El documento de consenso emitido por la Cumbre del G20 reunida en Buenos Aires, cinco o seis años atrás hubiera sido considerado una frustración. La primera potencia del mundo que es EE.UU. sigue sin aceptar el acuerdo de París para la protección del clima; no hubo una condena explícita al proteccionismo y la Casa Blanca celebra que se acepten a "todas" las variantes de energía, incluidas las más negativas para el clima como es el carbón. Pero en el contexto global de fines de la segunda década del siglo XXI es un logró que haya habido documento y que no se hubiesen puesto en evidencia mayores diferencias a las manifestadas.
En paralelo a la Cumbre, el encuentro Trump-Xi permitió acordar una "tregua" al conflicto comercial. Ello implica que no seguirá escalando en lo inmediato. Es algo para algunos, poco para otros, pero serán los mercados globales, los que en las próximas horas darán su veredicto sobre lo alcanzado. La volatilidad registrada es que consideran "frágil" el acuerdo alcanzado.
Otro encuentro relevante en paralelo, ha sido la Cumbre de los jefes de gobierno de los BRICS, las cinco potencias emergentes. (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Pekín logró alinearlas detrás de la defensa del multilateralismo -lo que es una crítica al bilateralismo de Trump- y Putin obtuvo un pronunciamiento contra el terrorismo, algo que para las potencias occidentales parece haber perdido importancia relativa.
Al mismo tiempo, la Cumbre entre los jefes de gobierno de EE.UU., Japón e India acordó posiciones comunes en ciberseguridad y seguridad marítima. Es una convergencia de estos tres países, para poner un límite al rol de China como potencia militar del Asia. La firma de la nueva versión del NAFTA en Buenos Aires, confirmó que Trump es un negociador duro, pero que finalmente acuerda, siempre que crea haberse salido con la suya.
Con discreción, los países medianos que integran el Grupo MIKTA -México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia- también se reunieron. Es un ámbito al que quizás Argentina -que no lo integra- podría prestarle más atención.
Se hizo evidente la falta de un encuentro entre Washington y los países europeos.
Genera más impacto la suspensión del encuentro entre Trump y Putin -posiblemente más motivado por el "Rusiagate" que por la crisis de Ucrania, pero que no impidió un diálogo de 20 minutos en el aparte de una comida- mientras que el Príncipe Heredero de Arabia Saudita asediado internacionalmente por las acusaciones sobre su rol en el asesinato de un periodista- supo sacar partido de encuentros, fotos y gestos.
Para Argentina, que haya habido documento es un alivió, porque es un país mediano que no está en condiciones de gestar grandes acuerdos internacionales. Pero si la "Cumbre de Buenos Aires" hubiera terminado sin un pronunciamiento, habría dejado un sinsabor.
Además de una organización que generó elogios y ninguna queja relevante y permitió revertir en el mundo la pésima imagen del frustrado partido River-Boca -la oportunidad del gobierno argentino, estuvo en los encuentros bilaterales con los demás jefes de gobierno, que llegaron a 17. El balance de lo logrado en cada uno de ellos requerirá todavía algún tiempo, pero el saldo es positivo, sin dudas.
También queda una alerta, respecto a los márgenes reales que tiene la diplomacia de un país mediano que atraviesa un momento económico difícil. La bilateral de Macri con Trump dejó un espina, al rechazar el gobierno argentino haber coincidido con el estadounidense en que hay una actitud económica "depredadora" de China en la región y algo similar sucedió, cuando la cancillería argentina se vio obligada a desmentir la afirmación de Putin de que había firmado un acuerdo para la construcción de una central nuclear en nuestro país. Pueden parecer detalles, que el presidente Macri quiso atenuar al decir que no es necesario optar entre los EEUU y China.
Argentina ha tenido éxito en la organización de la Cumbre y su gobierno ha logrado el respaldo de los principales líderes globales, pese a lo cual su riesgo país no baja. Ello se origina en dos causas.
La primera es que en los tres primeros años del próximo mandato (2020, 2021 y 2022) hay vencimientos por cerca de 80.000 millones de dólares. Los 57.7000 millones del préstamo del FMI finalizan de entregarse cuando termina esta administración. La cuestión es cómo el próximo gobierno financiará el pago de estos vencimientos, de los cuales cerca de la mitad son devoluciones al FMI.
La segunda causa es política: la posibilidad de que la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner pueda ganar la elección de octubre de 2019. Que ello sea una posibilidad genera fuerte incertidumbre y rechazo en los inversores y ello refuerza el temor que está detrás del riesgo país. En este contexto, es difícil que se reabra el mercado de deuda voluntaria para Argentina, pese a la asistencia financiera del FMI, el respaldo político de los líderes globales y el éxito en la organización de la Cumbre del G20. Por esta razón, 2019 no será fácil para la economía argentina.
Aunque el gobierno intenta capitalizar electoralmente el éxito en la organización de la Cumbre, falta casi un año para la elección presidencial. Es demasiado tiempo para que los efectos de un hecho de esta naturaleza, se mantengan vigentes en la opinión pública. Lo que suceda con la economía y sus consecuencias sociales tendrán más relevancia político-electoral que los efectos internos del G20.
El gobierno tuvo un buen gesto político al invitar a los ex presidentes argentinos a la comida realizada en el Teatro Colón para los jefes de gobierno extranjeros. Pero no buscó que los líderes opositores compartieran el protagonismo en la Cumbre. Desde el punto de vista político, no hay demasiado para decir y por ello tiene cierta razonabilidad que la oposición no busque protagonismo hablando del evento en estos días. Además, es claro que las imágenes de Macri en la Cumbre y con los líderes globales, son el eje de la campaña electoral digital del oficialismo en estos días.
Pero una nueva postergación de la puesta en marcha del proceso de incorporación de Argentina a la OCDE y que tras la Cumbre el riesgo país haya vuelto a los niveles de setiembre -el peor del gobierno Macri- muestran los límites concretos que no ha logrado superar el éxito argentino en la organización de la Cumbre.
En conclusión: la Cumbre del G20 ha sido un éxito organizativo para la Argentina, pero durante la semana, Wall Street en el ámbito global y el riesgo país en el local, han mostrado los límites de sus efectos.