El Marginal: los dueños de la cárcel

Claudio Rissi y Nicolás Furtado interpretan a dos de los personajes más atrapantes de la segunda temporada de esta exitosa serie argentina.

El Marginal: los dueños de la cárcel
El Marginal: los dueños de la cárcel

“Lo que tengo muy en claro es que nunca pero nunca quisiera pasar por la cárcel”, dice Claudio Rissi. Con la ficción le alcanza y le sobra al actor para atisbar la feroz experiencia entre rejas.

Su personaje, Mario Borges en "El marginal 2", al contrario, se mueve como pez en el agua en ese submundo de sordidez. Nicolás Furtado lo escucha con atención y asiente.

Quien le pone el cuerpo a Diosito, el hermano menor de los Borges en la ficción producida por Underground, está a años luz del terrible delincuente del unitario.

La segunda temporada de la historia que va los martes a las 22 por la TV Pública (también se puede ver por Cont.AR; y por Netflix la primera temporada), arrasó con el rating en su debut del martes.

Y mostró más violencia y crueldad que en la primera, ya convertida en serie de culto en la Argentina y otros países donde fue emitida; 9,6 puntos fue el promedio de rating  en su debut, el 17 de julio. La cifra marcó un récord para una ficción argentina en Canal 7.

–Últimamente el público parece inclinarse más por historias sin mucho dramatismo, tal vez para escapar de la dura realidad. ¿Por qué creen que funciona tan bien "El marginal" a pesar de la crudeza que muestra?

–Claudio Rissi (CR): Es interesante porque la serie es tremenda. Estos ocho capítulos son más fuertes que los 13 de la primera temporada. Creo que hay cierta curiosidad por saber cómo es ese mundo carcelario. Tal vez el atractivo esté en fisgonear algo inaccesible. Pareciera que llama la atención por todos los mitos que hay alrededor.

–¿Será el morbo que despiertan algunos tabúes?

–CR: Tal vez. Se abordan temas como la homosexualidad y la violencia, pero desde la sordidez que reina allí. La primera vez que entré a la cárcel sentí la desolación y la desesperanza impregnada en las paredes. Hay un olor a tumba que tiene que ver más con la adrenalina que con el pis y la humedad. Nunca la realidad es tan suave como la ficción, imagino que debe haber cosas peores en las cárceles reales que las que mostramos en la ficción pero vamos lo más a fondo que se puede.

–Nicolás Furtado (NF): Pero también tiene toques de humor para dar un poco de aire porque si no sería irrespirable. Lo mejor que tiene la serie es que es policial, drama, tiene dramatismo psicológico y permite colar una cuota de humor.

–Más allá de su oficio, ¿qué cosas hicieron para poder construir estos personajes tan oscuros y violentos?

–CR: Para mí actuar es jugar, desde siempre. Descubrí eso desde muy chico. Ya adolescente, mis viejos me decían, "dejate de pavear, ya estás grande". Pero me acuerdo de una vez que me quedé sentado en el inodoro, tendría 16 ó 17 años, estaba improvisando una poesía, y como estaba solo en casa, me quedé mucho tiempo así. Se me durmieron los tendones y ya había sobrepasado la sensación de hormigueo. No sentía las piernas.

Y seguí improvisando a un tipo que se arrastra pidiendo ayuda, casi desnudo. Me dejé caer y registraba lo que le podía pasar a alguien que no tenía sus piernas. Ahora ya no necesito hacer esas cosas pero te queda el registro en el cuerpo.

Como cuando sos adolescente y estás sufriendo por amor y vas al espejo a verte llorar. Vas tomando registro. El actor sigue conservando esa parte lúdica, perdés cierto miedo al ridículo.

En el caso de Mario, mi personaje, es un delincuente que está preso. No tengo que pensar cómo es un presidiario. El tipo es igual adentro que afuera, sólo que adentro hay determinados códigos y ve cómo se acomoda con lo que trae.

Es un ámbito en el que te estás jugando la vida en todo momento, tenés que estar alerta hasta cuando estás durmiendo.

Yo compongo al que estaba afuera y ahora está preso. Para evitar el cliché. Borges tiene todo:es un padre de familia, delincuente por vocación, es relajado, se divierte.

El nuevo y el viejo

El Doc, a cargo de Esteban Lamothe, se sumó a la historia en la que el querido Diosito ahora es protagonista.

