Hay tres barrios donde ha transcurrido mi vida, estuve en los comienzos de cada uno de ellos: el Bancario, el CEC y el Municipal.
Recuerdo que tenía 6 años y con mi familia nos trasladamos al barrio Laprida, en la calle Tacuarí, entre Armani y Albarracín (Godoy Cruz), donde aún vive mi hermana Elena.
Cuando nos mudamos el barrio estaba todavía en obra, cercado, entrábamos por el Bancario, y en la mitad de la calle había un cierre y una puerta con un candado. Mi papá tenía la llave del candado y también la llave de la casa. Fue un momento maravilloso, empecé en la escuela Lemos, que estaba cerca, pero luego se derrumbó una parte y nos fuimos a la Arístides Villanueva (Capital).
Como todo barrio nuevo y como pude luego corroborar en los otros barrios, ahí rápidamente empezaron a aparecer chicos y la barra de chicos que crecimos juntos fue muy numerosa. La mayoría éramos varones futboleros, muchos de ellos después jugaron en divisiones inferiores, en primera de varios equipos mendocinos.
La familia Aliberti, por ejemplo, tenía cuatro varones. El mayor, Daniel, llegó a ser goleador de la primera B, de Gimnasia y Esgrima. El predio del Centro Empleados de Comercio de El Bermejo lleva el nombre de Juan Aliberti, el padre de ellos. José Amenta, el Pepe, llegó a jugar en la primera de Godoy Cruz; el negro inolvidable Jorge Carrizo llegó a jugar en la reserva de Andes Talleres. Donde hoy está la plazoleta, cuando uno baja por Albarracín y Necochea, allí estaba nuestra canchita.
Teníamos un ángel de la guarda, que vivía unas cuadras más arriba y era un poco mayor que nosotros. Fue nuestro ángel en muchos sentidos y es el Loco Julio, nuestro querido Julio Roque Pérez (entonces vivía en un caserío de Albarracín y 1º de Mayo).
En ese entonces, para las fogatas de San Pedro y San Pablo, juntábamos leña, íbamos hasta las vías, en Anzorena y las vías, donde estaba el tambo La Alborada, con sus vacas. Y de toda esa zona íbamos trayendo la leña y pasto para hacer la gran fogata en la canchita. Una vez estuvimos toda una semana acarreando material y el mismo 29 de junio fuimos al lugar y se habían robado todo. Entonces a partir de ahí, lo teníamos al Julio para custodiar el material. Además jugaba al fútbol con nosotros.
Hoy nos seguimos juntando; ha habido una diáspora de gente que se ha ido a vivir a otros sitios, pero todavía hay tres o cuatro familias antiguas que están residiendo en el lugar. Esto es en Tacuarí al 900 y la barra nuestra justamente se llamaba La Barra del 900; casi todos los amigos vivíamos en distintas calles, pero a la altura del 900.
Era la época de la aparición del Club del Clan, del folclore, pero también bailábamos con los Teen Tops. En la casa siempre se escuchó música, papá tocaba el bandoneón; mis padres Berta y Juan Alberto, eran de Buenos Aires. Mi papá, que trabaja en la zapatería Orquídea en avenida San Martín al 1.200, al lado de Montemar, un día apareció con una guitarra.
Cerca de casa vivía una familia de apellido Cuadros, que creo que es pariente de Hilario, que eran los suegros de David Caballero, que fue uno de los grandes guitarristas de la música cuyana y es uno de los firmantes del manifiesto del Nuevo Cancionero. David daba clases en la casa de los Cuadros; mi hermana empezó primero y allí empezó mi actividad musical.
Fui integrante de los Niños Cantores de Mendoza, con el maestro Volpe, y a partir de allí siempre estuve ligado a la música y en el mismo barrio con hechos hermosísimos. Para Carnaval, Navidad o Año Nuevo, siempre se cortaba alguna calle, poníamos caballetes y mesas, cada uno aportaba algo y comíamos juntos. Todavía tenemos allí a la familia Pelaia, Aliberti, el hijo del Pepe Amenta, Basso, la familia Skerl o los Huisi entre otros.
Después mi papá compró una casa en el Segundo Barrio Centro Empleados de Comercio; le adjudicaron la casa en la calle Marcos Sastre, a la vuelta del edificio grande, que era el centro comercial. Es donde hoy vivo actualmente. Nos mudamos en el año 70.
Allí vivían muchos compañeros de mi padre, que trabajan en los comercios del Centro, algunos que todavía están, por suerte. En aquella época ya tenía actividad en el coro universitario; viviendo allí hice el servicio militar. En el centro comercial se instaló el supermercado Metro, al principio, luego el Vea. Arriba había un cine muy grande; hoy funciona una radio.
Allí viví hasta que me casé en el ‘76 y nos trasladamos al flamante barrio Municipal de Las Heras. Y ahí con más claridad vimos que en un barrio nuevo, con parejas recién casadas, empiezan a nacer los hijos. Allí nacieron nuestros dos hijos, Maximiliano y Leopoldo. Ya por ese entonces integraba Markama.
La actividad del grupo fue cada vez más frecuente y me ausentaba los fines de semana o estábamos dos semanas afuera en épocas en que los chicos tenían sus barras de amigos.
Esto era muy interesante, porque si bien me ausentaba periódicamente, cuando regresaba de las giras no me movía de casa, del barrio, y allí me convertía en el padre de todos los chicos de la barra de mis hijos, porque los demás padres estaban trabajando normalmente.
Los vi crecer, vi cómo se desarrolló el barrio, que fue entregado con todos los servicios menos uno: las cloacas. Hasta tenía asfalto y tuvieron que levantarlo para instalar la red cloacal. La reparación de las calles sirvió para unir más a los vecinos y formar la unión vecinal, con Rubén Antinori a la cabeza.
El barrio Municipal tiene la segunda plaza más grande de la provincia, después de la Independencia, y es una especie de centro cívico, con la iglesia, la escuela; también en otro sector estaban proyectados edificios de índole administrativo. Además se construyó un destacamento por iniciativa de gente del barrio.
El tema era el transporte, porque en esa época no estaba hecha la rotonda donde hoy está el Walmart, el Átomo y el resto de los locales. El asfalto de Boulogne Sur Mer llegaba hasta un poquito más allá del ingreso al barrio Infanta, más o menos a la altura del ingreso al barrio Cementista. En ese cruce había un árbol grande, y la línea de colectivos que en esa época era la “13”, entraba al Infanta solamente.
Los que íbamos al Municipal nos bajábamos junto al árbol y desde allí hasta nuestro barrio contábamos con un sólo micro de la 13 que iba y venía para trasladarnos; era un trasbordo hacia nuestras casas que estaban en el medio del pedemonte.