Pese a los malos vientos de la coyuntura, China tiene mucho para celebrar este año. En diciembre se cumplirán 40 años del Gaige Kaifang, el proceso de reforma y apertura conducido por el legendario Deng Xiao Ping, que convirtió al gigante asiático en el exitoso jugador capitalista actual. Cuando China derrotó el esquematismo maoísta y dio ese salto, el gigante era un desarrapado que significaba apenas el 1,8% de la economía mundial. Hoy, esa porción es el 18,2%. En la mitad de ese lapso, hace 17 años, China ingresó a la Organización Mundial de Comercio anclando su lugar de acumulación junto al resto de los jugadores de la globalización.
El mayor acreedor
Estos factores combinados son los que hacen que el Imperio del Centro exhiba el segundo PBI mundial, 11 billones de dólares, apenas por debajo de EEUU; que se configure como la mayor potencia comercial; el tercer destino de Inversión Extranjera Directa y el dueño de las mayores reservas mundiales, U$S 3,12 billones. Esa extraordinaria suma incluye bonos del Tesoro norteamericano, lo que coloca al gigante asiático como el mayor acreedor de Washington, su rival de la guerra comercial que acaba de dispararse este viernes acongojando al mundo.
Pekín se plantea celebrar sus aniversarios con la convicción de que logrará escapar de la cargosa presión que le impone la Casa Blanca. La estrategia del reino milenario es convertir en un costo para Donald Trump su ofensiva proteccionista y que ese golpe domeñe las ínfulas irreflexivas del magnate. Pero nada parece tan sencillo. China acierta en que estas disputas acaban en un daño autoinflingido para quien las genera y solo se trata de esperar para que la realidad lo demuestre.
El mismo empresariado norteamericano, citado frondosamente en la prensa oficialista china, advierte sobre esos destinos por la pérdida de empleos, entre otros costos internos que generarán estas políticas. Ese mismo criterio acaba de enarbolar la Reserva Federal, en línea con llamados similares del FMI, alertando sobre el crecimiento de la incertidumbre y de los riesgos para los empresarios.
Trump traduce los déficit comerciales como una derrota y los números del intercambio le soliviantan ese criterio. El rojo de su país con China en 2016 era de U$S 347.000 millones. Un año después, había subido a U$S 375 mil millones. Por cierto, gran cantidad de esos bienes provienen de empresas estadounidenses relocalizadas en el marco de un mundo global donde la cadena de producción se internacionaliza buscando equilibrios entre precios y cantidades.
No es lo que quiere ver el magnate. Su guerra amenaza como nunca antes los equilibrios comerciales globales y enfría el débil crecimiento que registra la economía mundial. Esta pelea reducirá el comercio y arrastrará a un limbo a los países que pujan por debajo de estos colosos. El escenario se complica, además, porque Trump ha erigido otras batallas de su apoteosis proteccionista contra los aliados europeos y sus vecinos de Canadá y México por el acero y el aluminio, y amenaza con sanciones similares a la industria automotriz alemana.
La estrategia de China para confrontar este desafío tiene algunas debilidades conectadas con una sobreestimación de su lugar de poder, un dato que lo asemejaría más que diferenciarlo de su rival estadounidense. Un ejemplo de ese comportamiento es la gestión que Pekín ha emprendido para intentar construir un bloque común con la Unión Europea que se alce contra las políticas norteamericanas.
“China quiere que la UE se una a Pekín contra Washington, que tome partido”, dijo enfático un diplomático chino. Hay aspectos, sin embargo, que ponen en duda la efectividad de esas ideas aunque no necesariamente las anulen hacia adelante. Europa arrastra varias quejas respecto a los modos de su enorme socio asiático, y un racimo de dudas respecto a cómo se están ordenando las cosas.
En principio, Pekín no ha dado muestras de una apertura que haga honor a sus discursos. Desde el Foro de Davos de 2016 el presidente Xi Jiínping ha alzado la bandera del libre comercio y la globalización expresados casi como parte de una identidad nacional. En un seminario en la Mongolia china sobre la Ruta de la Seda, al cual asistió este cronista, los funcionarios del Partido Comunista fueron aún más allá. En realidad, dijeron, “el exitoso ciclo” de la globalización ha concluido y debe ser rescatado, sugiriendo que, para ello, la posta debía pasar a la mayor potencia emergente del mundo.
Otro dato es que Bruselas, que también cuestiona el comportamiento de “big stick” de EEUU, comparte las denuncias norteamericanas por el pirateo chino inclemente de los avances científicos y tecnológicos de Occidente.
Para Pekín, esa seducción hacia Europa es clave para atascar a EEUU en el lugar perdido de la economía cerrada y evitar que Washington le gane la partida y atraiga a la UE con acuerdos bilaterales para salir de la guerra. Este juego complejo puede aclararse en la cumbre anual entre la UE y Pekín prevista para el 16 y 17 de julio en la capital imperial. De lo que se anuncie esos días dependerá el diseño de una nueva geopolítica. El vicepremier Lui He ha prometido anuncios de aperturas sin precedentes a las inversiones europeas. Sería histórico. En esa reunión, no casualmente, estarán presentes el presidente Xi y su premier Keqiang.
El gigante hoy tiene también sus dilemas y otra comparaciones históricas más amargas. La moneda china, el yuan o renmimbi, ha sufrido en junio su mayor caída mensual en un cuarto de siglo. Ese derrumbe de 3,3% está lejos de constituir una estrategia buscada. Cuando Trump, con sus típicas desinformaciones acusaba hasta no hace tanto a China de debilitar su moneda para ganar en el intercambio comercial, lo decía cuando en realidad la moneda se estaba revalorizando.
Negociación incierta
Este abrupto descenso llega como una señal que conecta con este escenario de litigio porque los mercados descartan que se llegue a algún tipo de negociación en el corto plazo. Y también, con la urgencia para controlar su deuda que saltó en los últimos diez años de 150% a cerca del 300% contra PBI, un aviso anticipatoria de problemas financieros graves. El Financial Times observa en esa debilidad el riesgo de “una acelerada salida de capitales, el estrechamiento de la liquidez y del crédito”. El propio gubernamental Instituto Nacional de Finanzas y Desarrollo advirtió de un probable pánico financiero en China. Un tweet que fue rápidamente removido, pero Bloomberg confirmó entre el funcionariado del gigante. Datos que confirman, al revés de lo que cree Trump, que no habrá ganadores en esta guerra, solo daño, mentiras y retrocesos.