–NF: En mi caso, antes de la primera temporada, pasé una noche durmiendo en la calle y la prótesis de los dientes me ayudó mucho a ponerme en la piel de Diosito. En esta segunda temporada estuve muy atento a qué le iba a sacar porque íbamos para atrás en el tiempo y todavía él es un poco más ingenuo. Es un tipo que actúa por puro impulso. Tiene una cuota de humor también que lo separa del cliché de malo. Tiene un costado tierno, es puro corazón en algún punto. En la cárcel se vuelve más siniestro y peligroso. Diosito marcó mi carrera, mi vida. Es una bisagra que me va a permitir hacer la carrera que quiero hacer.

Uno de los personajes nuevos es El Sapo, magistralmente interpretado por Roly Serrano. Es el rival de los Borges.

–A vos, Claudio, te agarra en otro momento de tu carrera.

–CR: A Borges lo conozco más yo que los propios guionistas porque ellos piensan en todos los personajes y yo me concentro en uno solo. Convivo con él todo el día, estoy hurgando en él. Que se llame Borges se le ocurrió a Luis Ortega y al principio pensé que era joda. Es un guiño irreverente. El humor ácido es lo que lo hace atractivo al personaje, lo humaniza. Se lo fui encontrando, aparecieron frases como "Cuando Dios creó la luz, yo ya debía dos facturas", que son coherentes con su soberbia. Si no, sería un malo todo el tiempo, como tocar una sola cuerda. Sería aburrido para mí y para el público. Este personaje tiene muchos permisos, transita todos los estadios emocionales de manera imprevisible. Sabés adónde quiere llegar pero no sabés cómo. Me divierte Borges; con él puedo hacer todo lo que no se puede hacer en la vida.Porque todos nos hacemos los buenitos pero hay maldades que escondemos y con Mario me permito sacarlas.

–En la cárcel se pone en evidencia el juego de poder entre los presos, y también con respecto a la autoridad.

–CR: Sí, pero es lo que todos hacemos todo el tiempo casi sin darnos cuenta. Lo que pasa es que la cárcel es un mundo tan extremo que se hace groseramente evidente. Pero la lucha por el poder también está en una pareja, por ejemplo, mal que nos pese, disfrazada de otras cosas.

-La relación entre los hermanos es clave en la historia: tan diferentes y unidos a la vez, casi como padre e hijo, ¿cómo la armaron?

–NF: Es un hermoso vínculo. Nos escuchamos mucho. Claudio fue muy generoso y Juan Minujín también. Ellos me dieron el espacio para que construyera a este monstruito.

–CR: Nos escuchamos mucho. A esta altura de la vida, encontré en él un hermano varón. Y tenemos planes para hacer una obra de teatro juntos.  Da gusto formar parte de un equipo con el que jugamos un rato, desde el utilero hasta el productor, siempre tirando para el mismo lado. Así es más fácil trabajar en profundidad.

Furtado: Estamos felices de que al proyecto le vaya bien. Todos los viernes a la noche después de pasar la semana grabando en la cárcel, nos íbamos a cambiar y volvíamos a la cárcel a comer un asado juntos.

Tres años atrás: Lamothe por Minujín

En los 13 capítulos de la primera temporada de “El marginal”, emitida en 2016, uno de los protagonistas fue Juan Minujín. Su personaje, Pastor, es un ex policía que ingresaba con una identidad falsa, como convicto en la prisión de San Onofre. El motivo era infiltrarse dentro de una banda mixta de presos y carceleros que operaba desde adentro del penal.

Este segunda temporada, con 8 capítulos, es en realidad, una precuela, ya que la trama retrocede tres años atrás para contar cómo fue la llegada a la cárcel de los hermanos Mario y Diosito Borges (Claudio Rissi y Nicolás Furtado).

En la primera ellos eran los que manejaban las riendas del penal de San Onofre. Ahora, aparecen nuevos personajes como Patricio el Doc (Esteban Lamothe), que está preso por un crimen que no cometió, y el Sapo Quiroga (Roly Serrano), un ser siniestro y cruel que ostenta el poder entre los reclusos. También se incorporó Verónica Llinás, la asistente social que está por dejar su puesto en manos de Emma (Martina Gusman), recién llegada.

Emma al igual que Antín, el corrupto director de la cárcel (Gerardo Romano), Morcilla (Carlos Portaluppi), César (Abel Ayala) y Pedro (Brian Buley), entre otros, ya estuvieron en la primera temporada y también siguen presentes en esta.

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