El Partido Liberal consiguió una aplastante victoria en las elecciones legislativas de Canadá el lunes y su joven líder, Justin Trudeau, tomará el relevo tras nueve años de gobierno conservador, con promesas de subir impuestos a los ricos en una golpeada economía.
"Seré el primer ministro de todos los canadienses", lanzó en la noche un Justin Trudeau sonriente ante una multitud de eufóricos simpatizantes.
Los liberales dispondrán de una amplia mayoría con 184 legisladores, según resultados aún no definitivos, de los 338 de la Cámara de los Comunes en Ottawa, lo que les permitirá implementar las políticas de su plataforma electoral.
Para los conservadores, la derrota es ante todo la de su líder, Stephen Harper, reelegido en Calgary (su ciudad, en el oeste canadiense), pero quien renunció a la dirección del partido tras conocerse los resultados la noche del lunes.
Desde allí, Harper reconoció su derrota y felicitó a Trudeau. “Hemos elegido a un gobierno liberal, es un resultado que acepto sin vacilar”, admitió el primer ministro saliente.
Los conservadores mantuvieron sus bastiones en el occidente del país, haciéndose con 99 bancas, lo que los dejó como segunda fuerza política, por delante de los socialdemócratas del Nuevo Partido Democrático (NPD), que obtuvieron 44 escaños.
La participación de los votantes fue de un poco más de 68%, siete puntos porcentuales más que hace cuatro años.
Entre los principales objetivos del futuro primer ministro se encuentra dirigir al país hacia la recuperación de la alicaída situación económica.
La economía canadiense se contrajo en el primer semestre de este año. El país es el quinto productor de petróleo del mundo y ha sufrido enormemente el desplome de los precios del crudo.
Justin Trudeau prometió relanzar la actividad con un programa de infraestructura y de creación de puestos de trabajo.
A los 43 años, el hijo del ex primer ministro Pierre Elliott Trudeau invirtió la tendencia en el último mes de campaña ganando seis puntos. Sus partidarios explotaron en vivas en un hotel de Montreal al oír las primeras proyecciones.
“Conozco a Justin Trudeau desde hace mucho tiempo, es una persona muy cortés y honesta”, dijo uno de ellos, Max Liberman.
Al desplegar el fin de semana su último esfuerzo por atraer a los votantes indecisos, Trudeau, quien votó en Montreal acompañado de su mujer y sus tres hijos, dijo que los liberales ofrecían “no sólo un cambio en el gobierno, sino un mejor gobierno”.
A unos cientos de metros, en otro hotel, estaban los rostros tristes de los socialdemócratas. Su líder, Thomas Mulcair, les dio las gracias asegurando que se había iniciado “un nuevo capítulo” para el partido, ahora con “raíces en todos los rincones del país”.
Con un vaso de vino en la mano, Caroline, simpatizante del NPD, afirmó: “No creo que la mayoría de los canadienses hayan votado por Justin Trudeau sino contra Stephen Harper”.
Facilidad y seguridad
Dos años después de tomar las riendas de los liberales, Justin Trudeau sacó a flote un partido que había perdido mucha fuerza en las últimas elecciones legislativas, golpeado por los escándalos y los conflictos de interés.
Nada hacía prever al comienzo de una larga campaña de 78 días que Trudeau se impondría ante sus rivales con una facilidad y una seguridad poco usuales en sus primeros debates televisados.
Justin Trudeau condujo pacientemente su campaña manteniendo una línea clara, conquistando a la clase media, prometiendo reducirle los impuestos y subírselos a los más ricos.
Respecto al medio ambiente y al tema del calentamiento global, se comprometió a ser más proactivo y generoso.
Otro momento importante de la campaña fue la crisis de los refugiados en el Mediterráneo, frente a la que los liberales reaccionaron inmediatamente ofreciendo acoger a 25.000 sirios antes de que finalice 2015. El próximo nuevo jefe de gobierno se comprometió además a no participar en la coalición internacional liderada por los ataques aéreos estadounidenses contra el grupo yihadista Estado Islámico.