho hay muchos que tienen una muy buena carrera universitaria y piensan en la posibilidad de especializarse, viajar y conocer diferentes culturas y vivenciarlas. Algo que, si se tiene una familia a cargo y responsabilidades económicas, no podrían hacer.
En cambio, al vivir en la casa de los padres ya siendo adultos, pueden trabajar y ahorrar esa entrada de dinero para cumplir con los proyectos propios. Los jóvenes en general se van menos de la casa familiar porque sus objetivos han cambiado. Incluso muchos, por la situación económica vigente, inician su vida de pareja en la casa de alguno de los padres.
- Y cuando deciden irse aunque sean grandes: ¿aparece igual el síndrome del "nido vacío" en los padres?
- Por supuesto. Cuando el adulto joven parte del hogar que lo vio crecer representa para los padres un despegue, y un sufrimiento. El nido vacío sigue generando la misma situación de depresión en los padres, pero entendida como una fase de una situación de duelo que hay que pasar.
- ¿El reencontrarse con el matrimonio también incide para que sea complejo?
- Es relativo, porque en la actualidad hay muy pocos matrimonios que persistan en el tiempo, si no han logrado entenderse. En general hay muchos que, si no han funcionado bien juntos, han tomado la decisión de separarse con anterioridad a que los hijos adultos se vayan. Los que se han mantenido, a pesar de las dificultades y en prioridad de la familia, se tienen el uno al otro cuando los hijos vuelan; y allí sí está el desafío.
- ¿Cómo adaptarse ante la nueva situación de despegue, y la vuelta a la pareja?
- Estaría bueno ver la posibilidad de que, el hecho de que los hijos se vayan de la casa, implique una oportunidad de crecimiento interior para los padres. Resulta bueno proyectar la vivencia desde lo positivo, en función de la felicidad de los hijos; en lugar de vivir la situación como un abandono.
Eso tiene que trabajarse desde que el hijo nace. Hay que lograr hacer una elaboración interna para saber que los hijos definitivamente no llegan a esta vida para cuidar de los padres, sino para hacerlo con otros que serán sus hijos. Se trata de una proyección hacia adelante.
Hay que cortar con la idea de que se tiene hijos para que luego ellos se hagan cargo de nosotros como padres, e internalizar que ellos van a hacer su propia familia, y van a tener que despegarse de nosotros; algo que nos llevará a acrecentar la propia pareja y no vivir en función de los “pichones”.
- ¿Qué otra herramienta hay que tener en cuenta para aprehender esa nueva experiencia de la vida?
- Primero, y como papás, hay que ayudar a que nuestros hijos se desarrollen; pero sabiendo que en algún momento se van a ir. Y, en lugar de verlo como algo negativo, leerlo como algo positivo que nos permitirá un reencuentro con nosotros mismos.
Una visión y desafío dará la posibilidad de realizar aquello que amábamos, o nos gustaba, hacer antes de emprender el proyecto de familia. Hay que lograr redescubrirse con las limitaciones físicas de la edad, pero con toda la riqueza que eso implica, como un nuevo reinicio.