Los visitantes se suceden en la "Plaza del Juramento de la Venganza", en el museo norcoreano donde, según la propaganda del régimen, las tropas estadounidenses masacraron a más de 35.000 personas durante la Guerra de Corea.
Ya sean estudiantes, militares u obreros, todos siguen el mismo ritual delante de un fresco con el eslogan "íExpulsemos a los estadounidenses y reunifiquemos a la Nación!". Un voluntario se sale de la fila y lanza una diatriba contra Estados Unidos y los miembros del grupo responden con el puño apretado: "íAplastemos! íAplastemos! íAplastemos!"
El odio a Estados Unidos es un pilar de la República Popular y Democrática de Corea (RPDC), nombre oficial de Corea del Norte, y el régimen siempre ha considerado su arsenal nuclear como un seguro de vida frente a las amenazas estadounidenses.
El dirigente norcoreano Kim Jong Un se reunirá no obstante el próximo martes en Singapur con el presidente estadounidense Donald Trump. En este encuentro histórico se hablará probablemente de desnuclearización, lo cual plantea un interrogante: alcanzar la paz con el enemigo ¿no minaría la legitimidad del Partido de los Trabajadores de Corea?
La dinastía de los Kim, que reina desde hace tres generaciones en Pyongyang, basa su autoridad en el papel del patriarca Kim Il Sung en la lucha por liberar la península del yugo colonial japonés durante la primera mitad del siglo XX.
La historia oficial sostiene que esta búsqueda de libertad se interrumpió por la decisión de estadounidenses y soviéticos de dividir Corea después de la derrota japonesa de 1945, y luego por la coalición entre las Naciones Unidas y Estados Unidos, cuando el Norte intentó reunificar por la fuerza Corea invadiendo el Sur en 1950.
El Norte sigue alimentando la demonización de Estados Unidos y de Japón. Lo hace mediante libros, películas y lugares como este museo de las atrocidades de guerra estadounidenses en Sinchon, a unos 30 km de la capital, Pyongyang.
La agencia oficial KCNA afirma que cada año el museo recibe a medio millón de visitantes.
En su interior hay cuadros que representan los horrores cometidos supuestamente por militares estadounidenses contra civiles que soportan con valentía la tortura.
Se ve a verdugos introducir clavos en el cráneo de mártires, aplastarles la cabeza o cortar un seno a una mujer.
El guía Ri Kum Ju afirma que los estadounidenses incluso cometieron canibalismo: "Mataron a personas individualmente con una brutalidad que supera la imaginación humana, arrancándoles los ojos, quemándoles integralmente el cuerpo con fuego, cortando en pedazos la piel para comérsela después de salarla".
Una versión problemática. Independientemente de lo que haya ocurrido en Sinchon en 1950 (los detalles y el balance se desconocen), los investigadores independientes aseguran que no hay pruebas de que fuese obra de los estadounidenses.
Según el historiador Adam Cathcart, de la universidad de Leeds, la primera unidad extranjera en llegar al lugar era británica y la ciudad carecía de interés para las fuerzas aliadas al mando de Estados Unidos, ni siquiera para los surcoreanos, que avanzaban rápidamente hacia Pyongyang.
Nadie pone en duda que se cometieron atrocidades durante la guerra que ha causado millones de muertos en tres años.
Cathcart da cuenta de represalias en el sector de Sinchon en el otoño de 1950 entre los comunistas y sus enemigos. "Es un asunto de coreanos que matan a coreanos en la niebla de la guerra, pero no un intento de los estadounidenses de erradicar a los comunistas de un distrito con métodos medievales", asegura.
La forma en la que el Norte presenta Sinchon está "completamente desconectada de la realidad de la guerra", declara a la AFP, pero permite difundir la "propaganda antiestadounidense".
En el museo, el septuagenario Ju Sang Won cuenta cómo su padre, que sobrevivió a la explosión de un depósito de municiones donde habían juntado a cientos de personas, fue desmembrado.
"Los imperialistas estadounidenses son una manada de lobos con cara humana", afirma. "Tenemos que combatir hasta el final a los bastardos estadounidenses", afirma.
Es posible que Trump y Kim hablen de un tratado de paz para remplazar al armisticio de 1953.
El problema es que, sin el argumento contra el "imperialismo estadounidense", Pyongyang tendrá dificultades para "explicar desde un punto de vista ideológico a los norcoreanos porqué la península sigue dividida", estima Robert Kelly, de la Pusan National University.
Una opinión con la que discrepan otros expertos.
"Con los ejemplos de China y de Vietnam hemos visto cómo la propaganda comunista supo emanciparse de las diatribas antiestadounidenses", aduce John Delury de la Yonsei University. "Los dos sistemas han 'sobrevivido' al hecho de no tener más a Estados Unidos como enemigo del Estado".
De momento no se palpan cambios de mentalidad. "Seguiré inculcando a mis estudiantes la conciencia de la naturaleza brutal de los imperialistas estadounidenses", promete cerca del museo Jang Yun, vicedirector de una escuela de educación primaria. "Mi espíritu de revancha es cada vez más fuerte", añade.