El ataque al candidato presidencial brasileño Jair Bolsonaro, que pudo haberle costado la vida, enciende muchas alarmas sobre el derrotero político del país vecino y, a la vez, debe ser motivo de inquietud para la dirigencia política de la región.
En especial, el tema debe ser considerado en la Argentina, que comienza a acelerar el tránsito hacia el próximo proceso electoral como consecuencia de la inestabilidad económica y sus consecuentes repercusiones políticas y con la participación de varios dirigentes que poco aportan a la necesaria convivencia política con sus dichos y provocaciones.
El ultraderechista Bolsonaro venía liderando las encuestas en Brasil entre los postulantes habilitados para competir en poco tiempo más, ya que el ex presidente Lula da Silva, el que mayor intención de voto reúne, no logra sortear el filtro que le impone la Justicia al rechazar un recurso de su defensa para poder participar en las elecciones pese a su condena y correspondiente prisión por corrupción.
Más allá de los cuestionamientos que recibe Bolsonaro por sus dichos y antecedentes políticos e ideológicos, su candidatura debe ser respetada y las diferencias con él tendrían que ser dirimidas a través de los debates públicos y fundamentalmente en las urnas, con el voto de la ciudadanía brasileña.
Tan mal ejemplo de conducta ciudadana no debería tentar a eventuales imitadores en una Argentina cuyos habitantes con poder de decisión viven en estos momentos en medio de una fuerte crisis inflacionaria y debiendo discernir ya entre el aval al actual modelo político y económico, más allá de los cuestionamientos que genera, o el regreso a un pasado no muy remoto plagado de intolerancia, corruptela y otras prácticas detestables.
En los últimos días hubo claros ejemplos de conductas criticables. Hebe de Bonafini, titular de Madres de Plaza de Mayo, dijo públicamente que “hay que parar el país tres días hasta que éstos (por Macri y sus funcionarios) digan basta”. Calificó a los miembros del Gobierno de “cínicos, mentirosos, asesinos y dictadores” y reclamó unificar reclamos contra la gestión del Presidente de la Nación. “La cosa viene muy pesada. No hay que organizar cosas pequeñas porque no sirven”, remarcó Bonafini al considerar inútiles los reclamos que a diario se realizan en las calles por parte de distintas organizaciones contra las políticas del Ejecutivo nacional.
Otra voz irreverente fue la del líder gremial Hugo Moyano, que expresó en estos días que el presidente Macri “está desorientado, no sabe qué hacer y lo manejan. Es un instrumento del poder. No tiene noción de la responsabilidad que tiene. Es un hombre muy incómodo en la situación que está y, según me cuentan algunos allegados, tiene ganas de rajarse”, sostuvo el líder camionero, entre otras muchas apreciaciones contra los integrantes del Gobierno.
Es de esperar que estos reiterados llamados a la intolerancia popular por parte de dirigentes que mezclan sus largas trayectorias con fuertes cuestionamientos que los han puesto de cara a la Justicia no pasen a ser moneda corriente en la vida política de los argentinos. En ese marco, el caso reciente de Brasil preocupa mucho.
Ya hemos expresado desde este mismo espacio en varias oportunidades que la democracia argentina necesita definitivamente generar opciones serias y responsables que permitan una alternancia política tranquila, más allá de las lógicas y necesarias disidencias. Chile y Uruguay siguen siendo ejemplos en la región en ese sentido.