Después de los dos durísimos cachetazos lejos de Mendoza (por Copa Argentina y Superliga), la inexorable misión de Godoy Cruz era mostrar signos vitales, levantarse y recuperar la fortaleza del Malvinas Argentinas, donde acumulaba tres victorias al hilo en el incipiente ciclo de Mauricio Larriera.
En busca de ese revulsivo necesario, el entrenador uruguayo ensayó variantes en la semana y metió una modificación de intérprete por línea, además del estreno de un dibujo táctico que hasta el momento no había utilizado: 4-2-3-1.
Adentro ‘Andy’ Henríquez, Angelito González y Felipe Rodríguez, afuera Cobos, Andrada y Garro. La intención era mostrar un equipo con transiciones más versátiles y ataque directo.
Enfrente, Huracán, un equipo que sumaba tres victorias al hilo y que venía de golear a los suplentes de Lanús. La noche no empezó bien. De hecho, en la primera jugada del partido, Galeano quedó tendido en el suelo y debió dejar la cancha antes de los 5’.
Bajo este panorama, el primer tiempo de Godoy Cruz resultó una continuidad del encuentro frente a Unión de Santa Fe. El Tomba se exhibió pasivo, abúlico y golpeado, lo que repercutió en la falta de creatividad para hilvanar juego asociado.
El equipo no hacía pie en la mitad de la cancha y después de los 15 minutos el Globo comenzó a manejar la pelota. El elenco de Alfaro comenzó a crecer y de la mano de sus futbolistas más aptos con el balón en los pies (Toranzo, Romero Gamarra y Pussetto) comenzó a meter al Tomba cerca del arco e Burián.
El único pecado del Globo fue empecinarse en el remate de media distancia en lugar de profundizar en los últimos metros de la cancha.
Godoy Cruz preocupaba con la única arma punzante que tenía en cancha. A pesar de estar casi improvisado por el sector izquierdo y de jugar con el perfil cambiado, Ángel González preocupó y avisó con su velocidad.
Aunque la más clara antes de la apertura del marcador había sido un zurdazo de Felipe Rodríguez desde la medialuna que se fue apenas desviada.
En el mejor momento del Quemero, el Morro profundizó un balón de primera y del resto se encargó Ángel. Quiebre de cintura, amague, diagonal y latigazo abajo. Golazo. Sin jugar bien y siendo superado durante gran parte de la primera etapa, el Tomba se fue al descanso ganancioso.Como los buenos equipos, Huracán no perdió la paciencia y siguió haciendo circular con criterio el balón.
Se hizo ancho y corto, y encontró la llave del empate vía Pussetto, el mejor de Huracán, tras un descuido defensivo. Huracán era más, pero en el Tomba juega un tal Santiago Damián García. Y es tan crack que todo lo que toca lo convierte en oro.
El Morro inclinó la balanza con una definición sobrehumana, de antología. Y ahí nomás, metió un pase exquisito para Ramis, que hizo todo bien menos la definición.Los minutos finales se consumieron entre las imprecisiones y el nerviosismo del Globo y la calidad excelsa del Morro García, el único capaz de levantar aplausos en la fresca noche mendocina.
Sin brillar ni mucho menos, el Tomba recuperó la sonrisa y la fortaleza (ganó el cuarto partido al hilo como local) y sueña con seguir prenderse en la conversación de la Superliga.