El más peronista de los tres chiflados

Así como Hollywood supo hacer reir al mundo entero con sus tres chiflados (Curly, Larry y Moe) Cristina Fernández tiene los suyos propios con Timerman, Boudou y Aníbal.

El más peronista de los tres chiflados

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

Los primeros meses de 2011 fueron cruciales para Cristina Fernández de Kirchner porque en esos tiempos vivió internamente, en los subterfugios de su alma, la quizá mayor crisis de identidad de toda su vida. Pocos meses atrás había fallecido Néstor Kirchner, su marido y sostén sustancial, y pocos meses después le aguardaba el combate por la reelección presidencial.

Cristina, en ese entonces, quería cambiar, no para negar a su marido sino para homenajearlo como ella pensaba merecía un hombre de su envergardura y tan amado por ella. Tuvo la peregrina idea de que para honrar a Néstor, para profundizar el proyecto compartido, debería hacer varias cosas diferentes a las que hizo él, o a la que hicieron juntos cuando él estaba vivo.

El principal objetivo de ambos siempre fue el mismo: la de derrotar al peronismo desde dentro del peronismo creando un nuevo movimiento, una nueva Iglesia, de la cual ellos serían sus fundadores. Ambiciosos, no sólo querían ser los líderes absolutos, los Papas de la Iglesia peronista, sino cambiarla por otra. Para ello, Cristina no solamente tenía poder sino que también tenía fe. Creía en el valor de las ideas.

No estaba tan convencida como Néstor, aunque lo hubiera acompañado siempre en eso, de que para acumular poder hay que acumular todo el dinero posible. Creía que el dinero era necesario pero no tan absolutamente necesario si uno tenía un proyecto, una ideología.

En esos primeros meses de 2011 Cristina intentó abrirse a la sociedad para encontrar allí las bases de su ilusión. Entre otras buenas cosas dijo que ella no quería generar conflictos sino solucionarlos y propuso articular gobernabilidad con el gobierno de Macri “para no enredar a la sociedad en falsas discusiones”.

Sin embargo, tenía un problema para hacer ese viraje: sus principales gestores. En ese tiempo, el 5 de febrero de 2011 escribimos en estas mismas páginas un artículo llamado “Cristina y los tres chiflados”, donde expresábamos nuestro beneplácito y le deseábamos la mayor de la suerte a esa Cristina que quería virar hacia una mayor tolerancia y razonabilidad, pero a la vez advertíamos que si sus tres espadas principales serían Amado Boudou, Héctor Timerman y Aníbal Fernández, desde ya estaba asegurado el fracaso de su tan por demás noble iniciativa.

Simplemente, porque esos tres no eran, ni podrían ser jamás, sino una imitación de los tres chiflados -Curly, Larry y Moe- pese a que por aquel entonces ninguno de los tres había cometido aún sus chifladuras principales. Decíamos:

"En la Argentina, los émulos de los tres chiflados... militan pero no trabajan, aunque no por vagos sino porque no tienen trabajo aunque tengan empleo. No cualquier empleo sino los tres más importantes del gobierno nacional, después de Cristina.

El empleo de Aníbal Fernández es el de jefe de Gabinete de un gobierno que no tiene gabinete sino ministros que hablan individualmente con la presidenta. El empleo de Amado Boudou es el de ministro de Economía de un gobierno que sólo tuvo en esa función a Néstor Kirchner hasta su muerte y hoy el cargo está vacante.

El empleo de Héctor Timerman es ser canciller de un gobierno cuya presidenta fue, hasta la muerte de su marido, la única encargada de las relaciones exteriores ... y aún lo sigue siendo. Vale decir, ninguno de los tres tiene trabajo aunque tengan empleo y sueldo. En su tiempo libre, que es todo su tiempo, se dedican a imitar a los tres chiflados".

Personalizando en Aníbal Fernández, que es quien hoy más interesa, decíamos:

"Aníbal Fernández (una impresionante reencarnación de Moe pero con bigote en vez de flequillo) es el único de los tres que pretende que lo tomen en serio; al menos siempre parece querer hablar en serio (igual que Moe, ése es su modo de hacer reír). Al ser el único peronista de los tres, es imposible discernir cuándo actúa de puro chiflado y cuándo se hace el chiflado, mientras que los otros dos son siempre chiflados, jamás simuladores".

Estaba claro ya en aquel entonces que si Cristina quería corregir las aristas más cuestionables de su marido y a la vez superar al peronismo desde dentro, no podría hacerlo con personajes de esa categoría.

Sin embargo, al poco tiempo se vio que eso era precisamente lo que ella quería hacer, o peor aún: ya no sólo tenerlos con empleo pero sin trabajo sino ponerlos al frente de sus proyectos más desmesurados. Y, junto a la jerarquización de sus tres chiflados, sus ínfulas de cambio murieron para decidirse por el vamos por todo contra todos.

Con lo cual terminó empeorando a su marido, porque al menos éste, mientras estuvo vivo, toleró a los tres chiflados pero nunca les dio tareas de tan eminente responsabilidad como a partir de su muerte les daría Cristina.

Así, lo primero que hizo fue nombrar al irresponsable de Boudou como candidato a vicepresidente, con los resultados por todos conocidos. Luego, ya en su segundo gobierno, ordenó a Timerman iniciar el primer paso en el colosal viraje de política internacional que hizo Cristina al negociar políticamente con Irán.

Con los resultados, también por todos conocidos, muerte de Nisman incluida, en lo que con el tiempo se verá como el principal bochorno internacional de la Argentina, superador incluso de las relaciones carnales menemistas.

Lo de Timerman primero secuestrando un avión norteamericano y luego iniciando en secreto conversaciones con Irán descubiertas en el mismo momento de su inicio, es tan patético como el robo a la Casa de la Moneda que (no en una película sino en la realidad), intentara Boudou.

Ahora, luego de haber convocado a esos dos chiflados para tareas tan delirantes como inconmensurables, tanto por la gran magnitud de las mismas como por la sideral torpeza de sus ejecutantes, convoca al chiflado mayor, a nuestro Moe nacional y popular, para una misión imprevista: la de ser su candidato en la provincia de Buenos Aires a fin de probar fuerzas anticipadamente con Daniel Scioli quien, sin duda alguna, desea que esta elección la gane Julián Domínguez, no porque sea su hombre sino por saber que llevar en su boleta por dos meses y medio más a Aníbal-Moe será una mochila de plomo.

Es que Cristina sospecha que la denuncia acerca de supuestas vinculaciones de su jefe de Gabinete con el narcotráfico fue la primera operación librada por el PJ para empezar a limitar su poder para cuando deje de ser presidenta. Por eso su gran apoyo a Aníbal Fernández esta semana, como cuando apoyó a Boudou para vicepresidente para que nadie del PJ se inscribiera en su línea sucesoria.

En síntesis, que por estos días ha quedado bastante en claro que el arma secreta de Cristina contra Scioli y el pejotismo, a los cuales necesita tanto como desprecia, no es tanto el candidato a vicepresidente Carlos Zannini, sino quien ella desea colocar -ahora contra viento y marea- como gobernador de la provincia de Buenos Aires, lo cual esta noche se empezará a ver si puede llegar a ser posible.

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