Más allá de las Fiestas, siempre hay un motivo para el brindis, en particular para los elaboradores de espumantes, después de un año complejo que parece repuntar en su recta final. Con 31,5 millones de litros en ventas hasta octubre (en 2016 se había comercializado un 11% más), el último bimestre quizá no alcance para la recuperación total pero sí al menos para salvar el año.
El ciclo comercial viene perfilándose como el más pobre de los últimos 7 años. No obstante, en la industria, que venía sosteniéndose en la desestacionalización del consumo, vuelven a ponerle fichas al repunte de la demanda que suele haber en torno a Navidad y Año Nuevo, mientras las exportaciones muestran una mejor performance con un crecimiento interanual de casi 15%.
Aun a pesar del desfase cambiario, el comercio exterior es la otra cara de la moneda. Con un precio promedio por encima de los u$s 5,15, el año cerrará con cerca de 3 millones de litros exportados de acuerdo a las estadísticas elaboradas por el Observatorio Vitivinícola Argentino.
De todos modos, en líneas generales, el negocio de las burbujas está lejos de sus épocas de esplendor durante la última década. Entre 2005 y 2016, el volumen de vino espumante fraccionado y el número de bodegas fraccionadoras creció significativamente. El informe del Observatorio señala que el sector pasó de 22 millones a 45 millones de litros (105%) mientras que de las 61 bodegas fraccionadoras de espumantes en el último año ya se habían registrado 133 establecimientos.
Todo pasa en un contexto de mayor dispersión, dado que las 5 principales empresas pasaron a representar 56% de la oferta, 21 puntos por debajo de la década pasada. Sus responsables advierten actualmente señales alentadoras, como los pedidos anticipados de sus clientes y un buen nivel de respuesta a las acciones en puntos de venta como promociones y los siempre efectivos “2x1”.
De a poco, las compras de último momento quedan atrás. Desde los establecimientos reconocen que vuelve la decisión de planificar con anticipación las compras de fin de año. “Antes nadie quería stockearse. Ahora, mayoristas y grandes tiendas decidieron compras desde julio y agosto, como se hacia anteriormente, lo que muestra una mejor expectativa”, señala el responsable de una de las firmas más activas.
Extra brut al frente y la moda de dulces y rosados
La torta por tipo de espumante (color y categoría) confirma que 9 de cada 10 litros siguen conquistados por los blancos, en tanto que el liderazgo de los "extra brut" no corre riesgos.
Durante 2017, la preferencia se mantuvo a salvo de los vaivenes económicos. Más del 60% del volumen vendido de espumantes es extra brut, aunque los hacedores señalan que de a poco los extradulces ganan terreno; con un modesto piso del 5% sobre el total (unos 4,2 millones de litros), tienen mucho por recorrer todavía.
Más allá de que los más secos parecen inamovibles, varios señalan al extradulce como una moda para no desatender. En tiempos de caída de frizzantes, apuestan a acompañar a los vinos dulces naturales y tardíos, y pese a que la desestacionalización del consumo quedó un poco de lado, no son pocos los que apuntan la tendencia de acompañar las comidas con burbujas.
Afuera, todos señalan el suceso de algunas novedades. Un interés creciente por los nature, y el atractivo de los rosé, tanto en ciertos mercados como el de EEUU como en el mercado interno.
Subas de hasta 50%
Una auditoría de la consultora CCR sobre el canal directo (supermercados e híper) apuntaba que el precio promedio para 2015, el mejor de los últimos cinco años, era de $ 75 “bastante cercano a vinos de media-alta gama” y $ 65 en los puntos masivos, alejándose de la caracterización de producto "suntuario" y por tanto pasible de más impuestos. Actualmente, hay un piso no inferior a los $ 100, y la media gama trasunta los $ 150, aunque los más vendidos según mediciones en cadenas están entre los $ 150 y $ 250.
En el medio, hubo inquietud ante la amenaza de la fijación de un nuevo impuesto del 17% que finalmente se desactivó. En menos de 2 meses todo cambió: ahora el sector aguarda la confirmación de una nueva prórroga a la exención de la tasa interna del 12% que históricamente se concedió a cambio de inversiones.
