Ya comenzó a pagar con goles. Para eso desembarcó en la Bodega. Sí, un día el Morro García apareció con su enorme cuota goleadora para el delirio de los hinchas tombinos. Su carisma, su poderío ofensivo, ya comenzaron a hacerse bandera. No hay dudas de que el uruguayo es muy temible cuando pisa el área adversaria. Ya lo demostró, especialmente, con la camiseta de Nacional y River Plate de su país. Sus mejores credenciales las selló ahí.
La llegada del delantero a Godoy Cruz generó mucha expectativa, sobre todo en el hincha del Tomba, que se ilusionaba con una dupla ofensiva de ensueño junto al ecuatoriano Jaime Ayoví. Dos morochos aguerridos, que van al frente, que llevan el arco entre ceja y ceja.
En el primer encuentro compartiendo delantera con La Yoya, el moreno uruguayo no falló. Por momentos se movió muy cerca del ecuatoriano y se superpusieron en ataque, se molestaban, pero en otros cada uno buscó su espacio y complicaron a los marcadores centrales del equipo de Pellegrino.
También se dio el tiempo para entrar en el roce permanente con sus marcadores y, en ese trajín, vio la tarjeta amarilla cuando se moría la primera etapa (ya había tenido una parada así de brava con Lucas Masoero en la final del Torneo Vendimia). Está claro que no es un atacante fácil de marcar.
Apenas pisó suelo mendocino, Santiago se sumó al plantel Bodeguero pero no había podido expresar sus mejores condiciones futbolísticas, ya que hizo un trabajo físico especial para ponerse a la altura de sus compañeros. Ingresó unos minutos en el debut en Arroyito, ante Rosario Central, y disputó 45 minutos contra la Lepra, donde estuvo más en la lucha con los defensores contrarios que cerca de gritar algún gol.
Con la necesidad de conseguir el triunfo de local, Sebastián Méndez no dudó y mandó al Morro desde el inicio del juego para recibir al otro Independiente, el de Avellaneda. El artillero ratificó la confianza con lo mejor que sabe hacer: romper la red del rival de turno. Dudaron en la defensa visitante y el hombre oriental definió cruzado. Nada que hacer para el Ruso Rodríguez.
La historia futbolística de García ha sido con muchos vaivenes, porque pasó de ser el máximo artillero del fútbol uruguayo a estar involucrado en temas extra deportivos (doping positivo), mientras que cuando salió de su país para jugar en Brasil y Turquía no le fue de la mejor manera.
Su gran campaña en la temporada pasada en el equipo de Juan Ramón Carrasco, hizo que los dirigentes del Expreso compraran parte de su pase y se pusiera la camiseta azul y blanca. Ahora, en nuestra competencia, quiere pisar fuerte y dejar en claro que arribó para triunfar en un fútbol muy competitivo. “Yo vengo para hacer goles”, se encarga de decir a cada momento. De eso vive el Morro y, por ahora, cumple lo que promete.