“Lo miro y me veo corriendo detrás de una pelota, con las medias bajas y las piernas flaquísimas”. La frase, lanzada al azar, cuando todavía la entrevista no es tal, nos tira un puñado de sensaciones en la cara.
Es como estar frente a un mercader de ilusiones al que le brillan los ojos cuando mira a Nicolás Waldo Arce, el protagonista de los flashes durante toda la semana por su expresión futbolística frente a Gutiérrez, y con los colores del “Lobo” como parte cotidiana del paisaje.
Omar Olguín, el Cochina de las grandes tardes en ese club de paladar negro que habita el Parque General San Martín, mira al “10” y se mira. Virtudes técnicas y características físicas los unen. Nico sonríe, tímido, a unos metros, acompañado de su mujer Gabriela y su hijo Ismael.
El muchacho del pelo ensortijado, ese que lo delata a varios metros de distancia, lanzará una confesión que no sorprende a nadie: “me gusta más hacer un pasegol que un gol”. Todo un dato para comenzar a conocer a este flaquito que la rompe como volante por izquierda, donde ya se destacó el Cochina.
No fueron pocos los que relacionaron al Bocha con uno de los jugadores más brillantes que dio la historia mensana. “Es un halago que lo comparen conmigo. Lo vengo siguiendo desde Gutiérrez y tiene las mismas características de juego. Además tiene las piernas flaquitas”, cuenta Olguín, ya con el grabador prendido.
Se prestan para la producción fotográfica. Reciben dos pelotas y las miran como el juguete más preciado que llegó alguna vez para Navidad. Y Nico se la pasa inmediatamente a su hijo, quien empieza a jugar con ella.
“Ojalá le guste el fútbol”, dice mientras rememora los tiempos en su Rivadavia natal, donde jugaba por la mediatarde y las tortas. “Ahí aprendí a jugar de primera. Aquellas primeras patadas me hicieron darme cuenta de que debía sacar ventaja desde ese juego. No tengo físico para aguantar la pelota”, cuenta con una sonrisa.
Ese jugar de primera es una marca que también registra el nombre de Olguín. El eco de tardes de gloria se repite cada vez que el Lobo juega en su casa.
Y más allá de sus destacadas condiciones futbolísticas, Nico no suele moverse como enganche. “Me gusta jugar con la cancha de frente”, ofrece-explica-cuenta ante la pregunta.
“Siempre jugué por izquierda. Me siento cómodo ahí. Puedo hacerlo como enganche, pero prefiero ir sobre el costado”, completa este volante que se confiesa un enamorado de “las paredes a un toque”. Un lujo.
-¿Cómo lo ves al equipo?
-Nos está costando en los primeros minutos, pero creo que hasta ahora mostramos solidez defensiva. Debemos mejorar en los últimos metros cuando atacamos.
-¿Qué les pide Alaniz?
-Que no renunciemos a jugar. No pide nada raro. Quiere que seamos atrevidos y que si perdemos la pelota sea por intentar jugar, no por lanzar pelotazos.
-¿Te gusta el fútbol de hoy?
-No se ven paredes, no hay claridad. Todo es por las bandas y remates de afuera. El buen fútbol se está perdiendo. Igual, si ganás jugando mal, bienvenido sea, pero la confianza la agarrás jugando bien.
“Jugando bien”. Como él y el Cochina. Como la historia del Lobo. Como este legado de la estirpe mensana.
Eduardo García, Hincha de Gimnasia: "Feliz de disfrutar de Nicolás"
La B Nacional lo encontró siguiendo al equipo por todo el país, Eduardo se reconoce un tipo feliz y con la “suerte de haber disfrutado del Cochina y de disfrutar ahora de Nico”.
“Son parecidos físicamente y desde el juego, pero recién me di cuenta cuando Nicolás se calzó la del Lobo”, reconoce mientras lanza una carcajada, y completa “tengo los mejores recuerdos del Cochina”.
“Si pudiera charlar con Nico, le pediría que me diera las mismas alegrías que Omar. Tengo muchas expectativas con Nico”.
“Tenemos mucha suerte de tener el club que hoy tenemos. Los dirigentes son responsables de poder disfrutar de Nico con la camiseta de Gimnasia”, cierra