En un país donde el fútbol es tan importante y absorbente como en el nuestro, no deja de ser novedoso que la máxima competencia internacional, el Campeonato Mundial de Fútbol, que ayer comenzó a jugarse en Rusia, no nos esté distrayendo de los problemas importantes que se están planteando política o socialmente en la Argentina.
Más de un politólogo pronosticaba poco tiempo atrás que el gobierno de Macri, frente a la crisis económica, esperaba ansioso el torneo porque podría servir para calmar los ánimos, poner paños de agua fría y dar un poco de respiro a la gestión, pero en estos inicios mundialistas queda demostrado que más de uno se equivocó. Aunque la actual situación pueda modificarse con el correr de las semanas.
El mismo día del comienzo del Mundial la sociedad en general dividió su atención entre el acto de apertura de la competencia y seguir inmersa en la discusión que se planteaba respecto de la despenalización del aborto. Pero paralelamente interesaban otros temas no menos inquietantes, como la toma de los colegios por parte de los estudiantes, precisamente por el proyecto sobre el aborto; el paro de actividades de los gremios docentes por planteos en la discusión paritaria; la presión de Hugo Moyano, convocando a una medida de fuerza de los camioneros mientras la CGT nacional anunciaba un paro de actividades a nivel nacional. En el plano de la economía, a su vez, el Gobierno se ve obligado a adoptar todo tipo de medidas que encuentra a su alcance para poder calmar el mercado cambiario.
Por ende, si nos atenemos a todas estas cuestiones, podríamos señalar que el sistema democrático está funcionando como corresponde, dejando en manos del Congreso las discusiones de fondo, porque es allí donde se encuentran los representantes que el pueblo eligió. Pero también debería advertirse que en una democracia no caben las presiones que desde los sectores -de uno y de otro lugar- surgen para intentar torcer el voto de los legisladores. Algo que ahora es de esperar, ya obtenida la media sanción de la ley de despenalización del aborto, que no se siga produciendo en las instancias siguientes.
Los paros de actividades están aceptados constitucionalmente, pero lo que no puede aceptarse es la presión para alcanzar los objetivos, y mucho menos cuando se advierte que es llamativo que un gremio decida una medida de fuerza en el mismo momento en que sus dirigentes se encuentran en una situación complicada en el plano de la Justicia. Respecto del paro dispuesto por la CGT, no quedan dudas de que los dirigentes intentan aplicar un tipo de salida para calmar las presiones que surgen desde los sectores laborales y que suelen ser aprovechados por pseudo dirigentes que no cuentan con personería gremial pero que impulsan paros sorpresivos que terminan afectando a la población en general, como sucede con las líneas de subterráneos, por señalar un ejemplo. Ahora bien, si la central obrera decidió la medida de fuerza poco después de haberse reunido con el Gobierno, sin que trascendieran los temas conversados, es porque el diálogo se cortó -cosa extraña porque se trata de dirigentes de corte dialoguista- o porque hubo algún tipo de preacuerdo secreto para bajar las presiones.
Si nos atenemos a los hechos señalados, podemos observar dos aspectos: por un lado la profundidad de los problemas que no logran ser resueltos por más que se preocupen -y ocupen- las autoridades, y por el otro una debilidad o falta de cintura política de parte del Gobierno en la búsqueda de imponer la agenda.
No obstante, es de esperar que con el correr de las semanas cada cuestión encuentre su cauce propio, sin interferir uno en el otro. Ello determinaría que la Selección siga avanzando y cumpliendo los objetivos y paralelamente que los problemas económicos, sociales y políticos vayan alcanzando soluciones y morigerando las inquietudes de la gente. Una mirada optimista que, esperamos, pueda ser cumplimentada.