Chandon, líder del mercado, guarda celosamente datos de facturación y volumen, pero desde la compañía admiten que 2017 empezó difícil y termina mejor de lo que venía.
“Podemos decir que estamos cerrando bien un año duro, en el que la caída del consumo de principio de año complicó un poco el panorama, pero por suerte la mayor parte de nuestra ventas son en el último trimestre, cuando se vio un recupero moderado y estamos apostando a una recuperación del consumo y de la confianza del consumidor para 2018”, consignó Angel Vespa, responsable de Relaciones Institucionales de Chandon.
Termina un ciclo de decisiones casi quirúrgicas en cuanto a resignación de márgenes y traslado a precio final del galope inflacionario que comenzó con la materia prima. “Los espumantes aumentaron en forma muy dispersa”, analiza el responsable de marketing de una firma reconocida.
De acuerdo a datos del mercado, la mayoría de los aumentos oscilaron entre 25% y 50%. En esa franja, Chandon rondó el 34%, mientras que la línea Novecento, de Robino, no se despegó del piso del 25, y Mumm, otra de las reconocidas, fue la que más ajustó: 48%.
“Aunque los costos superaron a la inflación, hubo una brecha entre lo que se iba a aplicar y finalmente se aplicó, muy por debajo. Hay mucha oferta entre bodegas y supermercados y marcas que se concentran debajo de los 100”, advierte Ignacio Squassini, director ejecutivo de Dante Robino, uno de los principales elaboradores con líneas en distintos segmentos, como el extrabrut Novecento y el Gran Dante ($ 600) cerca de la punta de su pirámide, y que tiene en el segundo semestre el 65% de sus ventas anuales.
Para Squassini, pese a los ajustes, hubo concentración entre los $ 60 y $ 80, “con lo cual volvemos a cierto segmento de espumantes más económicos que un vino tinto. En este contexto la rentabilidad está al límite, ya que el esfuerzo no lo hace el trade, ni el consumidor, que no necesitó bajar de categoría por los descuentos ya que si busca puede consumir a precios muy razonables”.
El empresario define a 2017 como un año “raro”, en virtud de que el ciclo arrancó desfasado entre un sobrestock heredado de 2016. “Eso hace que sea difícil ponderar producción (stock) y ventas. Hay una disparidad entre despachos y ventas reales, además de que se perdieron consumidores a costa de la cerveza y los aperitivos”.
Las bodegas apuestan a una estrategia promocional fuerte para surfear en un mar picado. Un poco por necesidad y otro por exigencias de los clientes, señalan un mix entre comunicación y las infaltables degustaciones en punto de venta, pero sobre todo descuentos en segunda botella sobre todo en los súper, sin contar los ya instalados 2x1 en las franjas de precios más altos para rescatar algunos puntos de rentabilidad.
El año de los más caros
“Para nosotros ha sido un año mejor, con un crecimiento fuerte y también un aumento de precio”, se sincera Andrés Heiremans, gerente general de bodega Cruzat, una de las más jóvenes en el rubro pero de más meteórico ascenso en su nicho de negocios.
De hecho, cierra el 2017 con un 15% arriba en volumen, que el ejecutivo explica en más distribuidores en el país y nuevos clientes entre Europa y Japón. Y un ajuste de precios superior al 18%.
“La clave es la relación precio-calidad; afortunadamente participamos en un segmento que es la punta de la pirámide, siempre menos afectado por la coyuntura económica. Obviamente sufrimos el precio de la uva, y la inflación en los costos año tras año en la última década, que nos hacen perder competitividad frente a otros países, pero estamos satisfechos porque seguimos creciendo”, acota Heiremans.
La base de la pirámide de Cruzat es su línea premier ($ 300), la más vendida, seguida por cuvée ($ 400), para llegar a la cúspide con el milessime, lanzado el año pasado ($ 1.300), con vinotecas y restaurantes como los canales casi excluyentes. En los mercados externos la firma parte de no menos de u$s 30 la caja.
Para el ejecutivo, si bien el trabajo exige resignar utilidades la experiencia indica que mucho suma el corto camino recorrido.