Con dos capítulos emitidos en la TV Pública, la serie El Marginal II se posiciona como una de las favoritas del público. Ambientada en un penal en desuso (Caseros), cuenta la vida de los privados de libertad y todolo que en teoría encierra ese mundo. Pero, ¿son así los personajes recreados en la serie?, ¿la cárcel San Onofre es como cualquier otra de verdad?, ¿los detenidos y autoridades penitenciarias se comportan de ese modo?, ¿la violencia está potenciada a pedido de la audiencia?
Los Andes entrevistó a cuatro hombres (dos detenidos y dos que ya están en libertad) y al director del Servicio Penitenciario de Mendoza para saber si, como se dice, la realidad supera a la ficción o si la tira es una construcción realizada a medida de un público que goza de un mundo desconocido de la mano del morbo.
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La serie es real a medias. Pero es exagerada. Yo hablo de mi experiencia ya que solo estuve en Boulogne Sur Mer y por cuatro años. A mí me llama la atención el desmesurado poder que se les da en la serie a los presos caciques, los capangas. En El Marginal aparecen dos (Borges y El Sapo) que son exagerados. No se me hace que los presos lleven en andas por entre los pabellones a uno de ellos como pasa con El Sapo. Sí hay líderes, pero no llegan a ese nivel. Es más, tratan de tener un perfil bajo para manejar a la gente, y eso hasta les conviene a las autoridades porque son los que a veces aseguran que no se pudra todo.
Mario (29).
Libre desde 2015 después de cumplir condena por narcotráfico.
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Hay una frase de El Sapo que dice "Acá si no cogés, te cogen". Bueno, eso es una boludez total. Primero porque nos dejan a los detenidos como tremendos violadores, y eso no es así. Acá no pasa eso ni por casualidad. Esa idea quedó de los viejos penales pero ahora a los acusados de violaciones los aíslan. Si no, imaginate qué pasaría acá con los Próvolo (así llaman a los detenidos por los abusos a niños sordos del Instituto Próvolo), se los vivirían cogiendo porque esos son abusadores de niños sordos, y eso no pasa.
"Flaco" Ortiz (40).
Condenado por robos, preso en Boulogne Sur Mer.
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He estado en más de diez centros penitenciarios de Argentina y El Marginal es un programa hecho para la gilada. A la gente le gusta el morbo y acá se abusan de ese gusto del espectador. Es una construcción hecha a partir del discurso político que dice que el preso es malo y que no tiene corazón. Pero eso pasa en todos los productos carcelarios ya sean de cine o televisión. En la serie, por ejemplo, no hablan de los detenidos que estudian y que quieren salir adelante; solo ponen foco en los más violentos.
Humberto Fraile (52).
Detenido por robos varios en la Unidad Penal 2 de Roca, Río Negro, fue uno de los líderes del motín de la Vendimia en el año 2000.
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La serie no está mal; así como Tumberos u Okupas, a las audiencias les interesan esos mundos porque son desconocidos. Pero en El Marginal II, como en las otras, se exagera a pedido de la gilada. Hay cosas que no existen o que existieron en cárceles viejas, como pasa con eso de las "villas" en los patios; eso ya no existe, eso es propio de la ficción y se lo deben haber pedido a los guionistas. Es real pero exagerado. Pasa eso de que el milico se pelea con el preso pero no en un ring como sale en la tira, se pueden agarrar en un sector de enfermería (de hecho yo he visto ese tipo de peleas), pero nunca como sale en la serie. En cuanto a las drogas, claro que las hay, pero no las venden los presos ni las fraccionan allí. Mi experiencia me dice que es el guardia el que te lleva algo de droga o un teléfono, por lo que recibe un poco de plata.
Andrés (37).
condenado por secuestro extorsivo, hoy libre.
