El Mundial de Rusia, llamado a ser en su antesala la celebración del fútbol de las individualidades terminó siendo todo lo contrario. O casi. El fútbol como expresión colectiva está venciendo el imperio de los supercracks que acontece frecuentemente en el ámbito de los clubes superpoderosos de la Champions League.
Lionel Messi y Cristiano Ronaldo se quedaron afuera el mismo día. Argentina y Portugal no pudieron pasar los octavos de final. Sus figuras, sin el amparo de sus compañeros, padecieron.
El día en el que Lionel Messi y Cristiano Ronaldo se quedaron afuera: ¿el principio del fin de una era?
Ellos dos, dueños de todos los premios a cualquier MVP de la la última década (Balón de Oro, FIFA Awards, The Best y todos los etcéteras del rubro) y partícipes del Superclásico de las individualidades más grande de todos los tiempos cayeron pronto en el Mundial.
Pasaron equipos pensados como tales. Sirve un detalle: en el debut de la Argentina, Messi pateó un penal contra un director de cine. El arquero de Islandia, Hannes Halldorson, uno de los poco más de 100 futbolistas profesionales con el que cuenta el país insular del norte de Europa, voló a la historia y se lo atajó. El partido terminó 1-1. Fue el principio de la despedida prematura de la Selección de Messi.
Cristiano arrancó con todo. Su hattrick frente a España, sus cuatro goles en dos partidos, ofrecían la idea de que era “su” Mundial. Nada de eso. El equipo, campeón de la Eurocopa en 2016, no lo pudo acompañar luego.
Neymar duró un puñado de días más. Llegó hasta cuartos de final. Pero no le alcanzó con los destellos que ofreció en sus cinco partidos y también terminó como sus compañeros del pedestal de los cracks: solo, entre sollozos, en el centro del campo.
Cerca de él, la cooperativa multicolor de Bélgica festejaba su clasificación a las semifinales. Fue una sombra. Esa sombra proyectada sobre el campo de juego de Kazán.
El pelotón
En un segundo escalón, en términos del impacto, quedaron otros cracks que la Copa del Mundo esperaba en su mejor versión.
Manuel Neuer, Guante de Oro de Brasil 2014, no pudo evitar el papelón alemán: los campeones del mundo se quedaron afuera en la primera ronda, tras caer frente a México y a Corea del Sur. No fue salvador. No fue figura. No fue Neuer.
Andrés Iniesta -autor del gol más importante de la historia del fútbol español, crack en retirada, crack de culto- tampoco brindó su fútbol de mago para La Roja.
Rusia -una selección local local cuestionada, con un plantel sin figuras- lo eliminó en octavos. El nacido en Fuentealbilla no logró encantar. Esa bonita costumbre no la pudo exhibir en el país más grande del mundo. Y España, sin dudas, sintió su mala performance.
Luis Suárez, goleador serial, tampoco pudo entregar lo que sus antecedentes contaban. Fue bravo como Uruguay en el Mundial, incluso a pesar de la eliminación ante Francia.
Pero no fue ese delantero devastador que el Camp Nou pone al servicio de su Barcelona multiestelar. La baja de Edinson Cavani pareció afectar en demasía el rendimiento del “9”, quien se despidió con más pena que gloria.
Y a la sombra de ellos, seleccionados con menos tradición, a contracara de presunciones, siguen en carrera. ¿O acaso muchos conocen a esos suecos que defienden como vikingos? ¿O a esos rusos que parecen transformarse ante el aliento de su gente?
Y también asoman otras figuras, conocidas, del segundo escalón de la élite, esos cracks agazapados en nombre de demostrar que está comenzando otra era. Con ellos como protagonistas centrales.