El mejor gobierno posible

Mediante una gráfica y durísima caracterización del peronismo que se presenta a estas elecciones, Iglesias rescata por comparación al macrismo.

El mejor gobierno posible

El de Cambiemos es el mejor gobierno posible para la Argentina real, la existente; no la Argentina hipotética de quienes viven en un mundo de humo y fantasía sino la Argentina concreta y real que quedó después de un cuarto de siglo de hegemonía peronista y destrucción ética y material de nuestra sociedad. El de Cambiemos es el mejor gobierno posible por la intención genuina de cambiar las cosas de sus miembros, un factor perceptible para la mayor parte de los ciudadanos, según creo, y porque las capacidades de sus funcionarios se encuentran entre las más altas que pueda ofrecer hoy la Argentina. Basta observar las calidades técnicas del elenco kirchnerista y las de Cambiemos para percibir una notoria diferencia.

El peronismo K dejó el gobierno teniendo como sus funcionarios principales a una colección de delincuentes, improvisados e irresponsables de nivel cantinflesco. ¿Quién le daría a Cristina, Boudou, Aníbal, Scioli, De Vido, Alicia Kirchner, Alak, Timerman y Kiciloff la administracion de un maxikiosco? Y sin embargo, millones le confiaron la suerte del país. Hoy, en el lugar presidencial de Cristina se encuentra Macri; en el del vicepresidente Boudou, Gabriela Michetti; en el del Jefe de Gabinete Aníbal Fernández está Marcos Peña; en el del gobernador Daniel Scioli, Mariu Vidal; las atribuciones del ministro de Obras Públicas Julio De Vido están en manos de Rogelio Frigerio; las de la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner, en las de Carolina Stanley; en el lugar del Ministro de Justicia Julio Alak está Germán Garavano; en el del canciller Timerman estuvo Susana Malcorra y está Jorge Faurie, y en el de Kiciloff, estuvo Alfonso Prat Gay y está Nicolás Dujovne. No hay nada que agregar. O acaso, sí. A un año y medio de su derrota, la lista de candidatos peronistas a las elecciones legislativas de 2017 es un museo del horror peor que las estatuas de cera de Scioli; en el que no faltan Cristina ni Menem, ni ex funcionarios K de primera línea como Randazzo y Massa. Bonita renovación. Hasta Guillermo Moreno parece haber encontrado un lugar en las listas junto a Gustavo Vera. La Biblia junto al calefón…

Para no hablar de Cristina…   Hace ya casi diez años, en un libro de propuestas que pasó previsiblemente desapercibido, describí al kirchnerismo como un estalinismo débil. Un pesado coro de críticas e insultos se abatió sobre mí. ¿Dónde están los disidentes encarcelados en Siberia? ¿Dónde, las purgas?, me espetaron. ¿Por qué no hubo treinta años de Cristina como sí hubo de Stalin?

¿Cuál fue nuestro Holodomor? “Nazi”, “reaccionario” y “macartista” fue lo menos que me dijeron. No sólo los kirchneristas, sino muchos miembros del Partido Ponciopilatista, fracción Corea del Centro. Pero yo no había dicho “estalinismo” sino “estalinismo-débil”, y si bien durante el kirchnerismo no hubo Siberia ni Holodomor hubo sí permanentes purgas internas de aliados íntimos, que comenzaron con Duhalde, intentos de instalar a Cristina como líder eterna mediante una reforma constitucional, persecución al periodismo independiente y la oposición, y una tentativa de colectivización agraria del cual la confiscación vía Resolución 125 fue la ofensiva mayor. Ciertamente, todas ellas de mucho menor gravedad que el estalinismo, como la expresión “débil” sugiere.

Pero también, todas ellas impulsadas por el kirchnerismo con toda la fuerza de un aparato persecutorio estatal y frenadas con heroico esfuerzo por algunos dirigentes opositores, intelectuales y periodistas, con la participación decisiva de la sociedad en las movilizaciones masivas de 2008 (conflicto agropecuario), 2012 (contra la reforma constitucional) y 2015 (justicia por Nisman).

Y bien, no existe una confirmación mejor del carácter estalinista-débil del kirchnerismo que la alianza electoral pergeñada en estos días por Cristina; la cosa más parecida a los tradicionales frentes populares estalinistas que haya existido en la Historia nacional. Dejemos de lado la Pyme familiar Kolina, de la cuñada Alicia, y la claudicación de los ayer expropiados Rodríguez Saá, y repasemos: Frente Grande, Nuevo Encuentro, La Cámpora, Partido de la Victoria, Partido Intransigente, Memoria y Movilización Social, Partido Solidario, Polo Social y Partido Comunista, con la probable candidatura de un bolchevique de la primera hora: Amado Boudou. Una colección de obsecuentes K y dirigentes provenientes del PC estalinista -como Heller y Sabbatella- y del PC maoísta -como Zannini- que obliga a solidarizarse con Fernando Esteche y Luis D’Elía, injustamente excluidos de tan pintoresco tren fantasma electoral. La sigla propuesta: Frente Unidad Ciudadana Kirchnerista -FUCK- también se las trae.

Casi todos hemos oído la expresión “Fuck You!”, equivalente inglés del italianísimo “Vaffanculo!” cuya traducción más literal al castellano es “Hazte sodomizar”.  Pero el origen del verbo “fuck” es aún más sabroso. Cuenta la leyenda que la expresión proviene de “Fornication Under Consent of the King” (fornicación bajo autorización del rey), un término usado en los tiempos medievales en las epidemias, durante la cuales se necesitaba permiso de las autoridades para procrear. El cartelito de Fornication Under Consent of the King debía ser expuesto en las puertas de las habitaciones de donde pudieran provenir sonidos sospechosos, de manera de legitimar la actividad recreativa y procreativa de los súbditos del Rey. Existen otras versiones sobre la etimología del Frente Unidad Ciudadana Kirchnerista, pero esta es decididamente la mejor. ¿Qué otra cosa que Fornication Under Consent of the King fueron los doce años de reinado K? ¿Qué fue la proclamada “década ganada” sino un episodio más del prolongado Medioevo Peronista en el que una peste maligna se propagó por el país, con su legado de muerte, desesperanza y mutilación?

Con sus muchos errores y defectos, Cambiemos y el Gobierno están a años luz de todo eso. Creer que la polarización es fruto de una estrategia y que el enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo fue planeado por Durán Barba es negarse a comprender la realidad. No hay otra forma de entender la candidatura de Cristina, que en cualquier país razonable estaría presa, sino como la demostración contundente del fracaso de la renovación peronista. Ni autocrítica, ni ideas nuevas, ni un solo candidato de importancia que no haya sido jefe de gabinete, ministro, candidato testimonial o gobernador K. Los mismos barones del conurbano que como toda explicación de doce años de latrocinio decían “Los Kirchner no son peronistas” salieron a suplicarle a Cristina que fuera candidata del PeJota para sostener sus feudos bonaerenses, y la exitosa administradora de hoteles les dijo “No”. ¿La seguirán en su aventura evitista-leninista o correrán a buscar amparo en su ex ministro al grito de “Ni yanquis, ni marxistas, randazzistas”? Hondos misterios telúricos del movimiento nacional y popular.

Cambiemos o el pasado. No como fruto de una estrategia electoral del oficialismo sino como resultado de la realidad y de las limitaciones de la oposición. Es esto lo que se vota en octubre, y no un índice de crecimiento, inflación o pobreza, que están mejorando más lentamente de lo esperado pero que a menos de shocks exteriores van a seguir mejorando -por lo menos- durante tres años más.

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