La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) ha establecido que el consumo de carnes en los países emergentes y en desarrollo aumentará más de 80% en 2030, dentro de una corriente que lo lleva a un incremento de 200%, o más, en 2050.
Esta es la tendencia central del negocio agroalimentario global de las próximas tres décadas, y surge del hecho de que en los últimos 30 años el consumo de carnes y otros productos proteínicos de fuente animal (lácteos y huevos entre otros) más que se ha triplicado en los países de renta media y baja.
Esto responde a factores estructurales como el aumento de la población (más de 80% del incremento de la población mundial tendrá lugar en los países emergentes y en desarrollo en este periodo) y a la urbanización creciente (se proyecta que más de 80% de la población global vivirá en ciudades en 2050).
A esto hay que sumarle el acelerado cambio tecnológico en la producción de agroalimentos y la emergencia de una sociedad global creada por la revolución de la técnica que unifica las pautas de consumo en el mundo, siguiendo las líneas de los países avanzados.
FAO advierte que la producción de agroalimentos responde ya por la quinta parte del total de la emisión global de dióxido de carbono (CO2), la causa fundamental del cambio climático que aumenta la temperatura del planeta y que genera eventos más extremos, como inundaciones más graves y ciclos de sequía más severos.
La ganadería respondió por 4,5% del total de las emisiones globales de CO2 en 2017 (gas de metano); y más de 40% de las emisiones de este gas provinieron de la digestión del ganado vacuno. FAO estima que la emisión de metano es 25 veces más potente para provocar el calentamiento global que el CO2 de los combustibles fósiles.
El rebaño de ganado bovino superó las 1.000 millones de cabezas en 2017. Brasil, por ejemplo, posee más de 200 millones de cabezas y es el primer exportador mundial de carne. La India cuenta con un rebaño de 330 millones de vacunos y Estados Unidos disponía de 90 millones de vacunos en 2017, pero posee la industria cárnica más innovadora del mundo.
Un dato estratégico decisivo en la ganadería global es que más de 770 millones de pobres dependen directamente, en forma prácticamente excluyente, de la producción animal. En América Latina el porcentaje de pobres extremos vinculados a la producción pecuaria es más de 70% del total. Debido a la devastación de las tierras fértiles globales experimentada en los últimos 30 años (la erosión y la destrucción de suelos), un porcentaje superior a un tercio sólo admite la producción ganadera y descarta, muchas veces en forma definitiva, el desarrollo agrario.
FAO ha indicado que todo aumento de la productividad pecuaria disminuye en forma más que proporcional la emisión de dióxido de carbono y permite liberar aéreas cada vez más significativas para la producción agrícola.
La respuesta estructural al desafío de la emisión de metano y a la degradación de las tierras pecuarias es incorporar la ganadería a la bioeconomía circular, que implica el reciclaje de la totalidad de sus residuos, con mayor sustentabilidad.
La bioeconomía circular es la forma inicial en que se manifiesta la nueva revolución industrial en la ganadería del mundo, sin distinción entre países avanzados y emergentes. Es una tendencia clave para el horizonte de la Región Centro.