Había otro Gustavo Cerati. Es el que aparecía lejos de los flashes de prensa y de las poses obligadas. Un tipo como cualquiera que estiraba el brazo y se tomaba una foto a orillas del mar; que se disfrazaba de indio o de árabe; o que aguantaba la respiración para una toma debajo del agua.
Ese Lado B del artista, su costado casual, desenchufado, emergía en algunas de las tantas instantáneas que Cerati compartía con la aldea global a través de su My Space.
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