Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
No es originario de Cuyo, de ninguna manera, su cuna es de selva y río, allá donde crece la ilex paraguayensis, la yerba mate para nosotros. Sin embargo se ha adentrado firmemente en nuestras costumbres y hay muchos cuyanos que liban mate todo el día, o que al menos se siente reconfortados si reciben un mate.
Dicen que, antes de que se inventara la rueda, los mates se tomaban en fila india. Es muy consumido por la gente que no tiene un mango para gastar en un Jack Daniels ni siquiera en una botellita de fernet para mezclarlo con cola. Es que la mayor parte de su sustancia es agua y el agua, por ahora, sigue resultando barata, yo no gratis, pero barata sí.
El cuyano no es fanático como lo es el uruguayo que anda con el termo por dónde quiera que vaya y no deja de matear cualquiera sea el paisaje o la situación. El termo, para el uruguayo, es parte de su pasaporte.
Suele estar presente en diversas circunstancias y lugares, aún en los insólitos: en el aula de una facultad, en una pomposa reunión de directorio, y aun sobre los bancos modestos de una parroquia. En el campo es una muestra clara de bienvenida, “venga a tomar unos mates”, dice quien recibe, y entonces, el que llega advierte que es aceptada su presencia.
Porque a más de ser una bebida, el mate es un medio de comunicación. Mientras él va pasando de mano en mano, de chupada en chupada, los participantes van desgranando problemas, recuerdos, quejas, opiniones, chismes. El mate es que abre las compuertas del pensamiento. Uno dice lo que siente porque el mate hace las veces de tomero.
Tiene su lenguaje, su forma de decir algo, pero, lamentablemente eso se está perdiendo en la maraña de los tiempos modernos. Antiguamente se sabía que un mate espumoso y fragante significaba “amor correspondido”; uno muy dulce “hablá con mis padres”; uno amargo, “indiferencia”; y uno con limón “prefiero no verte”.
Actualmente queda el mate lavado. A un amigo mío le dicen “palito de yerba” porque nada en el mate. El mate del estribo es el último que el beneficiado va a tomar, el que tiene las espaldas listas para irse, no hay nada mejor que las espaldas para irse.
A pesar de no tener origen en nuestra tierra el mate es indispensable para una tarde de desenchufe en Potrerillos, o para una noche a universo abierto en Uspallata o para quedarse a contemplar vuelos en la Laguna de Llancanelo. Pero también es fundamental para acompañar a las tortitas cuyanas, en sus tres variantes típicas: de hoja, raspadas o pinchadas. Tres tortitas comidas al hilo y sin mate deja el garguero más seco que billetera a mediado de mes.
Como recipiente se usan distintos tipos de materiales, el metal, el vidrio, el cuero, la madera y el porongo de calabaza que es el más tradicional. En nuestra zona no se usa el tereré, que es un mate que se sirve frío y en un recipiente más grande. A Duhalde le dicen Tereré, es lo más grande en mate.
Muy probablemente usted, en estos momentos en los que está leyendo mi nota (fue su elección, no me culpe) esté saboreando un mate compañero. Entonces sabrá, que muchos buenos momentos se acompaña con esta especie arbórea que bien conocían los guaraníes y que decidieron darle organización civilizada los jesuitas.
No es originario de Cuyo, pero ya se ha hecho parte de la cuyanía. Lo tomó el Armando con hambre de poesía; lo tomó Nicolino entre round y round, lo toma el flaco Suarez antes de invadir cualquier escenario. Entre gente que toma mate sentate con confianza, la que comparte el mate, es gente que besa el mismo lugar que vos besaste.