Nunca, desde mediados del siglo XX, la Argentina tuvo una oportunidad de dar un salto decisivo hacia el desarrollo como la que se le presentó en los últimos doce años, poco más o menos. Una oportunidad lastimosamente perdida.
Tras una larga recesión que hizo estallar la (ya a esa altura inviable) convertibilidad, cuya vida había sido estirada por una deuda impagable, desde fines de 2001 y por varios meses el país coqueteó con el caos económico y político, la miseria extrema, la disolución social.
Pero ese riesgo ya se había conjurado en la segunda mitad de 2002, cuando la economía volvió a crecer.
El entonces incipiente repunte de los precios internacionales de los commodities agropecuarios y las bajas tasas de interés mundiales, que se profundizaron en los años siguientes, configuraron un combo internacional inédito en los últimos 60 años y empujaron el rápido repunte: buenos precios para lo que la Argentina más y mejor produce y capital barato (interno y externo) para la inversión.
Así, en los años siguientes, la economía creció fuertemente, inclusive "a tasas chinas".
Pero eso ya es historia. El "Modelo" kirchnerista jugó bien el primer tiempo, pero en el segundo se metió en su propio campo, no metió siquiera un contraataque, recurrió constantemente al juego sucio y termina colgado del travesaño.
Unos pocos números lo resumen. Entre 2011 y 2015, según qué medición se tome, el PBI por habitante del país retrocedió entre 1% (cifras oficiales) y 5% (proyecto Arklems), las exportaciones se desplomaron el 30%; la cantidad de gente viviendo en la pobreza volvió a aumentar hasta superar ya los doce millones de habitantes y bordear el 29 % de la población y el saldo fiscal (diferencia entre lo que el Estado recauda y lo que gasta) pasó de un superávit de 4% del PBI en 2004, primer año completo de gestión kirchnerista, al déficit del 6% proyectado para 2015, que se estira a casi 8% cuando se suman los intereses de la deuda pública.
Este fin de ciclo no es producto de ninguna calamidad sino de años y años de gasto público desatado y de ignorar su manifestación más clara: una inflación que ya lleva un decenio por arriba del diez por ciento y que en los últimos seis años promedió entre 25 y 30 % anual y colocó al país en el podio mundial de alza de precios, junto a Venezuela y Sudán.
Sólo para dar una idea del descontrol del gasto y la fuerza de la inflación: en los primeros siete meses de 2015 el Estado nacional recaudó impuestos por 867.050 millones de pesos, unos pocos millones menos que lo que había recaudado entre 2003 y 2008, los primeros seis años de gobierno kirchnerista, y no le alcanza.
Fiel a la historia de crisis del país, sin embargo, donde más claramente se ve al "Modelo" pidiendo la hora es en el frente externo. Pese al "cepo" cambiario, las reservas internacionales se achicaron casi 20.000 millones de dólares y si el Banco Central informa hoy que son de casi 34.000 millones de dólares es porque suma allí depósitos en dólares de los particulares que, por cierto, no le pertenecen (el llamado "encaje" que los bancos deben guardar en el Central), y el mal llamado "préstamo" chino (en realidad, un canje temporal de monedas, por el que China pone a disposición del BCRA una cierta cantidad de yuanes depositados en el Banco de Hong Kong).
Sin esos adornos, las "reservas netas" apenas si superan los 16.000 millones de dólares. Téngase en cuenta, además, que en octubre el gobierno debe afrontar un vencimiento de Boden 2015 por 6.300 millones de dólares y que si sigue vendiendo reservas al ritmo en el que lo hizo el primer día hábil de agosto para que el dólar "blue" no supere los 15 pesos y vaya por más, de aquí al 25 de octubre, primera vuelta de las elecciones presidenciales, debería proveer 6.700 millones del llamado "dólar-ahorro", casi la misma cifra que vendió en el año y medio que el sistema -con el que buscó domar el mercado paralelo- lleva de vigencia.
Pero lo peor, como decíamos al principio, es que este angustiante final se produce al cabo del período más favorable en sesenta años y cuando el mundo empieza a transitar los primeros pasos de un cambio de ciclo que consolidará un contexto mundial más adverso en los próximos años, cuando a la baja de los precios de los alimentos se sume el alza de las tasas de interés y se consolide el aumento del valor internacional del dólar. No será imposible volver a crecer pero, de seguro, será más difícil.
Para lograrlo, será necesario desprenderse del ingrediente más eficaz, el único verdaderamente propio del "Modelo": el "Relato", al que el kirchnerismo en retirada intentará aferrarse para defender su legado.
No será sencillo. Habrá que estar dispuesto no sólo al esfuerzo, sino también a la argumentación y la paciencia porque, como dice en su estilo mordaz el periodista Nicolás Lucca (nombre real del bloguero y tuitero "Relato del Presente") en el libro 'Lo que el Modelo se llevó': "La muchachada transitó los años kirchneristas entre la negación consciente y la defensa de lo indefendible, así se estuvieran contradiciendo a sí mismos. Del mismo modo que ni se enteraron de la existencia de Ricardo Jaime, no les calienta lo que pueda pasar con Lázaro Báez.
Cualquier cosa de ahora en más será porque a Cristina no la dejaron profundizar el Modelo. La culpa, obviamente, no será de los que nunca cuestionaron nada, sino de los que no se animaron a tener un país mejor, donde la dignidad se mide en planes sociales, la democracia es someter al que perdió y en el que todo, absolutamente todo, se soluciona con más militancia".
Gane quien ganare las elecciones, el país no crecerá con verso, corrupción e insensatez económica, sino con buen gobierno, inteligencia, honestidad y trabajo. A la larga, no hay otra forma.