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Sí, es verdad lo de los secuestros virtuales que se hacen desde algunos pabellones, o al menos eso pasaba cuando yo estuve en cana. De hecho, una vez que toqué calle (quedar libre) me llamaron a mi teléfono para hacerme un virtual, ja, ja. Obviamente que corté porque ya estaba al tanto de esa estafa. También coincido con la cantidad de presos malditos que vi allá adentro, pero eso no es una exclusividad de la cárcel, en la vida cotidiana hay gente maldita. Aunque en la cárcel el maldito es más maldito, allí se vuelve más maldito. (Mario)
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Me parece pésimo dar esa publicidad al mundo tumbero. Me acuerdo que en Mendoza, hace unos años, unos chicos de escuela primaria se empezaron a hacer cortes en las muñecas para saber quién era más groso. Bueno, eso lo sacaron de Tumberos, un programa de televisión de aquella época. Para los chicos, el mejor era el que no lloraba cuando se tajeaba; una estupidez total. Es la fascinación por lo desconocido. Cada vez que salí en libertad nunca contaba mi experiencia carcelera; yo no soy de los que se llevan la cárcel a su casa. No me contamino. (Humberto)
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A mí me pasó como a uno de los protagonistas (Esteban Lamothe). Llegué detenido sin tener antecedentes y sin haber pisado ni siquiera una comisaría en mi vida. No tenía amigos ni nada allá adentro. Muchos llegan con personas conocidas ya detenidas -primos, hermanos, padres, hijos, vecinos- y para ellos es mucho más fácil. Entonces es verdad que, como le pasa al protagonista de la tira, tenés que hacerte de amigos allá adentro, más que nada para que te enseñen de qué manera cuidarte y te protejan. Yo en mi experiencia casi no vi presos que se manejaran solos, siempre pertenecen a una ranchada o a un grupo. (Mario)
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Hoy en día acá hay escuelas, primaria, secundaria y hasta universidades (con todas las Facultades incluidas) y te obligan a estudiar o aprender algún oficio, hay también varios centros de capacitaciones. Ver esa villa de la serie de la tele con lo que pasa en ese contexto es demasiado: no sabés si estás viendo Gladiador o qué. Eso es cualquier cosa. Deberían haber hecho otra cosa, eso que pasan es de la Edad de Piedra, donde nadie tenía uso de razón. Además no se hace demasiado hincapié en los robos que ocurren entre los presos, que es algo que pasa todos los días; el robo de zapatillas es todo un tema, nos tenemos que cuidar entre nosotros. (Ortiz)
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Una cosa que me llamó la atención es el lenguaje tumbero; cómo se forma en las cárceles y cómo después llega a la sociedad libre. Por ejemplo, el "manso" o el "alta o alto" yo lo escuché por primera vez cuando estaba preso y un par de años después noté que lo usaba la gente en la calle. Igual pasa con el "gato", que es como llaman a Macri; bueno eso era de la cárcel y era un adjetivo negativo: un "gato" es una mala persona. En la serie te das cuenta que usan palabras que ya todos conocen; hoy en la cárcel deben usar otros términos porque la finalidad de hablar así es que los guardias no sepan de qué están hablando. (Mario)
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Nuestras familias llegan a la visita y después de ver el Marginal pueden creer que lo que pasa en la tele sea verdad, sobre todo en ese capítulo en el que un grupo de presos viola al recién llegado. No tendríamos que explicarle eso, pero nos juega en contra. Acá si vemos a alguien que quiere violar a otro, lo impedimos, lo que muestra la serie pasaba antes. Ahora hay más información y hay cosas como el hacinamiento y las condiciones de detención que eran malas; ahora se les van encima los Derechos Humanos y eso no ocurre, al menos del modo en que se ve en la tele. (Ortiz)
Eduardo Orellana, director del servicio penitenciario de la provincia: “Se exagera bastante para el espectador”
“Desde Prisión Break, pasando por Vis a Vis, o documentales que "muestran" la vida carcelaria, siempre se destaca la violencia y la corrupción como principales atractivos. De nada serviría si se muestra lo bueno del proceso de reinserción de los privados de libertad. Es una ficción y cada situación debe ser extrema o exagerada para causar tensión en el espectador.
“Ninguna cárcel es igual a otra, cada una posee sus características, pero en la actualidad todas -incluso a nivel mundial- atraviesan la misma problemática: la sobrepoblación y la violencia que esto conlleva. En la tira se ha hecho hincapié en eso para elevar su atractivo.
“Cuando se produce un hecho negativo en una cárcel es noticia, mientras que los aspectos positivos son difícilmente captados. Una serie que hable del tratamiento, la educación o programas para aprendizaje de oficios que hay una cárcel, no tendría éxito.
“Mi rol como director general del Servicio Penitenciario es trabajar en la administración de las cárceles, pero quien toma las decisiones de cada lugar es el director, un personaje de mucho protagonismo en la serie, alguien corrupto, lo que le permite pocas veces ser evaluado o cuestionado por las autoridades, pero que es necesario para que la historia pueda llevarse a cabo.
“Quienes tenemos la tarea de conducir cárceles debemos trabajar en lo empírico, adaptados a lo que la realidad y la dinámica nos permiten. Teniendo como objetivo la custodia, guarda y seguridad de las personas, y los programas de tratamiento. Es la última institución capaz de contener a quienes han equivocado su camino, para que dejen de estar al margen de la sociedad y lograr que se reinserten en ella.”