El Mundial - Por Jorge Sosa

Dicen que cuando una mujer se casa, se casa con un hombre y con el fútbol.

El Mundial - Por Jorge Sosa
El Mundial - Por Jorge Sosa

Será el espectáculo más grande de la humanidad de todos los tiempos. Concitará la atención de más de 45 mil millones de personas, seis veces la cantidad de habitantes de este planeta.

Se verá en 220 países del mundo, es decir, en todo el mundo y por unos días los asuntos trascendentes, aunque sigan siendo trascendentes, pasarán a un segundo plano.

Queramos o no queramos todos vamos a estar involucrados en el acontecimiento porque la charla común, la de todos los días, la que ahora se detiene a catalogar al gobierno, o a protestar por los aumentos que el gobierno impone, van a ser copadas por el desempeño de nuestro equipo en la enorme gesta deportiva. Y no solamente ocurrirá con nosotros, los argentinos, en numerosos países ocurrirá la misma circunstancia.

El Mundial de fútbol, ese juego que inventaron alguna vez algunos muchachos ingleses interesados en divertirse de otra manera, se transformó en un asunto ecuménico, en un propósito global. Se olvidarán las mayúsculas cuestiones que nos preocupan y todo pasará a ser de ese objeto redondo llamado pelota.

Rusia aprovechará para mostrar su país y demostrarle al mundo que no es un cuco que maltrata a la gente, sino un país normal con las virtudes y defectos de un país normal. Veremos si lo consigue.

El peligro va a estar en la misma distracción, porque las instituciones de un país seguirán funcionando y como nosotros vamos a estar distraídos, con la vista puesta en otro lado de la sala, donde está el televisor, entonces pueden mandarse metidas de pata profundas sin que nos demos cuenta.

Vamos a estar con los ojos puestos en la pantalla del televisor y algunos fanáticos hasta verán partidos aparentemente insulsos que muestra el menú de la FIFA.

Por más de dos semanas las actividades cotidianas han de ser perturbadas por el hecho y la excusa, "no, a esa hora no, está el partido" suprimirá cualquier encuentro, aun los amorosos, hará imposible cualquier cita, postergará todo trámite.

Los pedidos domésticos: ‘Negro, la canilla del baño gotea, arreglala por favor’; ‘Negro la reja del patio no ajusta bien’; ‘Negro hay que cortar el césped del jardín’, han de ser contestados con la inacción porque nadie querrá perderse Argentina - Islandia con una tijera de podar entre las manos.

Dicen que cuando una mujer se casa, se casa con un hombre y con el fútbol. Pero "ellas" en los Mundiales se transforman en un hincha más y entonces: "No me pidas que haga de comer hoy que hoy juegan España y Portugal y no me quiero perder ese partido". Puede ocurrir.

Uno siente un sentimiento que está involucrado con el patriotismo, en la esperanza de que este país pueda ganar en algo. Entonces los once muchachos que entrarán a defender los colores en cualquier partido del Mundial de Rusia, sentirán sobre sus espaldas la ansiedad de cuarenta y cinco millones de compatriotas que los mirarán con un deseo magno: ‘Ganen, por favor, ganen’. No es fácil ser jugador de fútbol en tales circunstancias.

¿Cómo podrá sentirse Messi, por ejemplo, sabiendo que la ilusión de todo un país recae sobre sus dos piernas, y que los ojos del mundo entero lo estarán mirando porque él aparece como la gran estrella del Mundial? Hay que tener mucho temple para bancarse esa parada.

Todo un país inmerso en los acontecimientos de Rusia. Yo no sé si el anhelo de todos puede influir, si puede, como un pájaro anhelante, cruzar el océano e instalarse en un estadio, si los muchachos podrán sentirlo a viva piel de tribuna, pero nosotros creemos que sí, y entonces ya estamos gritando el primer gol.

Ocurrirá en Rusia, pero también ocurrirá en el mundo entero.

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